Una antiquísima propaganda electoral consistía en un gran afiche que interpelaba al lector con algo así como… ¿Le daría una locomotora a un niño?
El problema es que finalmente Chile le dio la locomotora a un niño, que no era ni es niño. Que quizás se hace el niño o, tal vez, su falencia es la falta de madurez… a pesar de que ya es cuarentón. La verdad es que fue elegido casi por chiripa, cuando nadie, ni siquiera sus amigos del Frente Amplio y del Partido Comunista, lo soñaban.
Y así ha dejado Chile. Destruido. Destruido por la inseguridad, la delincuencia, los secuestros, el sicariato, la corrupción, la economía, las metas incumplidas… Incluso las irrecuperables falencias en salud y educación.
¿Le daría una locomotora a un niño? O, ¿al que tal vez se hace un niño cuando le conviene?
Sus antecedentes académicos no eran los mejores. Se dice (no he ido a la Facultad para corroborarlo) que salió tres veces mal en el examen de grado. Otros, más mordaces (no hay nada peor que la gente mordaz), aseguran que se pasó politiqueando horas de horas en el kiosco instalado en el patio de Derecho, durante todos sus años universitarios.
Eso no le hacía mal a nadie, sino a sí mismo, pero al asumir la Primera Magistratura, y recordemos que por mero chiripazo, fregó al país.
Apenas unas pinceladas para no agotar: recién hace unos días hacía soberanía en el extremo sur, cuando el problema estaba en la frontera norte; se las ha cantado claras y varias veces a Trump, no solo a destiempo, sino inmiscuyéndose, sin haber para qué, en los más cototudos asuntos internacionales; no recibe las cartas credenciales de nuevos embajadores, sino que ocupa su tiempo hasta lanzándose por resbalines… que termina echando a perder, tal cual como ha echado a perder este país que venía en alza y que lo ha dejado en baja.
Pero, para más remate, el Presidente se rodeó de comunistas. De militantes comunistas. Si hasta la vocera es comunista. Y su ministra del Trabajo, por supuesto también comunista, terminó candidateandose a la Presidencia, tratando eso sí de disimular la disciplinada militancia que la ha acompañado nada menos que desde su más tierna adolescencia.
El mandatario, además, quiso intervenir en la campaña presidencial disparando contra los candidatos que, por supuesto, no eran comunistas. Su propio grupo, el del Frente Amplio, los del Partido Comunista, los del kiosco, tuvieron que pedirle que callara, al menos durante el período pre-electoral. Era tarde. Chile ya estaba hecho añicos.
Lillian Calm
