ESTOY EN CHILE, PERO NO ESTOY EN CHILE

 

ESTOY EN CHILE,

PERO NO ESTOY EN CHILE

 
Lillian Calm escribe: “Me dio pena, en esa ida al centro, ver a algunas  mujeres…  en ropa interior. Pienso: a lo mejor salieron apuradas, muy temprano en la mañana, y no tuvieron tiempo para vestirse. Es lo más seguro. ¿Será esto lo que llaman los signos de los tiempos?”.

Curioso. No he viajado. Estoy segura de que no he sacado pasaje para parte alguna. Ni siquiera al Sudeste Asiático, destino, hoy día, no de los mayores pero de la mayoría de los millenials. Total, decisión de ellos: siempre enriquece conocer otras culturas. 

El problema mío es que esa otra cultura yo la he venido a encontrar no en el Asia, sino en mi propio país, en mi propia ciudad, en mis propias calles, que han llegado a ser, tengo que reconocerlo, cada vez menos propias.  Me son ajenas, lejanas, remotas.

¡Si hasta les han cambiado de nombre a las calles! Y son nombres, los últimos,  que al menos yo no consigo retener. Antes le podía pedir a un chofer de taxi, por ejemplo, que me llevara a la avenida Bulnes…  

No logro aprenderme el nombre nuevo, reciente. Pero he descubierto que no es tan grave. He optado por seguir diciéndole al chofer avenida Bulnes, y él me entiende; y no solo eso: llegamos a la avenida Bulnes.

En todo caso mi tema de esta columna es otro. La moda. Tuve que ir al centro de Santiago y me encontré con que muchos señores no solo se han quitado el terno y la corbata, sino que ahora andan en traje de baño por Agustinas, Huérfanos, Estado… como si estuvieran en El Tabo o Isla Negra. O quizás en Las Salinas. Y para más remate calzan ya no zapatos, sino unas colorinches sandalias de goma llenas de hoyitos…

Yo pensaba, antes de esa ida al centro de Santiago, que las buenas maneras eran un invento y una necesidad seculares que no variaban debido al cambio climático, fenómeno que, si bien existe, ha llegado a ser el pato de la boda al cual culpamos  de todos los males que nos pasan.

Oscar Wilde, con su humor infinito, sostenía que  la moda era tan fea que por eso había que estar cambiándola constantemente. Pero lo que yo vi no es humor ni es moda. Es chabacanería. Es chacrear incluso el centro cívico de un país.

Leo:

Definición RAE de chacrear según el Diccionario de la lengua española: 1. tr. coloquial. Chile. Hacer que se pierda el carácter propio de una situación.

 Me pregunto:

¿Dónde ha quedado el carácter propio de Chile? ¿Existe algo de ese carácter propio todavía?

 Me dio pena, en esa ida al centro, ver a algunas  mujeres…  

en ropa interior. Pienso: a lo mejor salieron apuradas, muy temprano en la mañana, y no tuvieron tiempo para terminar de vestirse. Es lo más seguro.

¿Será esto lo que llaman los signos de los tiempos?

Puede ser.

No dejo de recordar que hace solo unas décadas (yo ya reporteaba) uno se ponía a tono para cruzar el centro de Santiago.

Algo más me impresionó: ahora los transeúntes no hablan, sino que se gritan unos a otros.  Conversan a gritos.

No me referiré, en esta columna, a la palabra comodín que utilizan. Eso da para muchos otros escritos. O, quizás, para ninguno.

Mejor releo la definición del Diccionario de la Real Academia Española.

Chacrear:

Hacer que se pierda el carácter propio de una situación.

 

Lillian Calm

Periodista

30-11-2023

 

 BLOG: www.lilliancalm.com

Entradas populares de este blog

AL LEER EL ALLENDE DE DANIEL MANSUY

LA ZAGA DE NILAHUE… Y TAMBIÉN DE LOS BARAONA

EL “HIPERCONECTADOS” DE UN HIPERCONECTADO