CATORCE DE FEBRERO

 

CATORCE DE FEBRERO

Lillian Calm escribe: “¿Podrán quienes procuran vivir su fe y este año quieran celebrar la fecha adelantarse en las celebraciones del supuesto san Valentín para la víspera?

¿Por qué lo digo? Paradójicamente este preciso miércoles 14 de febrero coincide en 2024 con el Miércoles de Ceniza, inicio en el mundo católico de la Cuaresma: un día santo, más aún uno de los dos del año (el otro es Viernes Santo) en que a los fieles se pide ayuno y abstinencia”.

   

 

Unos días de campo me llevaron, en una casa también de campo, a la lectura de un libro (era prestado) que no alcancé a terminar. Me fui quedando pegada en las treinta primeras páginas. El autor, Tomás Trigo, nos lleva a descubrir el amor de Dios junto a la francesa Gabrielle Bossis, escritora, actriz y mística, quien murió a mediados del siglo pasado.

Esta traducción al castellano nos interpela. Perdón. A mí me interpela, aunque me imagino que son muchos quienes, con plena libertad por lo demás, leerán estas líneas escépticos, pero aunque me dé pena, están en su derecho.

Me detuve en un capítulo subtitulado Dios tiene corazón que, advierto, no es apto para todo lector:

 

Sin duda nuestra imagen de Dios es muy pobre. Imaginamos quizá su infinita perfección, su plena felicidad y su absoluta inmutabilidad lo convierten en un ser sin vida y sin corazón. Pero no es así. La inmutabilidad de Dios no es la de una estatua de mármol, no es indiferencia ni lejanía. Dios es Amor, Es Vida, nos ama con pasión, se vuelca en cada uno de nosotros con un amor lleno de ternura. Y como a un padre o a una madre de la tierra, le gusta que le manifestemos nuestro cariño. Dios disfruta de las caricias de sus hijos y le agradan nuestras más pequeñas muestras de amor, hasta el punto de decir que las agradece. ¡Él a nosotros!

Y sigue:

A Dios le duelen la falta de confianza, la desatención y el menosprecio de sus criaturas; a la vez, se siente consolado cuando un hijo suyo le dice de todo corazón: ‘Dios mío, te quiero’.

 

Quizás sea una osadía abordar este tema cuando la interrogante de san Alberto Hurtado sigue más vigente que nunca. En 1941 inquirió a través del titulo de uno de sus  escritos:  ¿Es Chile un país católico?

Sigo temiendo la respuesta.

Más aún, de pronto caí en la cuenta de que el próximo miércoles 14, es el llamado Día de los Enamorados o de san Valentín, de quien no se sabe ni siquiera si existió. El Papa Pablo VI lo eliminó del santoral ya a fines de los sesenta, por estar inspirado en una simple leyenda. Así esa fecha dejó de ser una fiesta religiosa para convertirse en una fiesta netamente comercial… lo que no tendría razón para no ser aceptado.

Este no es un decir: Galerías Preciados, uno de los centros comerciales más grandes que ha existido en España, importó la idea de países anglosajones. Y hoy si bien ya no está Preciados, la fecha sigue suponiendo regalos, algunos nada de austeros, y  asimismo se suceden grandes ofertas gastronómicas y hoteleras.

¿Podrán, quienes procuran vivir su fe y al mismo tiempo quieran celebrar la fecha, adelantarse en las celebraciones del supuesto san Valentín para la víspera?

¿Por qué lo digo?

Paradójicamente este preciso miércoles 14 de febrero coincide en 2024 con el Miércoles de Ceniza, inicio en el mundo católico de la Cuaresma: un día santo, más aún uno de los dos del año (el otro es Viernes Santo) en que a los fieles se pide ayuno y abstinencia.

¿Por qué esa penitencia? Porque se trata de un tiempo de conversión para los cristianos. Nos sitúa en el inicio de la entrega del amor supremo  de Jesucristo, por quien fuimos redimidos.

No es un miércoles tomado al azar: inicia las seis semanas o  cuarenta días antes del Jueves Santo, y antes a su vez del Viernes y Sábado Santos, y del Domingo de Resurrección, la más grande de las fiestas de la cristiandad.

El próximo miércoles incluso se impone la ceniza en la frente de los fieles  (obtenida de los ramos bendecidos el Domingo de Ramos del año litúrgico anterior). La fecha es móvil (entre el 4 de febrero y el 10 de marzo) porque se ciñe al ciclo lunar. Simboliza la penitencia y el arrepentimiento, y el sacerdote impone ceniza en la frente de cada fiel, mientras repite una de estas dos frases: Conviértete y cree en el Evangelio o Recuerda que polvo eres y en polvo te has de convertir, para así no olvidar que nuestro lugar definitivo es el Cielo.

Insisto: esta no es una columna apta para todo lector. Más de alguno, a lo menos, va a fruncir el ceño.

 

Lillian Calm

Periodista

08-02-2024

 

 BLOG: www.lilliancalm.com

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