BRASIL EN TIEMPOS DE BOLSONARO… Y TAMBIÉN DEL COVID

 

Lillian Calm escribe: “Es difícil entender lo que ocurre en ese país de 211 millones de habitantes y el más poblado de América Latina. Y ello cuando además vemos al mandatario enfrentado en picada no solo contra las medidas tomadas para evitar la propagación del Covid-19 sino a sus propios ministros o, más bien, a quienes fueron miembros estrella de su gabinete”.

Clama verdaderamente al Cielo (no encuentro otra expresión) observar al Presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, acercarse sin mascarilla a saludar de mano a multitudes de personas y ser él quien encabece, como sucedió el domingo pasado, una manifestación contra el confinamiento impuesto por los gobernadores.

Ante esto muchos creen que Bolsonaro no le teme al Covid porque ya se habría contagiado. Ello se presume porque a

principios de marzo viajó a Estados Unidos a entrevistarse con el Presidente Donald Trump y, al regreso a Brasil, más de una decena de integrantes de su delegación habrían dado positivo. Al mandatario le habrían realizado, según ha trascendido, al menos tres PCR pero él se ha negado sistemáticamente a dar a conocer los resultados. Y más aún, recién en las últimas horas nada menos que el portavoz de la Presidencia, el general Otavio Rego Barros, fue diagnostica con Coronavirus.

Es difícil entender lo que ocurre en ese país de 211 millones de habitantes y el más poblado de América Latina. Y ello cuando además vemos al mandatario enfrentado en picada no solo contra las medidas tomadas para evitar la propagación del Covid-19 sino a sus propios ministros o, más bien, a quienes fueron miembros estrella de su gabinete, como Luiz Henrique Mandetta (Salud) y Sérgio Moro (Justicia), mientras se especulaba de una eventual deserción en la cartera de Economía de Paulo Guedes, pero éste fue confirmado y alabado en público por Bolsonaro tras la toma de posesión del nuevo ministro de Justicia.

Y mientras oficialistas y opositores discuten sobre la falta de liderazgo presidencial para enfrentar la pandemia, no pueden disimularse las visiones contrapuestas al interior del Ejecutivo y, más aún, entre el Ejecutivo y los gobernadores de los estados, que son quienes deben determinar qué medidas de prevención es necesario adoptar para evitar los contagios.

Los números de víctimas de la pandemia por el Coronavirus resultan alarmantes en un país donde el aislamiento es casi imposible si se considera el hacinamiento en favelas y otras zonas. Hasta las últimas horas había cerca de 120.000 casos positivos y 8.000 muertos (otras fuentes calculan más del doble), en un país en que no se le da credibilidad a estas cifras oficiales y en que no se ha llegado al peak del contagio.

Un punto a favor sería que el poderoso avance industrial y tecnológico de Brasil, al fracasar el abastecimiento internacional inicial,  se volcó en la producción interna de sus propios ventiladores mecánicos: a fines de abril se entregaron 272 y se proyecta, en los próximos tres meses, entregar 14.100, pero ya se advierte que ello no será suficiente.

Y quizás se necesiten muchísimos más si Bolsonaro insiste en desafiar a los gobernadores. Al parecer, él tiene la convicción de que se ha exagerado en las medidas sanitarias de prevención. Asimismo, según se comenta, busca darle una señal a los muchos millones de autónomos e informales que necesitan salir a trabajar para comer; la señal sería que él está de su lado, porque sin duda le preocupa, como a cualquier gobernante, el futuro de su presidencia ante una eventual crisis económica de proporciones. Es por ello que se ha adelantado y sale a la calle para responsabilizar así a otros (los gobernadores) del confinamiento.

Si bien la renuncia del ex ministro Mandetta está directamente relacionada con las medidas adoptadas frente a la pandemia, la de Sérgio Moro, de gran prestigio por liderar la Operación Lava Jato contra la corrupción, obedece a una trama interna que desde afuera no es fácil de comprender y en la que incluso estarían involucrados hijos del Presidente Bolsonaro: la acusación de interferencia del Presidente de la República  en la autonomía de la Policía Federal, que está garantizada por el artículo 144 de la Constitución. Esto llevó al quiebre entre bolsonaristas y lavajistas, y el mandatario tildó de Judas a quien había sido uno de sus ministros más cercanos y destacados: el propio Moro.

En una entrevista a la conocida revista brasileña “Veja” (“Vea”, en castellano), Moro señaló que presentaría pruebas contra Bolsonaro por supuesta obstrucción a la justicia, porque “el combate a la corrupción no es prioridad del gobierno”.

¿Prosperará la acusación contra el Presidente? Todo dependerá de las pruebas que se presenten y del revuelo político que alcancen. El primer interrogatorio en que Moro ya declaró tuvo una duración de más de ocho horas (anecdóticamente fue en Curitiba, ciudad donde estuvo encarcelado Lula).

 También el éxito de la acusación dependerá del ambiente que se dé en la Cámara de Diputados, donde debe votarse la admisibilidad de un eventual impeachment. Hay que considerar que un proceso así es traumático y, como lo señaló el ministro del Supremo Tribunal Federal, Roberto Barroso, esta es la última de las opciones.

Ese tribunal ha solicitado la declaración de tres ministros militares, entre ellos la de Augusto Heleno, quien con 72 años y enfermedades preexistentes confirmó que su examen por Covid-19 dio positivo. Según Moro ellos también han escuchado interferencias de Bolsonaro en la policía federal.

No hay que olvidar tampoco que el actual mandatario, un ex diputado que muchos calificaron en su momento como “del montón”, ya que según las más diversas fuentes no destacaba para nada, fue elegido con el concurso de las “tres B”, como se le llama en Brasil a un conglomerado que, en realidad, no es tal conglomerado. Esas “tres B” corresponden a la Biblia o mundo evangélico, que es muy influyente en la Presidencia; la Bala, es decir, el mundo militar, que ocupa una parte significativa del Gabinete; y el Buey, el mundo rural que defiende su propiedad (de las tomas del MST, Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra), y que quisiera expandir el agro negocio a costa del bosque de la Amazonia.

En toda esta maraña, los Lulas y las Dilmas (los fieles a los ex mandatarios  Luiz Inacio Lula da Silva y Dilma Rousseff), ni siquiera han tenido un papel preponderante. Cuentan con menos arrastre hoy día, ya que el Partido de los Trabajadores ha dejado de ser lo que fue.

Entretanto en el ambiente flotan interrogantes que preocupan al mundo político: si prospera el impeachment a Bolsonaro, ¿quién asumirá el Gobierno? ¿Qué ocurrirá con los militares? ¿Cuál será la jerarquía de poder? El Ministerio de Defensa ya ha entregado más de un comunicado en que aclara que la institución -y por supuesto sus filas- adhieren la democracia. Por su parte llueven los memes que muestran al vicepresidente, el general en retiro Hamilton Mourao (el sustituto legítimo en caso de impachment), maquillándose como para salir a escena.

Leo en el “Correio Braziliense”: “Bolsonaro agrega a la epidemia de Coronavirus  un problema político de conflictos innecesarios y de estrés institucional”.

 

 

Lillian Calm

Periodista

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