Y AÚN MÁS DE GONZALO VIAL

Y AÚN MÁS DE GONZALO VIAL

Lillian Calm escribe: “…me preocupa, y mucho, que se hayan reproducido solo en parte las palabras del historiador Fernando Silva Vargas -a cargo de la presentación del libro-, que no solo me siguen tintineando; se me grabaron porque, pienso, no son palabras del todo ajenas al Chile de hoy. Me atrevería a decir que ahí está delineada la génesis del país en que hoy vivimos y por eso he querido reproducir párrafos que hablan por sí mismos”.

Al presentar el libro  , Gonzalo Vial Correa. Un hombre que amó a Chile, el cuasi médico, abogado y definitivamente historiador Fernando Silva Vargas me llevó a  revivir otras décadas; y no solo aquellas en que trabajé como periodista, primero en la revista Portada, años más tarde en el semanario Qué Pasa y luego en el diario La Segunda.

Muchos de esos nombres que desfilaron por su singular presentación habían sido, también, mis profesores en  la carrera de Periodismo de la Universidad Católica, en la recordada casona de calle San Isidro. No dudo de que al egresar, en esos medios periodísticos nos siguieran formando.

El libro sobre el historiador tiene la particularidad de haber sido escrito por su hija María Paz, por su hermana Elena y por el historiador Álvaro Góngora. Se trata de una obra muy personal en que, además de una selección de columnas de Gonzalo Vial publicadas en el diario  La Segunda, se devela el pensamiento de uno de los más importantes representantes no solo del periodismo: su historia abarca cinco siglos: Desde los primeros pobladores prehispánicos hasta el año 2006.

Pero me preocupa, y mucho, que se hayan reproducido solo en parte las palabras del historiador Fernando Silva Vargas –como ya señalé, a cargo de la presentación del libro-, que no solo me siguen tintineando; se me grabaron porque, pienso, son palabras no del todo ajenas al Chile de hoy. Me atrevería a decir que ahí está delineada la génesis del país en que hoy vivimos y por eso he querido reproducir párrafos que hablan por sí mismos.

No sé si tenga o no licencia para hacerlo, pero mi propósito es reproducir algo de esa presentación para así contribuir a que estas líneas se conozcan no solo entre los historiadores, sino también entre quienes olvidamos episodios, aunque a veces sean meras anécdotas, de ese pretérito que claramente nos lleva  a nuestro presente.

 

TOMA DE LA UC

“A mi retorno a Chile (Fernando Silva había viajado a Sevilla a investigar en el Archivo de Indias), a mediados de 1967, me encontré con el comienzo de las ‘tomas’ de universidades. Como en esa época los cursos eran anuales y no semestrales, no tenía que cumplir obligaciones docentes en las universidades de Chile y Católica, en las cuales trabajaba. De ahí, pues, que tuve tiempo suficiente para conocer por dentro el desarrollo del proceso, y pude mantener conversaciones con muchos de los más implicados en él. Y debo precisar unas afirmaciones que al respecto se hacen en este libro. Se dice allí que el gobierno de Frei Montalva vio ‘con ojos’ favorables la ‘toma’, y que el cardenal Silva Henríquez pensaba que el rector monseñor Silva Santiago debía abandonar su cargo. Son términos demasiado suaves. En realidad, el gobierno de Frei intervino activamente en esa operación, por intermedio de su ministro Gabriel Valdés, y el cardenal Silva Henríquez le pasó su propia lapicera al arzobispo de Concepción, obligándolo a que firmara su renuncia. Sospecho que Gonzalo comprendió de inmediato el carácter netamente político del movimiento, y renunció a la Universidad Católica para no volver más a ella. Algo similar había hecho antes Jaime Eyzaguirre, vejado por los alumnos y no defendido en su momento por el rector Silva Santiago. Yo renuncié poco más tarde, cuando advertí los coordinados movimientos de ciertos profesores para lograr el control de la universidad. De esos días tan oscuros para el quehacer académico, me quedan, como malos recuerdos, las multitudinarias y extensísimas reuniones de profesores que buscaban una salida al problema, y la importante intervención del secretario general de la universidad de ese entonces, que, en algún momento de uno de los tantos debates, dio, con un grito, la solución adecuada: ‘¡El que no salta es momio!’”.

