LIBRO REVIVE A GONZALO VIAL, UN HOMBRE QUE AMÓ A CHILE

LIBRO REVIVE A GONZALO VIAL,

UN HOMBRE QUE AMÓ A CHILE



Lillian Calm escribe: “Dominaba los temas-país. Defendía los derechos humanos como pocos, y no solo para cacarearlos; esto lo llevó incluso a ser mal interpretado e incomprendido. Por eso tal vez no duró mucho como ministro de Educación, pero él y María Luisa Vial, su señora, hicieron por la educación en Chile lo que no creo que muchos hayan hecho”.

No recibió el Premio Nacional de Historia. Bien por Gonzalo Vial y malo por ese premio que, como otros premios nacionales (con excepciones), está más que desprestigiado.

Lo decía en 2009 en una columna mía cuando el historiador y académico murió, y lo reitero ahora cuando en estos días aparece una esperada biografía que tiene como autores al también historiador Álvaro Góngora, a la periodista Elena Vial (su hermana) y a la actriz María Paz Vial (una de sus hijas).

Se titula Gonzalo Vial Correa, un hombre que amó a Chile (Ediciones Universidad San Sebastián).

Y doy fe de ese amor a Chile. Trabajé con él durante casi toda mi carrera periodística, primero en un medio y luego en dos más. Cuántas veces no edité sus suplementos, imperdibles, pero que despachaba al diario más allá de las diez de la noche cuando nos llamaba para advertirnos que le faltaba solo una hora para entregar.

Y cómo lo recuerdo tipeando a dos dedos en su vieja máquina Underwood. En la revista Portada, en Qué Pasa, en La Segunda… en la cual sus columnas se convirtieron en referente político y, lo que más llama la atención, han trascendido las décadas.

A eso hace referencia el profesor Daniel Mansuy al prologar un libro anterior, publicado por Ideapaís, que recoge escritos suyos: “Si acaso es cierto que la ciencia del pasado es también ciencia del presente, pocos han destacado tanto en ese arte como Gonzalo Vial”.

Dominaba los temas-país. Defendía los derechos humanos como pocos, y no solo para cacarearlos; esto lo llevó incluso a ser mal interpretado e incomprendido. Por eso tal vez no duró mucho como ministro de Educación, pero él y María Luisa Vial, su señora, hicieron por la educación en Chile lo que no creo que muchos hayan hecho. Su austeridad era volcada en colegios que ellos crearon (hoy los llevan sus hijos), y supieron inculcarles a esos alumnos dos valores que hoy algunos quieren dejar en el olvido: los valores cristianos y aquellos de la Patria.

Leo una de sus columnas, ya muy antigua, y cito algunas frases paradójicamente actuales sobre la educación… El martes 2 de mayo de 1995 escribió en el diario La Segunda palabras que parecen de ahora. Que hoy nos interpelan.

Reproduzco los primeros párrafos de La verdadera batalla.

“La batalla decisiva por el futuro y el progreso de Chile no se da en el NAFTA, el MERCOSUR, las exportaciones y la balanza comercial, o el control de la inflación. Ni siquiera en el solo crecimiento económico. Esa batalla se libra a diario, secretamente, en las miles de escuelas gratuitas dispersas a lo largo del país desde Arica hasta Puerto Toro donde el 90% o el 95% de los chilenos reciben educación básica. La única, por lo demás, que completará la mitad o más de ellos.

“De esa enseñanza depende hoy si nuestras generaciones por venir alcanzarán un nivel cultural que nos permita llamarnos país desarrollado. De lo contrario, la mayor riqueza si la hubiera no será un factor de estabilidad. Y esta es la característica fundamental del desarrollo.

“La batalla de la educación básica se está perdiendo porque, frente a los inmensos obstáculos que encuentra la escuela, son ínfimos los medios de lucha puestos a su disposición.

Veamos las dificultades que debe remontar la escuela.

La primera es la disolución de la familia popular. Sin el apoyo de los padres, es casi imposible educar. Ahora bien, en los estratos de pobreza, que abarcan el 40% de la

población, y por numerosísimos factores (que no cabe analizar aquí) la familia se ha desintegrado vertiginosamente los últimos decenios. Son legión los niños abandonados, o que viven acogidos por parientes o vecinos, o con uno solo de los padres. Cada vez el matrimonio tiene menos importancia (y la tendrá todavía menor si prosperan los esfuerzos divorcistas); cada vez son más frecuentes los abandonos de hogar, para “rehacer la vida” a la vuelta de la esquina; cada vez es más abierta la impunidad económica de quienes desertan de sus familias.

“La escuela recoge los restos del naufragio familiar... los niños deprimidos, bloqueados, escépticos, rebeldes a toda autoridad, porque la autoridad natural que tenían les ha hecho traición.

“En seguida, la escuela debe lidiar con el hogar subsistente, pero solitario, porque ambos padres trabajan. Situación que aumenta en Chile, y cuya “modernidad”; hace felices a

algunos economistas y sociólogos. Ellos, por cierto, no ven a los niños “modernos” impúberes, solos hasta la noche en sus hogares vacíos de adultos (los pobres no tienen “nanas”) expuestos a todos los peligros; sin nadie que les aconseje o, siquiera, les converse; haciéndose sus propias comidas; muchas veces cuidando hermanos todavía menores y más desamparados que ellos...

“La escuela conoce muy bien a estos niños “modernos” que carecen del lenguaje elemental, pues no hablan, cuando más, sino con otros niños tan limitados como ellos. Muchachos abandonados o solos... pero alrededor de los cuales acechan mil peligros. Hay inmensos barrios y poblaciones comparables a verdaderas selvas, cuyos animales salvajes son el traficante de droga, de alcohol o de pornografía; el adulto depravado, seductor de escolares, el proxeneta de niños para la prostitución femenina u homosexuales; el farsante y explotador de “sectas” oscuras. En todas estas trampas caen escolares por cientos, y casi los únicos que los defienden son sus maestros... hasta donde pueden. El resto de la sociedad es ciego o indiferente. Incluso las autoridades, a menudo, exhiben el más completo derrotismo; no combaten el mal, sino que lo declaran “inevitable” y tratan de paliar sus perjuicios; tratan de que el peral no produzca peras. Así, todo adulto con alguna experiencia todo educador, médico, psicólogo o asistente social sabe que el sexo prematuro es una catástrofe para el joven y para su desarrollo. Pero los ministerios no se lo dicen; corren detrás de él suplicándole, en folletos a todo color, que no se olvide de su preservativo.

“Esta es la formidable batalla que debe dar la escuela”.

 

La cita es larguísima pero más que necesaria. Gonzalo Vial habla en un presente que no es pasado, y lo dice con elocuencia, pero también con una profundidad que al Chile de hoy, de ayer y de mañana les hace demasiada falta.

 

Lillian Calm

Periodista

16-03-2023


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