JORGE EDWARDS, CRONISTA MAGNO

JORGE EDWARDS, CRONISTA MAGNO

Lillian Calm escribe: “Me aseguró entonces que no depondría las armas. Y las letras catapultarían al escritor, aunque las circunstancias rescatarían al diplomático: embajador en la rue de la Motte Picquet, París, sería un buen colofón. Él había estado destinado a esas oficinas como segundo en tiempos del embajador en Francia Pablo Neruda: más que una circunstancia para él esa llegó a ser una prolífica fuente de inspiración”.

Lo entrevisté por primerísima vez en una oficina de la Cancillería, situada entonces en el Palacio de La Moneda. Terminaba la década de los sesenta. Joven diplomático dado a las letras, recuerdo como si fuera hoy esa oficina, compartida con otros funcionarios. Quedaba al final del pasillo y la ventana daba hacia la Plaza Bulnes.

Me pareció más bien distante. Era uno de los doce escritores que yo había incluido en mi memoria de título y, a diferencia de los otros once  (desde Manuel Rojas, Francisco Coloane, Enrique Bunster hasta otros más noveles), este autor incipiente me  pidió un cuestionario. Esa tarde me entregaría sus respuestas, pero por escrito.

Era su primera etapa. Nada que ver con el Jorge Edwards tan cercano que se vino a vivir al edificio donde fuimos vecinos durante décadas (el ya histórico Buque -o Barco, como insisten en decirle algunos-, situado en Santa Lucía esquina Merced). Diría, incluso, que llegamos a tener una muy buena amistad.

¿Lo primero? En esas respuestas escritas me aclaró por qué no se sentía integrante de la Generación del ‘50:

-Hoy día se puede hablar de una generación de narradores latinoamericanos. Eso corresponde a una realidad. Siempre me pareció artificial, en cambio, la idea de una Generación del ‘50. Por lo demás el tiempo lo ha demostrado. Entre los quince o veinte escritores que formaban parte de esa generación, no más de tres o cuatro continuaron escribiendo.

Me aseguró entonces que no depondría las armas. Y las letras catapultarían al escritor, aunque las circunstancias rescatarían al diplomático: embajador en la rue de la Motte Picquet, París, sería un buen colofón para quien había estado destinado a esas oficinas como segundo en tiempos del embajador en Francia Pablo Neruda: más que una circunstancia para él esa llegó a ser una prolífica fuente de inspiración.

He leído casi todos sus libros, desde El Patio (1952). Gabriela Mistral lo leyó y desde Italia comentó que los jóvenes de entonces eran sabios, pero que carecían de esperanza.

Ese joven sin esperanza llegaría a ser académico de la Lengua, recibiría el Premio Nacional de Literatura y, luego,  el afamado Premio Cervantes.

Para mí su obra maestra sigue siendo Persona non grata. Valiente, entretenida, reveladora. Su inspiración fue haber sido encargado de negocios en la Cuba de Fidel.  En esas páginas descubrí al cronista (sin duda uno de los mejores, si no el mejor que ha tenido Chile), que al menos a mi modo de ver sobrepasa con creces al novelista; al autor de ficción. Jorge Edwards es el gran cronista de Chile y esa pluma potenció singulares páginas periodísticas, primero en el diario La Segunda y luego en El Mercurio.

-¿Tiene antecedentes literarios en su familia?, le pregunté en ese primer cuestionario escrito.

Su respuesta:

-Ninguno cerca. Edwards Bello era primo hermano de mi padre, pero lo más seguro es que la vocación literaria le viniera del lado materno, de su abuelo don Andrés. Pertenezco a una familia de agricultores y comerciantes. Los cuadernos clandestinos de mi adolescencia iniciaban una ruptura de la tradición. Tuve buenas razones para esconderlos y destruirlos. De todos modos mis lecturas despertaban sospechas y mis abuelos murieron con serios temores sobre mi porvenir. Eran temores bien fundados, como usted ve…

-¿Cuál fue la reacción de la familia al ver que realmente se estaba formando un escritor?

-Pasaron de la sospecha a la agresión y más tarde, cuando vieron el caso perdido, a la indiferencia. Hoy día algunos miembros de la familia incluso me leen.

Podría escribir páginas y páginas de Jorge Edwards. En otra de las tantas entrevistas que le hice (incluso una telefónica estando él en Moscú) caímos en el tema político. No de cotilleo, sino de ideas. Era tan interesante oírlo.

-En una de sus crónicas usted escribió: “La democracia ha sido anglosajona, ha sido francesa, pero ha tenido siempre cierta dificultad para expresarse en castellano…”. ¿Puede explicarlo?

-Eso se debe a que la historia del mundo español y latinoamericano no es una historia democrática: es una historia en que la democracia se ha impuesto con dificultades. Chile, precisamente, era en el pasado el país más democrático de todo este conglomerado. O uno de los más democráticos. Ello se interpretaba como el resultado de influencias extranjeras, ya que fueron inglesas o francesas. Precisamente esto provenía del carácter menos hispánico que tenía Chile. En todo caso en los últimos años ha ocurrido en España algo muy ejemplar: se ha llegado a la democracia a través de un proceso original. Lo conocí por dentro: la izquierda en vez de tomar posiciones tremendamente agresivas e intransigentes, como aquí, más bien se disimuló y se flexibilizó. El Partido Comunista español siguió una línea eurocomunista sorprendente, para permitir que se diera el proceso democrático.

Así pensaba Jorge Edwards.

Supe un día, meses atrás, hace un año o más de un año, que había anunciado que quería irse a vivir a Madrid porque quería morir en España. Y partió con su hija Ximena.

Poco antes, recuerdo, un día cualquiera de post pandemia, en la tarde-tarde, yo venía caminando por calle Mac Iver. De pronto me fijé en dos personas que bajaban las escalinatas de la basílica de La Merced. Era Jorge ayudado por una enfermera.

Fue un encuentro alegre, con esa sintonía que se daba cuando recién podíamos volver a asomarnos a la calle. A reencontrarnos en la calle.

-¿Viniste a La Merced?, le pregunté con incredulidad.

-Sí, me dijo con un aire un poco de sentirse pillado.

-Vine a La Merced. ¡Qué iglesia tan maravillosa tenemos. ¡Y tan bien que la mantienen por adentro!

Fue la última vez que lo vi.

 

Lillian Calm

Periodista

23-03-2023

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