Es un tema universal (en inglés se dice tantrum). Todos hemos asistido a pataletas de niños y, a veces, de no tan niños. Comienzan por taimarse, luego gritan, dan portazos, buscan salirse con la suya y qué sé yo. A los grandes a veces no nos queda otra que permanecer impávidos… porque no se los puede contradecir.
Ignoro la razón (debe haber alguna) que me ha llevado a comenzar esta columna hablando de psicología infantil, cuando mi tema era la política exterior. Pero, al fin, da casi lo mismo… siempre que las pataletas queden circunscritas a La Moneda o al barrio Yungay. Lo peligroso es que salgan más allá de nuestras fronteras.
Expertos en política exterior habrían aconsejado al Presidente no convocar a otros cuatro mandatarios a una reunión en Santiago el próximo 21 de julio; sin embargo, ¡ya se anunció en los BRICS!
Peros hay muchos: una cumbre internacional suele ser onerosa; produce dificultades de desplazamiento y distrae las fuerzas de seguridad en un país en que prolifera la delincuencia. Y lo más grave es que atenta contra la política exterior de Chile en momentos en que (no sé cómo decirlo) no hay que torear a Trump. No es subyugarse. Al contrario: evitar medidas que solo nos perjudican a nosotros.
Precisemos: la política exterior es el conjunto de decisiones y acciones asumidas por el Gobierno ante otros países y organizaciones internacionales. Definida por el Presidente es ejecutada por su canciller o ministro de Relaciones Exteriores.
Si bien el mandatario debe estar al tanto de todos los temas, así como tiene a un ministro de Agricultura para conocer el detalle de las exportaciones de cerezas a China; y a un ministro de la Vivienda para concretar el lento proceso de reconstrucción tras el mega incendio de Valparaíso, también cuenta con un canciller o ministro de Relaciones Exteriores para aconsejarse y actuar ante el mundo.
¿Le hará caso? No creo, porque Boric es voluntarioso. Conocí a Alberto van Klaveren hace décadas, cuando yo iba a reportear al Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile. Incluso fue su director. Siempre he tenido buena opinión de él, pero no creo que sea la persona indicada para enfrentar, si se dieran, negaciones o, peor aún si fuera el caso, arrebatos, pataletas, órdenes perentorias.
Abogado, profesor de Relaciones Internacionales, subsecretario de Relaciones Exteriores (administración Bachelet), Van Klaveren fue embajador en Bélgica, Luxemburgo y la Unión Europea, y estuvo a cargo del equipo jurídico que defendió los derechos de Chile en la delimitación marítima con Perú ante la Corte Internacional de Justicia (nos fue mal, pero ese es otro tema).
Van Klaveren fue un embajador político o designado por el Gobierno de la época, pero no es un diplomático de carrera. Parece trabalenguas: si bien un embajador no de carrera actúa como diplomático al estar acreditado en determinado destino, no es un diplomático de carrera a diferencia de quien ingresa a la Cancillería desde el último grado del escalafón, es decir, tercer secretario.
En todo caso Van Klaveren ha sido embajador; se mueve bien en el tema, pero no sé si es ducho en pataletas. Habría que preguntarle a alguno de sus hijos (creo que tiene dos). Supongamos que a uno de los hijos del canciller se le ocurriera desafiar a Trump… o invitar a su casa al desprestigiadísimo Pedro Sánchez (sugiero leer la prensa española). Ahí papá Van Klaveren tendría que intervenir. Pero, ¿podrá hacerlo? No creo que su carácter lo acompañe; tampoco que el niño ceda a las pataletas.
Ahora se le ha ocurrido a Boric, quizás pensando en su futuro (marzo en adelante), hacer de anfitrión y montar en casa, dentro de nuestras fronteras, un encuentro con quienes cree son hoy grandes líderes (Lula, desafiado por EE.UU.; Petro, por las cuerdas; el mismo Sánchez y Yamandú Orsi). El único que se salva es Orsi, el recientemente elegido uruguayo, porque por ahora, solo recién, va partiendo en el cargo.