 

DESPUÉS DE JAIME EYZAGUIRRE

“La muerte de Jaime Eyzaguirre, en septiembre de 1968, puso en marcha un proyecto que un grupo de sus discípulos había considerado junto a él en largas conversaciones, y que consistía en publicar una revista que recogiera nuestras ideas y que hiciera frente a los desvaríos que estábamos presenciando (…) El resultado fue la revista Portada, diagramada por Jorge Swinburn e ilustrada por Vittorio Di Girolamo, cuyo primer número apareció en enero de 1969. El director de la publicación fue Gonzalo, quien estuvo a cargo de ella durante tres años. Después lo fue Patricio Prieto y, a continuación, quien les habla. Aunque teóricamente la revista era mensual, los problemas económicos demoraban la aparición del número siguiente. Con todo, tengo la impresión de que si bien su influencia no fue grande —continúa siendo un deleitoso bocado para sociólogos y politólogos de izquierda—, sirvió para darle una fuerte cohesión al grupo que la editaba. Y me parece indispensable subrayar que si bien sus integrantes podrían ser calificados de conservadores, había profundas diferencias entre ellos en la manera de interpretar los acontecimientos políticos. La revista dirigió sus dardos en contra de la Democracia Cristiana y su gobierno, con sus reformas tan mal pensadas en materias esenciales, como la protección de la familia, la educación y el agro. Era difícil no advertir que los beneficiados con esas reformas habrían de ser los partidos de izquierda, como efectivamente ocurrió. La universidad fue uno de los asuntos más sostenidamente examinados por la revista. Y el otro grande y doloroso tema abordado por Portada fue la situación de la Iglesia. En ella se llegó a excesos lamentables en materias fundamentales de la fe, que culminaron durante el gobierno de la Unidad Popular, y que están tan bien expuestos en esa imagen atroz de numerosos sacerdotes sentados en el suelo, rodeando la silla en que estaba Fidel Castro: los discípulos a los pies del maestro”.

 

NACE QUÉ PASA

“Tras la elección de Allende era evidente el sesgo que habría de adquirir la acción política, lo que explica que varios de los fundadores de Portada decidieran publicar una revista semanal, que se llamó Qué Pasa. Ellos fueron Gonzalo Vial, Cristián Zegers, Jaime Martínez, Joaquín Villarino y Emilio Sanfuentes. Estuve ausente de la etapa fundacional de la nueva publicación, que apareció en abril de 1971 (…) No obstante que la revista Qué Pasa era esencialmente periodística y, por tanto, estaba marcada por la rapidez y la agilidad para recoger y analizar lo inmediato, Gonzalo pensaba que debía tener una sección diferente y más atemporal. Así nacieron los ‘Cuadernos Históricos’, de cuya elaboración me hice cargo. La primera serie se llamó “La sangre del pueblo” —nombre terrorífico dado por Gonzalo—, y trató de los varios movimientos obreros del primer cuarto del siglo XX que terminaron en brutales represiones. Aunque eran trabajos hechos con gran velocidad, sus fuentes eran los diarios y creo que no tenían demasiados errores. No sé si fue un presentimiento de Gonzalo, pero el hecho es me pidió más adelante que escribiera sobre el gobierno de Balmaceda y la revolución. Y ocurrió algo muy sugestivo: la aparición del número en que se trataba acerca del nombramiento como ministro del Interior de Belisario Prats, coincidió con el nombramiento por Allende del general Prats como ministro del Interior”.

“Tras la caída de Allende, la prensa existente, bien escasa, fue sometida a una rígida censura. Me pareció inaceptable que se nos aplicara tal fórmula a quienes habíamos hecho una oposición abierta al régimen marxista. Porque ni siquiera este nos molestó por lo que escribíamos en su contra. Por tal motivo renuncié a Qué Pasa y a la dirección de Portada (…) Gonzalo continuó en la dirección de Qué Pasa hasta fines de 1974, y entonces decidió dedicarse por entero a su proyecto histórico, sin perjuicio de lo cual continuó ayudando con sus escritos a la revista”.

