Soy escéptica y no en lo que se refiere a los vaivenes de la vida misma, sino cuando se trata del Partido Comunista. No les creo nada de nada. Jara sabe poner cara de oveja cuando se le pregunta por su filiación al Partido Comunista, mientras que don Lautaro trata de enredar al prójimo. Está todo estudiado. Y aunque entre ellos se hagan una y otra zancadilla (baste repasar la historia del Kremlin para comprenderlo) tienen todo predeterminado al milímetro.
Ella, que ve declinar la fuerza de los inicios como candidata presidencial, aseguró que si no sale elegida recurrirá a su curriculum vitae para buscar trabajo en una de sus profesiones. De paso nos recuerda, no somos tontos, que es tan tremendamente capaz que incluso tiene dos profesiones (abogado y administradora pública).
Jara es militante desde siempre. Y desde siempre es… desde siempre. Basta un cálculo matemático brevísimo: nació en 1974 (la época de la cuna de mimbre) y ya en 1989 se integró a las Juventudes Comunistas. Diez años después, en 1999, ingresaba al PC de veras, ese donde incluso ha integrado su Comité Central.
Y los comunistas son comunistas. Siempre recuerdo las palabras de Luis Corvalán quien, como Jeannette, también alcanzó a la cúpula del partido. Incluso la presidió.
Lo entrevisté cuando Salvador Allende acababa de asumir la Presidencia de Chile. Él ya llevaba más de tres décadas en lo que llamaba la lucha política y solo once años como secretario general del Partido Comunista, estatus en que permanecería otras tres décadas (porque los comunistas suelen ser de estatus vitalicios).
Corvalán fue un comunista de tomo y lomo: se asilaría en la Unión Soviética, fue distinguido con las Órdenes de Karl Marx, de Lenin y de la Revolución de Octubre, y obtendría el Premio Lenin de la Paz.
En un momento de la entrevista me dijo que no quería que sus palabras (ya no recuerdo qué palabras) se tomaran como una expresión favorable al mantenimiento del orden burgués.
-Este orden debe cambiar y la lucha por su cambio llevará aparejado un enfrentamiento constante contra las fuerzas reaccionarias.
Tomemos nota de los términos: orden burgués, lucha por el cambio, enfrentamiento constante, fuerzas reaccionarias. Y todo eso en una sola y breve frase.
Pero Corvalán no es el único parlamentario comunista que he entrevistado. El otro era un hombre culto: Volodia Teitelboim, también senador comunista.
Pensaba lo mismo que Corvalán, pero sabía decirlo tanto mejor. Me explicó:
-Soy político por deber moral, pues estimo que en un mundo que no está hecho a la medida del hombre, en una sociedad donde el lujo de unos pocos se paga con la pobreza y frustración de los más, tenemos que hacer todo lo posible por cambiar las reglas del juego y para hacer que la vida sea una posibilidad abierta para todos. Por lo tanto, para mí la política es por sobre todo una actitud ética que no puede asumirse sino con entrega y desinterés personal: es algo que los cristianos llaman apostolado.
Curiosa deducción, pero deducción al fin. Jeannette, en cambio, se hace la que está en otra, aunque persiga el mismo objetivo. Ella, por ejemplo, hace gala de su carrera liberal; en cambio Teitelboim, abogado como ella, nunca entendió por qué estudió Derecho. Me confesó:
-… por equivocación, por indolencia y también porque pensé que la carrera me exigiría muy poco estudio, me permitiría trabajar para ganarme la vida, me dejaría tiempo para escribir poesía y para actuar en la Juventud Comunista.
Jeannette, la comunista fotografiada otrora con la polera mata-pacos (lo que no deja de ser todo un tema), sigue siendo la misma de siempre, pero con algunas salvedades. No basta que se haya sacado la polera. Como señalé en una columna anterior, se ha aficionado al rouge muy rojo, al peinado formal, los visos y, por supuesto, los blazers de colores fuertes. La polera mata-pacos ha sido guardada, aunque quizás no por mucho tiempo.
Por ahora ella sigue paso a paso una estrategia calculada al milímetro, pero le está fallando: es que no se aprende bien las respuestas. No es capaz de salirse del libreto, como sí lo hacía Bachelet.
¡A quién se le ocurre preguntarle por temas como la nacionalización del cobre, si en Chile después de todo, ese es un asunto tan intrascendente! Y así con otros temas…
Un día dice que dejará el Partido. Al día siguiente se da cuenta de que no puede hacerlo y vuelve a ser la comunista militante que ha sido toda su vida. Al subsiguiente (y esto es de libro) dice que no es la mamá de ninguno de los dirigentes (frases básicas) y siempre aparenta iniciar un romance con moros y cristianos…. Pero sea como sea, todos los días una sola brújula mueve sus pasos y de ella no se separa jamás: en su fondo íntimo busca ser la Bachelet II (o, más bien, III). Una Bachelet, recordemos, hiper ideologizada y, sobre todo, que aparenta ser tan tremendamente encantadora.