Viajé para estar presente en esas elecciones presidenciales en que Vargas Llosa, el predilecto de tantos, perdió ante un descendiente de japoneses llamado Alberto Fujimori.
Fujimori, quien sería electo Presidente del Perú, era un desconocido que se medía con un escritor de fuste, a quien incluso los sondeos daban como ganador.
Yo no tenía esa impresión, pero muchos entendidos me aseguraron el triunfo presidencial de quien llegaría a ser Premio Nobel. No obstante taxi que yo tomaba, el chofer me aseguraba: “Gana el ‘Chino’”. Y ganó el “Chino” (que ni siquiera era chino) ante un derrotado Vargas Llosa.
Una opinión me había hecho entonces demasiado sentido. Francisca Edwards, mujer de sorprendente intuición y perspicacia, me aseguró el triunfo de Fujimori, lo que no preveía su marido, el embajador, y supongo que de ese tenor deben haber sido los informes diplomáticos que llegaban a Santiago. Ella me confidenció semanas antes: “Fujimori ganará las elecciones”. Cuando su predicción se convirtió en inesperada realidad, se limitó a comentarme: “Yo seguí con él un curso de poda de rosas”.
Tan impredecible fue su comentario como mi primera entrevista a Alberto Fujimori, el mismísimo día de las elecciones. Tras un día de reporteo, desde la embajada, donde me alojé, llamé al hotel en que se acuartelaba su comando y pedí hablar urgente con él. Dije que era periodista chilena. Pensó que lo llamaba de Santiago y en un hecho inusitado me salió al teléfono. Le hice una larga entrevista. Nunca le aclaré, ¿para qué?, mi paradero. Me encontraba solo a algunas cuadras de distancia.
Cosas de la vida: Fujimori, el “Chino”, terminó en la cárcel, mientras que el derrotado Vargas Llosa no solo obtuvo el Nobel de Literatura sino que se convirtió en personaje codiciado por las revistas del corazón.
Tres largas entrevistas -dos en Lima y una en Santiago, en el hotel Carrera- le hice a Alberto Fujimori durante su presidencia (1990 a 2000).
Más allá del acontecer diario de la política peruana, me resulta fascinante recordar por qué los peruanos se inclinaron por elegir a un “chino” que era japonés, y de doble nacionalidad peruana y japonesa, sin ni siquiera conocerlo.
Lo primero: los ojos rasgados producen una confusión entre chinos y japoneses, y además los chinos han sido muy bienvenidos en el Perú desde que comenzaron a llegar a esas tierras a mediados del siglo XIX y se mezclaron con sus anfitriones. Los japoneses, en cambio, emigraron recién en el siglo XX y la mezcla ha sido paupérrima.
Así, la mayoría de quienes eligieron a Fujimori lo consideraban “un chinito más”; por otra parte, el mestizo, elector mayoritario en el vecino país, prefería votar por el “Chinito” antes que por un blanco; y, más encima, esos electores individualizaban con simpatía, desde su niñez, al chinito de la bodega de la esquina (almacén) o del chifa (restorán). Para ellos no era un elemento extraño sino familiar.
Dicen que ese apoyo habría sorprendido al propio ingeniero agrónomo Alberto Fujimori, quien presentó su candidatura presidencial solo como un refuerzo a su candidatura a senador, ardid permitido en la legislación peruana.
En las largas conversaciones que sostuve con él hay preguntas y respuestas que resultarían hasta cierto punto surrealistas si se tratara de un mandatario occidental sin ancestros orientales.
-Usted me confidenció en una entrevista que había llegado a tener tres mil rosales cultivados con sus propias manos. ¿En qué están hoy día sus rosas?
-En Palacio de vez en cuando también tengo oportunidad de distraerme en la floricultura, pues hay aquí diversas plantas ornamentales entre ellas rosas.
-¿Y es usted, el Presidente en persona, quien hoy cultiva esos rosales?
-Sí. Los he cultivado y podado personalmente y puedo afirmar que su calidad ha mejorado en forma notoria. Con el simple manejo de la poda he llegado a tener hermosas rosas aquí en Palacio.
-Pero usted se distrae más que nada con la pesca…
-…es mi hijo Kenji (años más tarde congresista y quien se trenzó en una dura batalla con su hermana Keiko, congresista como él y asidua candidata presidencial) quien me induce a salir a pescar. ¡Y lo gracioso es que él consume el pescado casi vivito! (…) Crudito. Sin limón siquiera…
-¿Usted siente miedo, a veces?
-No. En ningún momento.
-¿Y miedo a la muerte?
-Tampoco.
-¿Cómo es su relación con Dios?
-Creo en Dios. Soy católico.
-¿Católico practicante?
-Practicante a medias. Trabajo sin pausa solo para el pueblo. Me debo a él.
Hubo, por supuesto, también en estos encuentros con el ex Presidente Alberto Fujimori preguntas y respuestas eminentemente políticas. Ya ni siquiera las recuerdo.
Lillian CalmPeriodista
12-09-2024
BLOG: www.lilliancalm.com