Extraña que el nuevo embajador de Argentina (es nuevo porque recién asume, pero no es novel porque lleva años en la carrera diplomática) ya aparezca cuestionado. Incluso el rechazo a sus palabras logró algo impensado: unir a nuestros tan distanciados sectores políticos.
Recordemos: no solo ninguneó (a pesar de que él lo niega) al delegado provincial de Los Andes, sino que en una intervención muy poco afortunada puntualizó que mi país ya era potencia agrícola mientras ustedes recién aprendían a comer.
Se disculpó; es verdad. Pero el hecho desdice del embajador del Presidente Javier Milei. Mientras Chile ha enviado a Argentina a José Antonio Viera Gallo, uno de sus mejores representantes (desgraciadamente no se puede decir lo mismo de algunos que han asumido en otras sedes diplomáticas), el Gobierno trasandino designó en Santiago a un diplomático que aparenta no saber de diplomacia… aunque llegó a Canciller.
El momento es singular. A fines de 2024 se cumplen 40 años del Tratado de Paz y Amistad con Argentina y, aunque nuevas generaciones lo desconozcan, estuvimos a punto de una guerra.
Doy fe porque como periodista tuve que reportear muy de cerca ese cuasi enfrentamiento. Viajé a Buenos Aires, a Roma (el Papa Juan Pablo II aceptó ser mediador), y sobrevolé más de una vez la zona austral.
El peligro real existió y es necesario extremar las buenas relaciones que hoy existen entre dos países que tienen una de las fronteras más extensas del mundo.
Con el cardenal Samoré
Frases destempladas de hoy contrastan con otras muy templadas de la diplomacia vaticana. Tal vez como antítesis recordé una entrevista que le hice a Antonio Samoré, cuyo nombre lleva hoy uno de los pasos internacionales más importantes con Argentina.
El cardenal logró evitar una guerra, como representante de Juan Pablo II en la búsqueda de una salida al conflicto limítrofe. En Roma y a instancias del delegado chileno ante el proceso, embajador Enrique Bernstein, aceptó recibirme en su departamento del Vaticano, junto a su asistente, monseñor Faustino Sainz.
Fue a las seis de la tarde de un día miércoles, a escasos metros de la plaza de San Pedro, donde en esos mismos momentos Juan Pablo II recibía a fieles del mundo entero. Lo recuerdo demasiado bien, porque fue el miércoles anterior a aquel en que Ali Agca disparó contra el Papa.
Esquivé con dificultad a la multitud y logre llegar a la plazoleta de Santa Marta. Toqué el timbre en uno de los departamentos de los edificios adyacentes y fue él, el cardenal en persona, quien me abrió la puerta.
Maestro de la diplomacia se cuidó bien, después de tantos meses de silencio, de hacer ese mismo día unas declaraciones a Radio Vaticano y de invitar, también a las seis de la tarde, a dos periodistas argentinos. Solo uno llegó puntualmente y el cardenal decidió esperar unos minutos al otro, tiempo maravilloso para conversar con él. Llevaba calculados casi quinientos encuentros relativos a la mediación con ambas partes, en el Vaticano, en Santiago y Buenos Aires.
Habló del momento mismo en que se encontraban las conversaciones, tanto con uno de los periodistas argentinos (el otro demoró unos veinte minutos en llegar) como conmigo.
Se hizo a sí mismo una pregunta que se contestó en el acto. Destacó que el Papa “es una autoridad moral para todo el mundo que no tiene igual”. Y agregó: “La pregunta es: ¿Tiene interés personal en la mediación? Les puedo contestar que sí. Como decimos aquí en Roma, ‘papale, papale’, es decir, un sí rotundo. En una reciente audiencia privada (había sido 24 horas antes) yo mismo le dije: ‘Padre Santo, me preguntan a veces si Vuestra Santidad tiene interés personal…’. Me ha interrumpido. No me ha dejado terminar la frase y me ha dicho que está ‘interesadísimo’. ¿Conoce el asunto? Yo diría que incluso conoce los detalles. Tiene un interés sumo en el buen éxito, no por él sino por los dos países”.
Siempre que el Papa se encontraba con el cardenal Samoré le preguntaba en qué iban: “Cuando le digo ‘buen viaje” o ‘bienvenido’, antes de decirme ‘gracias’ me pregunta: ‘¿En qué vamos, en qué estamos?’ o ‘¿cuáles son las últimas noticias?’ Y eso ocurre siempre, como si yo tuviese escrita la palabra mediación en la frente”.
La entrevista había terminado. El periodista argentino que llegó atrasado le pidió a su connacional que le prestara la grabación. El otro, el puntual, que no era del mismo medio trasandino, le dijo que no. Que él tenía la culpa de haber llegado atrasado. Intervine y, sin doble intención alguna, le dije al rezagado que yo no tenía problema en prestarle mi grabadora.
El cardenal Samoré no dejó pasar el momento y juntando ambas manos musitó: “Esto es lo que yo quiero lograr: la hermandad entre Chile y Argentina”.
Recuerdo aquí un hecho nimio, pero han transcurrido ya casi cuarenta años y lo revivo como si fuera hoy. Es importante superar hasta los más mínimos malentendidos, producto a veces de frases que pueden parecer ingeniosas pero que solo comprende quien las pronuncia. Eso puede ser muy peligroso.
Lillian Calm
Periodista
28-03-2024