JOSÉ MIGUEL IBAÑEZ, AHORA ANTE EL DOLOR

 

JOSÉ MIGUEL IBAÑEZ, AHORA

 ANTE EL DOLOR

Lillian Calm escribe: “ Por qué sufrir  o El sentido trascendente del dolor (sello UC) tiene una fuerza centrada no solo en la profundidad con que se trata el tema, un misterio, sino también en el preciso y buen uso de las palabras. De este castellano que vamos empobreciendo cada día más. Pero quizás la explicación esté en que el sacerdote, y antes que nada sacerdote, es también, entre otros afanes, literato”.

Perdí la cuenta. No sé ya si son diez, veinte o treinta los libros que ha publicado el sacerdote José Miguel Ibáñez Langlois. Casi da lo mismo porque son muchos los autores prolíficos, pero con él no solo la pluma se hace cada vez más comprensible, sino que adquiere, al mismo tiempo, una fuerza que parece ir en incremento. Hace pensar y también repensar.

El lanzamiento fue en la Universidad de los Andes y alguien comentó que el autor había asegurado que este era el último libro que presentaba. Pero otra persona interrumpió: pero no es el último que escribe, porque… la verdad es que ya está escribiendo otro.

Por qué sufrir  o El sentido trascendente del dolor (sello UC) tiene una fuerza que radica no solo en la profundidad con que se trata el tema, un misterio, sino también en el preciso y buen uso de las palabras. De este castellano que vamos empobreciendo cada día más. Pero quizás la explicación esté en que el sacerdote, y antes que nada sacerdote, es también, entre otros afanes, literato: con el seudónimo Ignacio Valente ha firmado sus críticas semanales durante décadas en el diario El Mercurio.

Este libro de poco más de doscientas paginas (235, con exactitud) acusa la huella del crítico, que va intercalando versos escritos por grandes poetas y que, al ser expresión de diferentes momentos, llegan sin duda al alma. A muchas almas.

Así van desfilando versos (los nombro en perfecto desorden) de Dante, Manrique, Auden, Borges, la Mistral, Neruda, Tagore, Hopkins, Milton, T.S. Eliot, Kipling, Rimbaud, Pound… y tantísimos otros.

 Tras un primer capítulo  Intentos de solución, y su detenimiento en Budismo y Estoicismo, puede decirse que entra en materia, en su materia, ya en Dios y el dolor humano, donde analiza El sentido cristiano del dolor, Quiero lo que quieras… para, al final, concluir con El Buen sufrir, en Enfermedad, vejez y muerte.

Son páginas no solo para leer. Son para retomar muchas veces. De esas para tener en el velador.

 Me detengo:

  El gran triunfo  sobre la enfermedad consiste en pasar a través de sus limitaciones y achaques, dolores y malestares, casi como si estos no existieran, y no por insensibilidad o apatía, sino porque en medio de todos ellos se ha sabido conservar intacta la psicología de persona sana , que siente, actúa y -cuando es posible- trabaja como si nada, es decir, como si tuviera salud. Este triunfo rara vez se consigue de otro modo que por la fuerza de la fe, la esperanza y el amor a Dios y al prójimo, es decir, por la gracia de Dios.

 Reproduzco otro párrafo que subrayé en una primera lectura (vendrán muchas más). Está al final, cuando escribe sobre la vejez:

  …el no hacer nada, el mero pasar del tiempo vacío, el abobamiento frente a una pantalla, suelen traer desánimo y tedio a quien todavía es capaz de ocuparse en algo. Y ese esfuerzo laboral será tan santificable como el trabajo más comprometedor de la juventud y la madurez, y lo mismo que este, podrá ser también para la gloria de Dios.

 Este libro es el producto de 64 años dedicados a guiar almas. Como él dice, ese ha sido el sufrimiento mío, porque mi misión como sacerdote no consiste  solo en consolar, en recibir como propio lo que me están diciendo, sino en arrojar alguna luz sobre el dolor.

En esta obra José Miguel Ibáñez logra llevarnos por un camino que, página tras página, va haciéndose cada vez más claro, más diáfano, más luminoso.

 
Lillian Calm

Periodista

07-11-2024

 

 BLOG: www.lilliancalm.com

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