UNA PIEDRA EN EL ZAPATO
Lillian Calm escribe: “Tantas veces entré a ese mismísimo lugar (las tribunas del Congreso en la capital). En una época iba reportear prácticamente a diario. Salvo que la sesión fuera secreta (en rarísimas oportunidades), una credencial era suficiente para que se nos abrieran las puertas de par en par y así poder informar de primera fuente a los lectores (tengo la gran suerte de haber hecho siempre periodismo escrito). Y ello porque no hay nada peor para un país que la desinformación. O los entre gallos y medias noches. Pero no solo porque se oculta lo que realmente sucede, lo que mi juicio es uno de los peores atropellos a los derechos humanos. También porque nos perdemos hechos dignos de conocerse y nos hemos formado la impresión errada, por ejemplo, de que en el interior de la Convención solo se dicen sandeces. No es así”. Uno de los “peros” que destaca el informe de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) sobre el estado la libertad de prensa en Chile radica en que las autorid