METIDA DE PATA NAVIDEÑA

 

Lillian Calm escribe: “Supongo que al desear Feliz Navidad nadie busca imponerle una tradición exógena a otro. Nada de eso. El 25 de diciembre ya es una fecha y una fiesta universal, aunque algunos no quieran reconocerlo. En todo caso han sido los últimos pontífices quienes han encendido luces rojas al alertar sobre la descristianización del llamado Viejo Continente”.

Quizás parto mal y el título de esta columna debería ser, en rigor, metida de pata europea. Y bien metida.

Pero, afortunadamente, ante una espontánea y a la vez férrea reacción, al menos en lo inmediato la pata finalmente se sacó (si puede decirse así).

Como estamos en la era de la inclusión (mal entendida, por supuesto, o bien entendida para quienes buscan ideologizarlo todo) la Unión Europea, por iniciativa de su comisaria de Igualdad, la maltesa Helena Dalli, elaboró una guía interna que recomendaba cambiar el Feliz Navidad por Felices Fiestas para (cito) “ser sensibles al hecho que las personas tienen tradiciones diferentes”.

Supongo que al desear Feliz Navidad nadie busca imponerle una tradición exógena a otro. Nada de eso. El 25 de diciembre ya es una fecha y una fiesta universal, aunque algunos no quieran reconocerlo.

 

Han sido los últimos pontífices quienes han encendido luces rojas al alertar sobre la descristianización del llamado Viejo Continente. Así, al redactarse la Constitución Europea se pretendió erradicar cualquier mención a la herencia cristiana de esas tierras, a pesar de que prácticamente la mitad de sus estados, en sus cartas fundamentales, hacen una referencia explícita a Dios o al cristianismo.

Juan Pablo II, solo días después de que se excluyera una referencia directa a la fe en la Constitución Europea, sostuvo en la mismísima plaza de San Pedro que Europa no podía romper los lazos con sus raíces cristianas. Fue más allá y enfatizó: “Las raíces de las que provenimos no se pueden cortar”.

Benedicto XVI -en su conversación con el periodista alemán Peter Seewald, que dio origen al libro Luz del mundo-, habló de “una nueva intolerancia” al referirse a aquellos “parámetros acostumbrados del pensamiento que se quieren imponer a todos”. Señaló que “el hecho de que en nombre de la tolerancia se elimine la tolerancia es una verdadera amenaza ante la cual nos encontramos”.

El Papa Francisco fue incluso gráfico: “Ayudemos a la Europa de hoy,  enferma de cansancio, a volver a encontrar el rostro siempre joven de Jesús y de su esposa (la Iglesia). Para que esta belleza imperecedera se vea, no podemos más que darlo todo y darnos totalmente”.

 

Pero volvamos a la peregrina iniciativa de suplantar el Feliz Navidad por Felices Fiestas, con el propósito de no herir a nadie.
Afortunadamente ardió Troya. Medios periodísticos europeos, como el Corriere della Sera The Telegraph, informaron sobre la moción y la propuesta de Dalli de cambiar el Feliz Navidad por Felices Fiestas o Felices Vacaciones, y “período navideño” por “período de vacaciones”.

A esas alturas el documento de marras había escalado hasta la Santa Sede y el propio Secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, según Vatican News, advirtió: “No es así que se combaten las discriminaciones”.

 A la Comisaria de la Igualdad no le quedó sino twittear con referencia a su vilipendiada guía interna: “No es un documento maduro y no cumple con los estándares de calidad de la Comisión. Las recomendaciones claramente necesitan más trabajo, por lo que retiro el documento y trabajaremos más en él”.

Pero la verdad es que la maltesa ni siquiera es partidaria de que las sesiones se abran dirigiéndose, como de costumbre, a “señoras y señores”, sino busca reemplazar ese vocativo simplemente por “colegas”. El “señoras y señores” lo considera estigmatizante.

 

En todo caso y de mi parte, FELIZ NAVIDAD muy junto al Niño, a la Virgen y a san José.

 

Lillian Calm

Periodista

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