Urgente: es imperativo rescatar la fama del funcionario público. No todos tienen por qué ser pillos ni tampoco contar con pitutos que los catapulten a las altas esferas. ¿Con qué razón vamos a dejar, así no más, que el término funcionario público pase a ser peyorativo como ha llegado a serlo hoy día? No todos tienen que haber sido contratados por puro cuoteo politiquero. Es un trabajo más y todo trabajo es digno.
Pero, hay que reconocerlo, históricamente el término no ha gozado de buena fama. Al menos en Chile y me temo que no solo en Chile. Si bien hay funcionarios públicos y funcionarios públicos (los he conocido que merecen el mayor de los respetos), no se puede generalizar.
Cito un estudio del profesor de la Universidad de Valparaíso, Diego Barría Traverso:
Los empleados públicos eran percibidos como un grupo de personas que tenía una dependencia directa respecto a la autoridad. Por ejemplo, hacia 1901 un medio destacaba el que cada cambio de gobierno implicaba remover casi la totalidad de la administración. Ello hacía que: 'El empleado que ve que sus cinco años de sueldos i de sabor fiscal van a terminar, se ve obligado, para no caer, a aferrarse al candidato a la Presidencia que tenga más probabilidades i a intervenir a favor de él' (El Fígaro, 7-X-1901). Las caricaturizaciones destacaban al Presidente de la República como el gran dispensador de empleos (sic).
En El Poncio Pilatos, publicación satírica, el periodista Juan Rafael Allende publicó en 1895 -es decir, ya en el siglo antepasado- un grabado (aparece en Historia y Geografía Nº 35 / 2016) que caricaturiza a los funcionarios públicos como un grupo de ovejas que era llevado a pastar a La Moneda.
Recurro nuevamente al historiador: El texto que acompañaba el dibujo destacaba que, llegado marzo, era necesario organizar el rodeo de los empleados.
Ya es llegado, pues, el tiempo
En que la recua de ociosos
Que empleados son de Gobierno,
I que hoy andan solazándose
Por montañas i potreros,
Vuelvan al viejo corral
En que se les da buen pienso
Porque brazo sobre brazo
Se pasean de enero a enero.
Esos versos suenan hasta inocentes en el Chile de 2025, cuando con una licencia médica, de esas que exigen reposo en casa, el empleado público pasea por China y Europa (lo que consta) o, quizás, en casos que aún desconocemos, en horas de oficina holgazanea en Cancún o Punta Cana.
La primera medida del Ministerio de Hacienda fue crear un Comité Nacional de Ausentismo para controlar el debido cumplimiento de las licencias médicas emitidas a favor de funcionarios públicos . Ese comité se divide en otros comités. Varios comités. Comités, comités, comités… Mejor callar.
Soy escéptica ante las sanciones que reciban los 25.000 empleados que, con licencias médicas falsas, decidieron turistear. Cada caso será cada caso, pero no hay que olvidar que para las altas esferas 25.000 empleados públicos equivalen a 25.000 votos en año de elecciones presidenciales.