Lillian Calm escribe: “ A través de las páginas tituladas Nilahue, tierra fecunda , se desarrollan sucesos históricos y sus repercusiones, relatados con el rigor del abogado, que no duda en respaldar con documentos pretéritos el devenir de las diferentes generaciones (sentencias y alegatos que se remontan incluso al Génesis, Grecia, Roma y mucho más allá)”. Historias de familia, al menos las que han caído en mis manos, no suelen ser tan rigurosamente documentadas. Aquí sin embargo estamos ante la suma de factores que se conjugan para que esta realmente lo sea. Aunque, pienso, tal vez la clave está en que más que las memorias de los Baraona, que de por sí dan para toda una zaga, el verdadero protagonista de estas más de trescientas páginas recién publicadas es otro; o, más bien, otra: la tierra de Nilahue, testigo por siglos de alegrías y dolores, de un esfuerzo constante que buscaba ser perdurable y que sin embargo sufrió un despojo violento, amén de terremotos e incendios ...