UKASE PARA LUCÍA DAMMERT Y MÁS

 

Lillian Calm escribe: “Desmentidos van, desmentidos vienen, pero esta peruana nacionalizada chilena debió salir de La Moneda a los pocos meses de ocupar su tan codiciada oficina. Un hecho a favor de Dammert: otra metida de pata emanada de la misma Moneda, pero que nada tuvo que ver con ella. En todo caso le ha servido para distraer la atención”.

Entre mis mejores amigos hay peruanos. Hemos sido amigos en las buenas y en las malas y, más aún, desde hace décadas. Pero en febrero (y en esto no menoscabo en absoluto esa relación) escribí una columna titulada Una peruana en La Moneda, en que analizaba con cierta suspicacia que un mandatario chileno designara a una peruana como jefa de sus asesores del Segundo Piso.

La verdad es que no me imagino a un mandatario del vecino país instalando a un chileno en el Palacio Pizarro y que la experiencia tenga un final feliz. El caso de Alejandro Toledo lo demuestra. Tuvo a su lado a un asesor chileno y luego no solo lo defenestró, sino que habló pestes de él. La relación entre los dos países siempre ha sido sensible y lo seguirá siendo.

Por otra parte, ese Segundo Piso de nuestra Casa de Gobierno ya se escribe con mayúsculas porque ha pasado a ser una entidad con vuelo propio en las sucesivas presidencias. Desde ahí los más sesudos (o que se consideran sesudos) asesores de distintos jefes de Estado trazan políticas y estrategias, y así ha sido en diferentes períodos y con distintos gobernantes.

En esa columna escrita en febrero, antes de la trasmisión del mando, como ya decía, cuestionaba que Gabriel Boric hubiera elegido “a una peruana -aunque nacionalizada chilena- para que sea su principal asesora y jefa de asesores del Segundo Piso del Palacio de La Moneda. Es decir, los ojos y oídos presidenciales…”.

Y agregaba: “Esa peruana, Lucía Dammert, fue uno de los grandes pilares durante su campaña electoral. Su curriculum vitae es potente. Experta en seguridad, tiene un doctorado en Ciencia Política en la Universidad de Leiden, la más antigua de los Países Bajos y la misma alma mater de Elisa Loncón, ex presidenta de la Convención Constituyente. Si bien Lucia Dammert vive en Chile, nació en Lima. Permaneció en su patria natal hasta los 19 años, habla aún con acento peruano, y es hija de la socióloga Flor Guardia y nada menos que del sociólogo Manuel Dammert, conocido político de izquierda. Él fue congresista y militó sucesivamente en el Partido Comunista Revolucionario (Izquierda Unida), en el Frente Amplio y en Nuevo Perú”.

Y una frase final escrita en febrero: “He seguido a Lucía Dammert en televisión ya que suele ser invitada a diversos foros, pero lo que más me ha llamado la atención fue una entrevista en que reconoció claramente (es textual): “‘Estuvimos meses preparando el 18 de octubre’”.

En estos días ese aparente pilar del estallido y de la campaña electoral se vino abajo… aunque no sé por cuánto tiempo. Lo que sí sé es que se han dado toda clase de versiones para explicar el ukase que la dejó en la calle (tan en la calle no, porque según se ha informado continuará con su actividad académica).

¿Cuáles son esas versiones?

Que Paula Narváez, hoy embajadora en la ONU, y Antonia Urrejola, canciller, serían las responsables de su salida (no se ha probado, pero lo que sí se comenta es que las circunstancias no estarían exentas de ciertas rencillas femeninas o feministas entre ellas, que vienen de más atrás). Tampoco se habría entendido con el jefe de gabinete presidencial, Matías Meza-Lopehandía.

Que Revolución Democrática, con la cola entre las piernas tras el cambio de gabinete, habría quedado menos con la cola entre las piernas con el reemplazo de Dammert por Miguel Crispi, militante que se habría instalado en la oficina de Dammert con el cargo de jefe de asesores del mentado Segundo Piso.

Y, la más sórdida y desmentida por ella (aunque hay desmentidos según la afición) es que habría trabajado con un prohombre del ex presidente mexicano Felipe Calderón, supuestamente vinculado a un poderoso cartel de la droga (Sinaloa): Genaro García Luna, investigado por el FBI, bureau que habría querido interrogar a Dammert. Ella desmintió haber sido asesora de García Luna cuando él se desempeñaba como secretario de Seguridad del Gobierno azteca. No obstante en Linkedin, como se ha informado en la prensa, aparece como asesora senior de la Secretaría de Seguridad del Gobierno de México, en tiempos en que el susodicho ostentaba ese cargo.

Desmentidos van, desmentidos vienen, pero el caso es que esta peruana nacionalizada chilena en 2013, debió salir de La Moneda a los pocos meses de ocupar su tan codiciada oficina del Segundo Piso.

Un hecho a favor de Dammert: otras metidas de patas emanada de la misma Moneda, pero que nada tuvieron que ver con ella, aunque han servido para distraer la atención: el que se dejara plantado al novel embajador de Israel, citado para presentar sus cartas credenciales (y con él, al estado de Israel) por la muerte de un joven palestino. En las altas esferas (y en las no tan altas) se ha considerado este como un desatino de proporciones. El diplomático acudió a La Moneda, pero Boric no lo recibió y ello en circunstancias que el lunes debía partir a Nueva York, donde el estado de Israel ronca fuerte, se sepa o no en los debiluchos salones de nuestra actual Cancillería. En su primera alocución en el foro de Naciones Unidas tuvo que aludir a Israel, pero ya la herida estaba abierta.

Las disculpas emanadas de esos debiluchos salones fueron tardías y las del mandatario, más tardías aún.

Sin embargo hay dos hechos que no me caben en la cabeza, hablando del Ministerio de Relaciones Exteriores: he leído que fue su propia titular quien le dijo en La Moneda al embajador que no iba a ser recibido. Ella debería haberse enfrentado al propio mandatario para explicarle las desastrosas implicancias que ese traspié traía en política exterior.

Pero se sigue metiendo la pata: solo horas después la misma canciller Antonia Urrejola señalaba desde Londres que “me tocó participar en una recepción que ofreció el rey CARLOS II…”. Carlos II murió en 1685. Desgraciadamente un canciller es un ministro que tiene la obligación de saber no equivocarse.

 

 

Lillian Calm

Periodista

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