Recibo periódicamente una publicación digital. Al parecer me la envían desde Valencia. Es Almudi, nombre que me suena bien pero que no sé exactamente qué significa a pesar de mis frustradas búsquedas en la web. He encontrado alternativas distintas.
Un día esta publicación digital llegó por primera vez a mis manos o, más bien, a mi computador… y me interesó. Pedí que me la siguieran enviando y ahora, que la recibo, siento quizás por falta de tiempo no detenerme en cada uno de sus artículos. Pero en esta oportunidad hay dos que me tocaron especialmente, quizás por el día a día que vivimos en Chile. Almudi me habla de la ONU y también del aborto.
El primer tema tiene como autor a José Antonio García-Prieto Segura. Fue publicado primero en elconfidencial.com y me llevó, entre otras materias, a una escena protagonizada en Naciones Unidas que yo guardaba vagamente en la memoria: aquella en que la madre Teresa de Calcuta habló en la asamblea general.
Premio Nobel de la Paz (1979) y canonizada en 2016, fue invitada a la Asamblea General de Naciones Unidas en 1985.
Escribe el autor del artículo digital: Vale la pena leer su discurso, del que solo mencionaré las palabras contracorriente que pronunció, sin miedo a lo políticamente correcto:
Las obras del amor comienzan en el hogar y son obras de paz. Todos queremos la paz y, sin embargo, tenemos miedo de las armas nucleares, y de la enfermedad del sida. Pero no nos asusta matar a un niño inocente, un niño pequeño no nacido, creado con el mismo fin: amar a Dios y amarles a ustedes y a mí.
Esto resulta una tremenda contradicción, y siento que hoy el aborto se ha convertido en el mayor destructor de paz. Nos asustan las armas nucleares porque es algo que nos toca, pero no nos asusta, a la madre no le asusta, cometer ese terrible asesinato. Incluso cuando el propio Dios habla de ello, dice: ‘Aunque una madre pueda olvidarse de su hijo, yo no te olvidaré. Te he grabado en la palma de mi mano, eres precioso para mí, te amo’.
Esta publicación digital, Almudi, me llevó a detenerme, también, en otro artículo firmado por el escritor y periodista Bryan Lawrence Gonsalves. Escribe desde Vilna, capital de Lituania, y me detengo en dos de sus párrafos:
¿Por qué la cuestión del aborto, posiblemente uno de los temas morales más profundos de nuestro tiempo, es señalada y acotada como si fuera solo territorio de ´los religiosos’? Si la dignidad humana importa, si importa la justicia para los vulnerables, si valoramos la ética, la compasión y la razón, nos debemos a nosotros mismos —y a los demás— afrontar esta cuestión con honestidad, no con etiquetas.
El valor de la vida humana no es una preocupación confesional. No es católica ni protestante, musulmana ni judía, espiritual ni secular. Es universal. Y cualquier sociedad que aspire a ser justa debe tratarla como tal. Esto no es un ‘asunto religioso’. Es un asunto humano. Y merece ser tratado con la seriedad y la claridad moral que corresponden a todos los asuntos humanos.
A veces nos hace falta mirar hacia afuera para, al menos, sopesar lo que sucede dentro de nuestras propias fronteras. Es más que necesario.