Antenoche recibí un WhatsApp de esos que, además, tienen título: la foto del dia. Era la imagen de un perro policial, ataviado con su imponente capa del Cuadro Verde; posaba (era un dibujo) mirando fijo a la cámara junto cadáver de su presa inerte, la que tenía aplastada con sus patas anteriores.
¿La presa? Naturalmente el perro Matapacos, negro como la noche oscura, con pañuelo rojo al cuello. Junto a él, la hoz y el martillo.
No me gustó la imagen, si bien desde un principio no sabía por qué. Tal vez porque me encontraba frente a una nueva evidencia de los unos contra los otros, y de los otros ante los unos, en que nos enfrentamos día a día quienes vivimos en el Chile de hoy.
Pero como el celular nos tiene mentalizados a recibir y reenviar, como autómata y como si tuviera un ordenador inserto en la mollera, sin pensarlo dos veces, se lo reenvié de inmediato a un gran defensor de los animales, a un querendón de perros y gatos, pero que a la vez ostenta la inapreciable gracia de no calarse el dudoso cartel de animalista, colectividad política en que los mentados perros y gatos no militan.
Por lo demás se puede ser amante de los perros y gatos… sin ser animalista. Recuerdo, sin más, que los dos Presidentes Alessadri, llevaban diariamente a La Moneda primero al gran danés de don Arturo y luego al bóxer, de don Jorge. Al de Boric lo dejaron en la zona austral, aunque tengo el pálpito de que no era propiamente suyo, sino más bien de su familia.
Mi amigo no animalista, pero que recoge y auxilia perros y gatos vagos, me respondió fríamente:
-No me gusta (léase el WhatsApp). El perro negro es inocente. El vencido debió ser un octubrista humano.
Y me agregó en un WhatsApp aparte:
-¿Qué habrá sido del perro verdadero? Quizás lo utilizaron para su publicidad y luego lo dejaron abandonado, tal como el Partido Comunista ha hecho, desde Lenin, con los tontos útiles.
No sé si mi amigo se remontó demasiado en la historia de las ideologías, pero luego y ya con los pies más en la tierra agregó que, sin dudarlo, su propio perro, recogido, por supuesto ha tenido mejor vida en manos conservadoras.
Tiene toda la razón, pensé: el perro ese, en manos conservadoras, como él dice no sin cierta ironía, no tiene estatua ni pañuelo rojo, pero comida, agua limpia y, sobre todo, chip y veterinario.
Temo que el octubrismo no se preocupó más del animal per se, al que se le inventaron diversas biografías; solo utilizó un pobre perro juguetón con vocación de callejero, que terminó idealizado hasta en un prendedor de solapas de quienes integran el gabinete ministerial actual (aunque parece que por las circunstancias, ya han tenido que sacárselo).
Pobres perros… Si bien no tienen alma humana, hay que reconocerles que tampoco se les ha ocurrido incendiar Chile. Fueron pacíficos en octubre de 2019, a pesar de destrozos y disturbios, y tampoco decidieron, el verano pasado, incendiar desde distintos focos Valparaíso y Viña del Mar… sin que hasta el momento se haya podido encontrar a ningún humano que, por supuesto, sea el verdaderamente culpable.
Lillian Calm
Periodista
16-05-2024
BLOG: www.lilliancalm.com