UN SIBERIANO LLEGA AHORA A DOWNING STREET 10

UN SIBERIANO LLEGA AHORA

A DOWNING STREET 10

 

Lillian Calm escribe: “Recuerdo que el mismo día en que escribí por primera vez sobre los gatos de Downing Street recibí un mail de mi amiga Mary Rose Mac-Gill, quien siempre se fascinó con los animales, fueran caballos, perros, gatos…”.

Un amigo mío, a su vez ávido lector (y no solo de libros, sino de toda información impresa o virtual) me sorprendió con una noticia  que, debo reconocer, se me había escapado: un gato, de escasos meses, se ha sumado a la familia Starmer, en Downing Street número 10.

La noticia pasaría inadvertida si se tratara de otra nación, pero en el Reino Unido esa residencia es tema de Estado. Hace unos tres meses, el jueves 4 de julio, comenté en estas columnas que el único que no tendría que cambiarse de casa tras las elecciones generales de esos días (a diferencia del conservador Richi Sunak, ex primer ministro de ascendencia india, que debió hacer sus maletas y partir, y del propio Starmer que llegaba) era Larry.

Larry es gato y no necesito apelar ni siquiera al sentido de humor de los lectores para precisar, como ya lo hice, que es uno de los pocos funcionarios con carácter vitalicio (si no el único) en Downing Street número 10, residencia donde se traza la alta política del Reino Unido.

Pero además agregaba en esa columna previa que los británicos (al parecer de izquierdas y derechas) no solo cultivan su peculiar sentido del humor, sino también las tradiciones: documentos fidedignos aseguran que, desde el siglo XVI,  un gato habita en la residencia del Primer Ministro de Inglaterra.

Eso sí, solo desde 1924 se los identifica con sus nombres de pila (debe obedecer a un descuido de historiadores pretéritos). Así, por ejemplo, Rufus sirvió con el primer ministro Ramsay MacDonald; Nelson, con Winston Churchill (quien también compartió con Peter y Peter III); Margaret Thatcher, John Major y Tony Blair, con Humphrey…

En esa misma columna informaba que  Larry se precia de haber cohabitado con una tracalada de primeros ministros: David Cameron, Theresa May, Boris Johnson, Liz Truss y Rishi Sunak. Por eso, si algo lo mantenía impertérrito eran las elecciones generales. Sabía que lo único que le correspondía hacer, ante un triunfo laborista de Keir Starmer, era darle la bienvenida y, al mismo tiempo, despedir a Sunak.

Llega a tanto el humor británico que el  Chief Mouser, que se puede mal traducir como  cazador en jefe (es el título oficial que se le ha concedido al gato), mantiene una cuenta de Twitter, ahora X, con un millón de seguidores: escribe y le responden. Se recuerda que en los últimos  tiempos del excéntrico primer ministro Boris Johnson, el gato llegó a  twittear:  Ya no puedo, en conciencia, vivir así. O se va él, o me voy yo.

Ahora se sabe que además de Jojo, el gato que llegó desde un inicio con el nuevo Primer Ministro Keir Starmer (quien acaba de cumplir sus primeros y dificilísimos cien días en el cargo), los hijos de Starmer han ganado una controversia con su padre, y desde ahora un pequeñísimo gato siberiano se ha sumado a Downing Street número diez. No queda claro si permanecerá en la histórica residencia o si, según las vicisitudes políticas, se irá con los Starmer cuando ellos también sean lanzados a la calle.

Recuerdo que el mismo día en que escribí por primera vez sobre los gatos de Downing Street recibí un mail de mi amiga Mary Rose Mac-Gill, quien siempre se fascinó con los animales, fueran caballos, perros, gatos…

Con esas letras grandes, de molde, a las que solía recurrir, me escribió: DE  LO  MUY  MUY EXCELENTE: REALMENTE  LARRY MERECE  NOTA  10. 

Y agregaba: EL  INEFABLE  LARRY  SOBREVIVIRÁ  A  TODOS  LOS  QUE  OCUPAN  Y  OCUPARÁN   LAS  VETUSTAS Y  HÚMEDAS  PAREDES  DEL  IMPERTÉRRITO  10  DOWNING STREET...

Mary Rose murió solo días después de ese mismo mes, el 22 de julio. Nada hacía prever ese desenlace.

 Se le complicó una enfermedad pulmonar que la aquejaba desde niña y le afectó el corazón; le colocaron dos o tres stents -suele ser un procedimiento incluso ambulatorio-, pero debido a una falla multi sistémica murió a los dos o tres días, con mucha paz.

No he escrito sobre ella y, si no lo he hecho, es porque todo lo que pueda decirse de Mary Rose Mac-Gill ya está dicho.

Solo quiero recordar que si bien éramos muy diferentes, fuimos durante décadas grandes amiga, pero amigas de verdad.

No me importa que haya quienes piensen que no debí incluirla en esta columna sobre gatos (ella, en cambio, estaría feliz), pero sí voy a echar mucho de menos sus comentarios posteriores, con indiscutido conocimiento y sobreabundante british humour, sobre este nuevo capítulo de Downing Street número 10.

 
Lillian Calm

Periodista

17-10-2024

 

 BLOG: www.lilliancalm.com

 

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