CLAVES PARA UN CÓNCLAVE

 

CLAVES PARA UN CÓNCLAVE

Lillian Calm escribe: “La verdad es que no puedo sino quedar estupefacta ante tantos pronósticos nacionales como internacionales, que surgen desde las más variadas fuentes: que gana tal, que gana cual… Que se imponen Zutano o Mengano, cual lotería o bingo de barrio, que ni siquiera considera  la prioridad de un Gran Elector”.

Quizás algún lector prefiera llegar hasta aquí.

Es libre de hacerlo y le recomiendo no seguir. No quiero que termine contrariado, pues quiero aclarar mi plena convicción de que en el cónclave 2025, como sucedió en los anteriores, habrá un solo gran elector: el Espíritu Santo.

No requiere revestirse de casulla alguna para depositar su voto y ese voto será, si recurrimos al lenguaje prosaico, a ganador.

La verdad es que no puedo sino quedar estupefacta ante tantos pronósticos nacionales como internacionales, que surgen desde las más variadas fuentes: que gana tal, que gana cual… Que se imponen Zutano o Mengano, cual lotería o bingo de barrio, que ni siquiera considera  la prioridad de un Gran Elector.

La elección de un Papa es una tarea tejas arriba (Arriba, con mayúsculas), que no nos atañe a quienes, por ahora al menos, vivimos tejas abajo.

Estamos impresionados con la partida, prevista pero siempre sorpresiva, del Papa Francisco, quien nos deja, en lo inmediato, una misión: ser Peregrinos de la Esperanza en el Año Jubilar 2025,  tiempo de gracia, perdón y renovación espiritual.

Aún guardo por ahí, todo amarillento, uno de los primeros libros espirituales que leí en mi vida: Simón Pedro, escrito en la primera mitad del siglo pasado por el francés Georges Chevrot, autor clásico en la materia. Subrayé, entre muchos otros, algunos de sus párrafos:

No cederemos a la tentación, demasiado fácil, de oponer un Papa a otro, para no otorgar nuestra confianza sino a aquel cuyos actos respondan mejor a nuestras inclinaciones personales. No seremos de aquellos que añoran al Papa de ayer o que esperan al de mañana para dispensarse de obedecer al jefe de hoy.

Y continúa:

Leed los textos del ceremonial de la coronación de los pontífices y notaréis que ninguno confiere al elegido por el cónclave los poderes de su dignidad. El sucesor de Pedro tiene esos poderes directamente de Cristo. Cuando hablemos del sumo Pontífice eliminemos de nuestro vocabulario, por consiguiente, las expresiones tomadas de las asambleas parlamentarias o de la polémica de los periódicos, y no permitamos que hombres extraños a nuestra fe se cuiden de revelarnos el prestigio que tiene sobre el mundo el jefe de la cristiandad.

Desde la muerte del Papa (y perdóneme, la Academia, que ponga Papa con mayúscula, a pesar de todo lo que indiquen los expertos del idioma), lo que se llama sede vacante para un católico no es sino verdadera orfandad… hasta el momento en que la fumata blanca anuncie una vez más el habemus Papa.

Creo firmemente que, una vez más, el Espíritu Santo no solo desoirá la competencia entre candidatos papabiles que llenan espacios vanos, sino que también se hará eco de los requerimientos de la Iglesia universal que tanto espera de sus pontífices.

 

Lillian Calm

Periodista

01-05-2025

 

 BLOG: www.lilliancalm.com

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