YA NO ES NOTICIA

 

Lillian Calm escribe: “Fue lanzada violentamente contra el pavimento, le pegaron con las cachas de las armas y luego le azotaron la espalda hasta que uno de ellos, el samaritano del grupo, no sé si compadecido o con la urgencia de la huida, le gritó a sus otros socios: ‘basta’. Ella recuerda a cinco antisociales. Las cámaras del lugar delatan a siete”.

Eran las ocho de la noche de hace dos lunes. Mi amiga Beatriz Lambert Pereira, tras visitar a una sobrina enferma, enfiló por Américo Vespucio Norte y dobló por Francisco de Aguirre, en el preciso momento en que un automóvil le cerraba el paso por delante y otros dos la topaban por el lado y por la parte trasera de su Nissan Qashqai color gris. De pronto observó por el vidrio delantero cómo cinco pistolas la encañonaban.

Inmóvil, no sé si en defensa propia o por terror, permaneció apenas unos segundos con la puerta herméticamente cerrada, pero ello duraría apenas un santiamén. Con la cacha de una de las pistolas, uno de sus asaltantes rompió el vidrio del chofer y a los gritos de “bájala, bájala” sintió cómo era levantada en vilo con el cinturón de seguridad puesto. Fue lanzada violentamente contra el pavimento, le pegaron con las cachas de las armas y luego le azotaron la espalda hasta que uno de ellos, el samaritano del grupo, no sé si compadecido o con la urgencia de la huida, le gritó a sus otros socios: “basta”.

Ella recuerda a cinco antisociales. Las cámaras del lugar delatan a siete.

En la Clínica Alemana constaron las lesiones (esguinces, golpes, shock, pero milagrosamente inexistencia de quebraduras), mientras los antisociales huían con el vehículo, la cartera con las consabidas identificaciones, tarjetas de crédito y dinero en efectivo; celular y algunos recuerdos personales; y, quizás lo de menos, la reciente compra del supermercado.

Funcionarios de la PDI la interrogaron y una psicóloga llegó a contener muy profesionalmente la situación. Pero el hecho no fue noticia.

Como soy periodista aún tengo contactos, buenos contactos, en un diario que a mi juicio tiene un nombre ya secular; por supuesto, en cuanto supe, llamé para que reportearan el asalto. Les interesó cubrirlo pero me pidieron un contacto para poder hacer una entrevista. Lógicamente no podía darles el número de celular de mi amiga porque lo tenían los delincuentes, pero de inmediato conseguí el de su hija mayor, en cuya casa Beatriz cumplía los días de reposo que le prescribieron en la clínica.

De paso, y podía ser importante para la crónica (sobre todo si la leía alguien de la embajada), les informé que mi amiga, de madre chilena, nació en París donde vivió sus primeros años, es hija de un francés héroe de guerra y por tanto tiene nacionalidad francesa.

Y nada.

Ningún periodista ni siquiera llamó al celular de la hija, quien estaba advertida de canalizar la información de inmediato.

No se me ocurriría jamás culpar al diario, primero porque sus editores tienen todo el derecho a publicar solo lo que consideran que amerita. Pero, en segundo lugar, no puedo desconocer que me aterré.

Caí en la cuenta que hoy un asalto a una mujer de 82 años, que es golpeada por siete delincuentes en el epicentro de la comuna de Vitacura, no es novedad. No es noticia. Dejó de ser noticia. Ya no tiene importancia.

Aprendimos en la Escuela de Periodismo la clásica lección que queda para toda una vida según la cual si un perro muerde a un hombre no es noticia, pero si un hombre muerde a un perro sí lo es.

Aquí falla el ejemplo. O quizás no falla y este asalto, para mayor abundamiento perpetrado a una persona de la tercera edad, ya no es noticia. Ha llegado a ser común y corriente en este Chile en que estamos viviendo en 2021.

 

 

P.S. He dejado pasar unos diez días y, como en el poema de Carlos Pezoa Véliz, nadie dijo nada, nadie dijo nada. Pero como no sé por qué razón sigo teniendo fe en Chile, no pierdo las esperanzas.

Claro que tengo una razón: conozco muchísimo a la nueva subsecretaria de Prevención del Delito. Es periodista y trabajé estrechamente con ella en un diario y en una universidad; es inteligente, eficiente y trabajadora. Pienso que está tratando de tomar medidas y paliar la situación que ya se ha salido de cauce, pero la única desgracia es que como la acaban de designar solo le quedan para actuar con firmeza unos pocos meses por delante.

 

Lillian Calm

Periodista

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