 

MINISTRO DE EDUCACIÓN

“Las tan justificadas inquietudes de Gonzalo Vial por la educación, expresadas en sus increíbles obras que han sido los colegios y la fundación, lo llevaron a aceptar el cargo de ministro de ese ramo. Un día recibí un llamado de este para invitarme a almorzar al ministerio. Allí sondeó mi disposición a colaborar con él. Le agradecí el ofrecimiento, pero lo decliné. Y le expliqué la razón: mi primer trabajo como abogado lo realicé en lo que entonces se llamaba Ministerio de Tierras y Colonización. Me había llevado Julio Philippi, quien, apasionado por el mundo aborigen, ya me había hecho participar en un proyecto de investigación sobre los mapuches para una universidad alemana, y quería reforzar la Dirección de Asuntos Indígenas. Allí conocí bien a los mapuches, es cierto, pero mejor conocí el funcionamiento de la burocracia estatal. Y la gracia de esta es que no puede funcionar, capturada, como está, por los partidos políticos. Al igual que un geólogo que examina los diversos estratos que presenta una formación rocosa, en el Ministerio de Educación, tal vez más que en otros, un observador puede determinar las capas de funcionarios según las épocas y los partidos. Cuando Gonzalo fue ministro, la formación más antigua y ya muy reducida era de raigambre radical; a esta seguía la democratacristiana y la tercera era la socialista, cuyos integrantes iban entonces bien vestidos y afeitados. Es fácil entender el interés de las corrientes políticas de izquierda en ese ministerio: su control permite, a través de los programas de estudio, influir de manera decisiva en las generaciones jóvenes: en vez de enseñarles a pensar, los contenidos de los programas están concebidos para enseñarles a pensar exactamente como otros piensan. ¿Puede hacerse algo en tales condiciones? Le sugerí a Gonzalo un nombre, y esa persona aceptó ayudarlo. Y a pesar de todas las dificultades que en verdad experimentó, estoy convencido de que su acción en el ministerio fue absolutamente determinante en el profundo cambio producido en la educación superior. Y que, de paso, lo llevó a su remoción. Cuando, al saber de ella, fui con mi mujer a ver a Gonzalo, estaban en su casa Ricardo Rivadeneira y Merce Hurtado, y algo nos explicó sobre el final inesperado de su gestión, pero quedé con la impresión de que no conocía las verdaderas razones de ella. La explicación que al respecto da esta biografía me parece muy atendible”.

 

EL TÍTULO DEL LIBRO

“A la pregunta de por qué razón Gonzalo actuó con semejante intensidad y dedicación en tantos y tan diversos escenarios, atendiendo además, y con especial cuidado, a su numerosa familia, la respuesta está en el título del libro: porque amó a Chile. No fue un político, pero se preocupó de la política y, en especial, de los políticos. Tenía absoluta claridad de cuán importante es una buena política para mantener la salud social. Y sabía que lo fundamental en esa materia eran la familia y la educación, justamente los dos ámbitos en que los progresistas de izquierda y de derecha han competido en su afán de debilitarlos y destruirlos. ¡Con qué fuerza subrayó sus ideas en el espléndido vespertino que fue La Segunda!”.

“Su amor por Chile era grande, sin duda, pero lo era porque veía en nuestro país la posibilidad de servir. Y el servicio a los demás, tal como lo practicó con incansable tesón, era la obligación que tenía como católico de fe profunda, sólida y reservada. Es imposible ignorar la inquietud con que observaba el sostenido y hábil ataque que se hacía, mediante leyes y decretos, a la familia y a la educación, y que, en último término, estaba dirigido a destruir la armazón moral de la sociedad. Todos nosotros hemos visto cuán fácil ha sido instalar en la conciencia de los chilenos que el calificativo de ‘normal’ carece de asidero. Y si nada es normal, nada puede ser considerado anormal. Más de alguna vez, en medio de sus habituales gesticulaciones con los brazos, Gonzalo nos anunciaba que, al paso al que íbamos, podríamos asistir a la aprobación legal de las más retorcidas y aberrantes conductas que había sido capaz de imaginar. Y no han debido transcurrir muchos años para que veamos que las previsiones de Gonzalo, que en su momento nos causaron risa, se han cumplido. Como parece evidente, el referido ataque ha producido otro efecto, inesperado para algunos promotores del ataque aludido: la anomia que hoy impera en nuestra sociedad”. 

“¡Qué falta nos hace hoy un Gonzalo Vial capaz de enfrentarse al océano de abyectos comportamientos y de lamentables tonterías que nos inundan! ¡Qué falta nos hace alguien con el valor de Gonzalo para decir públicamente las cosas que hoy se murmuran en privado!”.


Hasta ahí parte de las palabras de Fernando Silva Vargas.

 

Lillian Calm

Periodista

20-04-2023


Entradas populares de este blog

AL LEER EL ALLENDE DE DANIEL MANSUY

LA ZAGA DE NILAHUE… Y TAMBIÉN DE LOS BARAONA

EL “HIPERCONECTADOS” DE UN HIPERCONECTADO