No me perdía detalle del argumento a medida que iba avanzando en las páginas, pero tuve que dejar por unos momentos el libro que estaba leyendo para oír las noticias. Me acababan de avisar que, una vez más, el Presidente Gabriel Boric se las había cantado claras a Donald Trump, y esta vez no en defensa de las universidades estadounidenses sino nuevamente de los museos…
Pensé: ¿qué le habrá dado por sermonear hacia el exterior en vez de centrarse, más bien, en lo que sucede en nuestro país plagado de asesinatos, secuestros, inmigración irregular, cesantía…?
En fin. El Presidente tendrá sus razones, y supongo que el Segundo Piso (así con mayúsculas) y la Cancillería estarán permanentemente al tanto de las intervenciones de nuestro mandatario.
Tras un encogimiento de hombros (es lo único que puedo hacer) retomé la lectura y deduje: los libros clásicos ayudan mucho a entender el presente y, a veces, también el futuro.
Entonces me volví a enfrascar en las páginas de Tartarín de Tarascón, el pequeño personaje que sueña con hacer frente solo a grandes aventuras.
Pero no hablaré de mi comprensión lectora, sino de Tartarín, creado por la imaginación de Alphonse Daudet, publicado por primera vez en 1872 y que se ha convertido en un clásico de la literatura francesa de todos los tiempos.
Originario de la ciudad de Tarascón, situada en la región de Provenza-Alpes-Costa Azul, este no es sino un pequeño protagonista que soñaba con grandes hazañas, como por ejemplo cazar leones en el África. Pero avanzan las páginas y Tartarín solo es capaz de enfrentarse a un león domesticado… hecho que le va a traer un sinfín de problemas anexos.
El personaje es el prototipo de ese ser que ignora las telarañas que oscilan desde todos los rincones de su propio hogar pero que, al mismo tiempo, sueña con arreglar los grandes baches del mundo entero.
Recomiendo la novela Tartarín de Tarascón. Especialmente a los chilenos. No quiero dar más luces sobre el argumento ni menos sobre el final, pero nos ayudará a comprender un poco más lo que estamos viviendo por casa. Es decir, puertas adentro.
Qué decidoras son las obras clásicas.
Nota: No me referiré por ahora a la intervención presidencial en el foro de Naciones Unidas. Debo ponderarlo más, para así evitar que la vocera me acuse de falta de patriotismo.