Llegué junto a mi amiga Amelia Allende a entrevistarla.
Han pasado décadas y, en forma casual, este Dieciocho, sintonicé en la radio Una pena y un Cariño. De inmediato reviví esos momentos junto a Lily Pérez Freire, la creadora e hija de un gran creador.
Vivía en una casa pequeña en calle Presidente Riesco, casi al llegar a Vitacura. Un gran piano presidía el salón y sobre él destacaba un álbum de cuero negro que había pertenecido a su padre; en letras doradas se leía: “Autógrafos: Osmán Pérez Freire”.
Sentada en un sillón, Lily Pérez Freire (moriría en 1988) evocaba nostálgica a esa familia de músicos, la suya, que solía reunirse alrededor del piano. En esos momentos de intimidad fueron compuestas muchas canciones selectas del alma chilena. Ahora a ella se la veía sola, muy sola. Hablamos solo de su música pero, estaba convenido, no de las tragedias vividas por los Pérez Freire.
-Mi padre desde niño tuvo una intuición musical enorme. Mi abuelo le fue enseñando la armonía y el contrapunto, sin darse cuenta de que iba a ser compositor. Y es justamente por eso que creo que ha perdurado su música: no es una mera improvisación, sino que tiene un gran contenido.
Entre esas composiciones (alrededor de trescientas) hay muchas y variadas. Explicó:
-Las hay de diferentes estilos: marchas, himnos, pero también según el estado de ánimo fueron surgiendo otras que hoy están muy arraigas en el cantar popular: La tranquera, El delantal de la china, El caballo alazán, Aquí estoy para quererte y muchas más, entre las que merece especial mención el tan célebre Ay, Ay, Ay, que se ha traducido al chino, alemán, francés, inglés, italiano, yugoslavo, japonés, húngaro…
Intérpretes del Ay Ay Ay
Entre quienes grabaron el Ay Ay Ay están, entre otros, Mario Lanza, Engelbert Humperdinck, Tito Schipa, Alfredo Kraus, Luciano Pavarotti, Plácido Domingo, Julio Iglesias, Nana Mouskouri, y en Chile, también entre otros, los Huasos Quincheros y Antonio Zabaleta.
Cantante y compositora, le preguntamos si pensaba interpretar alguna. Con sencillez nos respondió:
-Quieren que yo interprete algunas canciones mías, pero yo no me tomo en cuenta como compositora. Yo soy el reflejo de una familia de músicos.
El padre era compositor. La madre, intérprete. Su hermana Meche también componía. Y qué canciones. Juntas crearon Una pena y un cariño, Corazón de mujer, Atardecer y otras.
Ella, esa tarde, nos reveló que se sentía como la única exponente que podía trasmitir intacto el legado de los Pérez Freire.
Continuaba con sus recuerdos:
-La música fue la razón fundamental de la unión de mis padres. Después vinimos nosotras: mi hermana Meche, un año menor, y yo. Nacimos en ese medio, y cantamos y bailamos toda la vida, como un par de muñecas. Mi madre nos vestía y nos disfrazaba.
Y agregaba:
-Cada vez que mi padre componía algo, decía: “A mí me gustaría que las niñitas lo interpretaran”.
Ambas hermanas comenzaron a dar conciertos:
-Nunca estudiábamos: todo era espontáneo y nos seguíamos la una a la otra. Era muy curioso. Nadie sabía cuál era la primera voz y cuál, la segunda. A los seis o siete años, ya impostábamos. Uno jugando aprende a cantar.
Desde muy niñas, explicaba, comenzaron a asistir a los conciertos, lo que no era corriente entonces:
-Después componíamos. Tomábamos la guitarra y estudiábamos la letra de un texto nuestro. A mí se me ocurría una frase y mi hermana me seguía. O al revés. Así resultaron Una pena y un cariño, Corazón de mujer y Atardecer. Mi hermana tenía una capacidad extraordinaria. Después de una función de beneficencia donde ella actuó, alguien escribió: “La pequeña María Mercedes interpretó una canción y sorprendió al auditorio, porque no medía más de medio metro del suelo. La afinación y la musicalidad resultaron perfectas…”. Tenía entonces unos tres o cuatro años. Así se gestó en nosotras la musicalidad.
Antes del tiempo, de la época, de los días
-¿Cuándo actuaron por primera vez?
-Es como si me preguntaran cuándo aprendí a conocer las letras: antes de tener concepto del tiempo, de la época, de los días. Nacimos cantando, interpretando y actuando. Esa fue nuestra manera de enfocar el arte. Nuestra mamá nos fue enseñando palabra por palabra, y nosotras captábamos muy rápido
En el repertorio de las dos hermanas también estaban Schumann, César Franck y otros clásicos, todos interpretados a dos voces.
-No estudiábamos vocalización, sino diferentes repertorios. Poco a poco, día a día, íbamos aprendiendo piezas de mayor envergadura. Realmente nuestra maestra era la propia música. Además nos compenetrábamos de la intención del autor. Nuestros padres nos enseñaron la importancia del contenido.
Recuerda que para su padre, corredor de propiedades, la vida era la música. Muchas veces as dos hermanas se quedaban sentadas en un sillón escuchando a su padre componer en el piano. La madre disimuladamente apuntaba lo que él iba tocando. Pasaba el tiempo y ella le interpretaba uno de esos trozos, que a él le sonaban familiares. Muchas de sus obras permanecieron precisamente por ello… pues él componía en cualquier parte y en cualquier papel.
Y entonces, aunque ya estaba mayor, nos cantó Una pena y un cariño, mientras no podía frenar unas lágrimas que corrían desde su alma de artista. Desde un alma desolada.
Todo se fue en tu recuerdo
y te vi partir cantando,
de tu nombre no me acuerdo
mas la herida está sangrando.
Mucho, mucho te llevaste,
pero de eso no te riño
que algo grande me dejaste,
que algo grande me dejaste,
una pena y un cariño.