PAÑUELOS VERDES AL GABINETE

 

Lillian Calm escribe: “Uno de esos tres pañuelos verdes abortistas a los que ella alude fue blandido, paradójicamente, por Antonia Orellana, quien será la titular, a partir de marzo, del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género que, además desde ahora, integrará el comité político. Las redes sociales han recordado el intercambio de palabras que ella tuvo, en televisión, con el hoy constituyente y ex subsecretario de Redes Asistenciales, Arturo Zúñiga”.

El seudo desfile de modas en que se anunció el próximo gabinete -shorts incluidos; corbatas, fuera- no tuvo nada de inocente. Y no lo digo por los puños en alto a los que, desgraciadamente, ya nos hemos ido acostumbrando (aunque a estas alturas es un gesto bastante anticuado), ni por la ausencia de corbatas, sino por los pañuelos verdes.

No son pañuelos de un verde cualquiera. Se ha especificado que su tonalidad oscila entre la escala cromática del 347 C y el 3415 C de Pantone, y se designan indistintamente como pañuelos verde verde aborto. Se visualizan en manifestaciones y ahora en la designación formal de un próximo gabinete ministerial.

Estaba pensando en eso, reconozco que no sin desazón, cuando dos días después de esa mise-en-scène en el frontis del Museo de Historia Natural, leí una carta al director en el diario El Mercurio que , en cierta forma, me volvió el alma al cuerpo Como es corta, la transcribo:

“Señor director:

Fue emocionante cuando nuestro Presidente electo Gabriel Boric dice ‘vamos a trabajar en equipo con todos los sectores’. Los desafíos son demasiado relevantes para quedarnos atados a las trincheras. Aquí todas y todos seremos necesarios. Sin embargo resulta disonante que tres futuras ministras aparezcan con el pañuelo abortista, dejándonos fuera a quienes hemos optado por la vida. Espero que aparecer en este momento, que era de unión para todos los chilenos, en una trinchera tan específica, haya sido solo un popular infantilismo y no marque el estilo de acción en sus gestiones ministeriales”.

Caí en la cuenta de que las nuevas generaciones también saben defender valores y lo hacen con vigor. Firmaba la carta Maritza Cottenie. Como no la conozco, la googlié (si es que puede decirse así) y comprobé que la respalda un curriculum vitae muy sólido: profesora de Ciencias Naturales y Biología, tiene un diplomado en dirección y administración en la Universidad de Anáhuac, México; un postítulo en Ciencias de la Familia en la Universidad de los Andes; un magister en dirección y liderazgo educacional en su alma mater (la Pontificia Universidad Católica). Y hay más: fundó la Escuela de Educación Básica de la Universidad Finis Terrae y el colegio Highlands, en Chicureo, del cual fue directora como, asimismo, de la Compañía de María de Apoquindo y, actualmente, del Colegio Parroquial Santa Rosa de Lo Barnechea.

Uno de esos tres pañuelos verdes abortistas a los que ella alude fue blandido, paradójicamente, por Antonia Orellana, quien será la titular, a partir de marzo, del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género que, además desde ahora, integrará el comité político. Las redes sociales han recordado el intercambio de palabras que ella tuvo, en televisión, con el hoy constituyente y ex subsecretario de Redes Asistenciales, Arturo Zúñiga.

Cuando este señaló que “creo que no hay ninguna mujer en el mundo que aborte sin sentir un dolor profundo”, ella le retrucó: “Yo aborté clandestinamente por decisión y hoy soy mamá por decisión. Y te puedo decir que no sentí dolor al abortar, así que no hables por mí”.

Nunca imaginé que existiera una mujer que no hubiera sentido dolor por abortar. Pienso que debe estar equivocada porque no sentir dolor al abortar es lisa y llanamente anti natura. O contra natura. Es, en rigor, lo que se comprende por la antigua expresión madre desnaturalizada.

Esa es la opinión de la futura ministra de la Mujer. Algo me dice que no tiene méritos para representar a mujer alguna.

  

 

 

Lillian Calm

Periodista

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