EFEMÉRIDE PARA FIDEL

 

EFEMÉRIDE PARA FIDEL

 

Lillian Calm escribe: “No comprendo cómo al Gobierno del Presidente Gabriel Boric, tan sensible a las conmemoraciones, se le haya pasado por alto la efeméride de mañana. A mí no, pues tengo muy presente que en esos días se exacerbó mucho más el antagonismo y Chile ya nunca más volvió a ser el mismo. Fidel venía a visitar a Salvador Allende, a quien tanto admiraba. Mejor dicho, se admiraban mutuamente”.

Mañana viernes 10 de noviembre se cumplen exactamente 52 años desde esa tarde en que debí partir al aeropuerto porque aterrizaba Fidel Castro, quien haría una breve visita a Chile. En el diario me habían encargado que reporteara la permanencia del premier cubano y, por supuesto, nada me hacía vislumbrar que me vería obligada a seguir durante casi un mes al singular personaje…  que se quedó y se quedó y se quedó.

Pero, ¿cuánto tiempo duró su visita? Tres semanas, hasta el 4 diciembre (dos días después de la Marcha de las Cacerolas), estancia que se convirtió en una situación más bien propia de la época del Gengis Kan, conquistador mongol del siglo XII, centuria en que los medios de transporte se encontraban más atrasados que en el siglo XX y los viajes se alargaban en forma interminable.

Por supuesto tomé el pauteo tan a la letra, que la primera vez que lo vi, al llegar, fue en el instante mismo en que emergió del avión, posado en el entonces casi recién inaugurado aeropuerto de Pudahuel, a las cinco de la tarde de ese 10 de noviembre de 1971.  

No comprendo cómo al Gobierno del Presidente Gabriel Boric, tan sensible a las conmemoraciones, se le haya pasado por alto la efeméride de mañana. A mí no, pues tengo muy presente que en esos días se exacerbó mucho más el antagonismo y Chile ya nunca más volvió a ser el mismo.

Fidel venía a visitar a Salvador Allende, a quien tanto admiraba. Mejor dicho, se admiraban mutuamente.

Curioso personaje: por supuesto, estaba vestido de Fidel Castro; era más alto de lo que yo creía, más delgado de lo que yo creía y su barba, más rala de lo que yo creía.

No dio entrevistas, pero sí habló mucho. Más bien demasiado y, naturalmente, se lanzó en picada, y más de una vez, contra la libertad de prensa.

Así, por ejemplo, el 29 de noviembre de 1971, en una concentración con mujeres en el estadio Santa Laura, vociferó:

 

Un líbelo aquí del fascismo sacó cuatro fotografías mías…andaban velando si estaba comiendo una empanada, si estaba tomando un vino para sacar una serie de fotografías, pintándonos a nosotros como un glotón comiendo, y decir: desabastecimiento. ¡Vean qué truco, qué intriga, qué asquerosidad, qué ruindad! Para eso quieren esa libertad de prensa de que hablan…para engañar, para mentir…

 

Ese mismo día, en una reunión con sacerdotes representantes del movimiento a favor del socialismo, también en Santiago, insistió:

¿A qué se dedican todos los medios de comunicación hoy día? Despertar el ansia de consumo, corromper a la gente. Esa es la verdad. Eso no se puede negar. No viene de Cuba, donde nuestros periódicos despiertan la solidaridad humana, que hay que ayudar a Viet Nam, que si hay terremoto en el Perú que entreguen la sangre. Y en esta sociedad venden la sangre, hasta el alma venden…

No eran inusuales los ataques de Fidel a los medios periodísticos.  Eran reiterados. Es fácil googlearlos hoy día solo escribiendo Fidel y la prensa.

Recuerdo que en esa época, tan pretérita, ya era usual de parte de algunos gobernantes atacar la libertad de prensa (todavía los hay). A esa misma libertad de prensa que ahora nos permite informarnos de que casi una decena de deportistas cubanos de elite acaban de desertar de la Villa Panamericana en búsqueda de horizontes más libres en Chile. Esto exactamente 52 años después del singular aterrizaje de Fidel en nuestra capital.

 

Lillian Calm

Periodista

09-11-2023

 

 BLOG: www.lilliancalm.com

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