Y EL PORQUÉ… NUNCA LO SUPIERON

Y EL PORQUÉ…

NUNCA LO SUPIERON

Lillian Calm escribe: “Me ha parecido como si una parte significativa de una nación, alguna vez una población católica, se avergonzara de ser cristiana. Me pregunto: ¿cuán lejos nos han llevado estas consignas, que ya de nuevas tienen bien poco? ¿Les debemos a ellas la escasez de pesebres en las ciudades y, peor aún, en tantos hogares? ¿Hasta en la publicidad de las empresas? ¿O, también, en el cambio hasta de la letra de los ya seculares villancicos, que se han transformado en ruidosos jingles paganos?”.

 

Nunca supieron el porqué de esa carrera loca que ya ha ido amainando. Miro para atrás -hasta hace solo unos días- y veo   malls abarrotados, regalos, cintas y muchos papeles multicolores. Hay festejos, bulla. Pero casi, casi nada más.

¿Qué le pasó al mundo para tanto festejo? ¿Qué le pasó a Chile?

 Nunca lo supieron.

Nunca supieron el porqué de la Navidad.

Algunos, sí, pero lo disimularon. Otros prefirieron seguir ignorándolo. Fueron pocos los que realmente celebraron el porqué.

Me ha parecido como si una parte significativa de una nación, alguna vez una población católica, se avergonzara de ser cristiana. Me pregunto: ¿cuán lejos nos han llevado estas consignas, que ya de nuevas tienen bien poco? ¿Les debemos a ellas la escasez de pesebres en las ciudades y, peor aún, en tantos hogares? ¿Hasta en la publicidad de las empresas? ¿O, también, hasta en el cambio de la letra de los ya seculares villancicos, que se han transformado en ruidosos jingles paganos?

No somos muchos los que acogemos al Niño. Lo primero y lo último pareciera ser comprar más y más regalos. La comida. ¿Es ignorancia o no será que están triunfando esas ideologías (perversas, las llamábamos antes) que sin pausa no solo buscan distraernos, sino también arrastrarnos y, por supuesto, transformarnos?

No quiero generalizar (siempre hay excepciones y muchas), pero hay tantos, tantísimos, a quienes solo recordarles que en Navidad nació Cristo Jesús les resulta, a lo menos, una antigualla.

Decir que el Hijo de Dios por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del Cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre (Credo Niceno-Constantinopolitano) les suena a simple beatería.

Recordar que esta venida fue anunciada por los profetas ya en el Antiguo Testamento solo es recibido con miradas incrédulas, hasta dubitativas.

Para tantos fue solo otra fiesta, quizás hasta comparable con Halloween, esa cada vez más difundida celebración (¡vaya que se la toman en serio!)que ha logrado repletar el comercio de brujas y calaveras. Porque a los niños, al parecer, hoy se  les inculca muchísimo más el amor a la brujas y a los monstruos, que el amor al Niño Dios.

Recuerdo al autor C.S. Lewis y las Cartas del diablo a su sobrino. ¿Qué sentido tendría hoy escribir esa obra tan singular? Bastaría, pienso, con que el sobrino, el diablillo joven (me refiero a Orugario) viniera a pasar unas Navidades en Chile y que oyera la letra  de los que alguna vez fueron villancicos. Han logrado, por fin, que Jesús sea el gran olvidado.

La fiesta y la bullanga han quedado atrás. Ahora miramos hacia la celebración del Año Nuevo. El mundo está dormido pero capaz que despierte.

 Aquí aparentemente no ha nacido nadie, aunque la verdad es que nació Alguien. Pocos eso sí se acuerdan de Quién.

Las cintas y los papeles ya solo son basura en las calles, basura que se sumará a los montones que surjan de nuestros próximos festejos: los del Año Nuevo.

No quiero ser pesimista. Nunca lo he sido…

 

Lillian Calm

Periodista

28-12-2023

 

 BLOG: www.lilliancalm.com

 

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