Leí que se cumplieron exactamente tres décadas desde que Erich Honecker aterrizó en Chile para estar junto a su familia durante sus últimos meses de vida (tenía un cáncer terminal). ¿Sabrán los millenials quien fue Honecker?
Alemán del otro lado de la Cortina de Hierro danzó, según las circunstancias, entre la militancia comunista y socialista, y fue el máximo líder de la RDA (República Democrática Alemana, como se autodenominaban), donde recibieron entre otros exiliados chilenos a Michelle Bachelet y su madre Angela Jeria.
Pero cayó el muro y la dos Alemanias se convirtieron en una Alemania reunificada que enjuició a Honecker, nada menos que por la muerte de 192 personas que habían intentado cruzar el ya legendario muro.
Cuento corto, él se asiló en la embajada de Chile en Moscú junto a la inefable Margot Honecker (la hija de ambos era casada con chileno). Finalmente, al salir de la sede, fue arrestado pero liberado tiempo debido a su estado de salud.
Erich Honecker murió en Chile en 1994. Margot Honecker también murió en Chile, en 2016. Así terminó una saga que le produjo uno de los más grandes dolores de cabeza diplomáticos al ex Presidente Patricio Aylwin.
Pero para mí, lo he señalado con anterioridad, uno de los principales personajes de toda esta trama fue James Holger, un diplomático chileno profesional como pocos que sabía actuar en situaciones límites.
En un viaje a Chile en ese período en que tenía alojados en la residencia en Moscú a Erich y a Margot, le pedí al embajador Holger, por interposita persona, una entrevista. No tenía dónde recibirme, pero al día siguiente llegó, puntual, a mi casa.
No lo conocía. Me impresionó su sencillez. No se daba aires, pero dominaba la práctica requerida para salvar dificultades, y él y su señora se convirtieron de la noche a la mañana en repentinos anfitriones de Erich (defenestrado de la RDA) y de su mujer, descrita como temible telefonista y quien llegaría a ser diputada, ministra de Educación y Primera Dama, y la inseparable de su marido que se divorció para casarse con ella.
En 1991 ambos se refugiaron en calidad de huéspedes en la embajada. Era embajador el militante socialista Clodomiro Almeyda, pero el negociador especial del caso Honecker, el encargado de ponerle el cascabel al gato en un caso que involucraba a tres países -Chile, Alemania y Rusia- fue el James Holger, entonces embajador alterno en Naciones Unidas pero quien fue comisionado para viajar de inmediato a Moscú, donde había estado destinado previamente y cuyo idioma conocía. Era políglota.
En esa entrevista me explico que nada mejor que hablarle a los rusos en ruso. Nada mejor que convencer personalmente y en su idioma a Honecker, para que saliera de la embajada y se dejara juzgar por los tribunales de Alemania (ya reunificada), que pedían su comparecencia.
James Holger, en una larga conversación, me señaló:
-No miremos hacia atrás: miremos hacia delante y tratemos de resolver el caso Honecker, que ése es nuestro objetivo (…) Desde un comienzo dije, en buen chileno, que le iba a poner el hombro. Estoy consciente de que el caso es difícil y como diplomático de carrera, como profesional de la diplomacia, sé que es un desafío muy grande.
-¿Cómo es la vida de ustedes en Moscú?
-Llevamos una vida un tanto atípica… debido a la naturaleza de mi misión. Yo estoy el día entero dedicado al caso.
-Y, ¿cada cuánto tiempo ve a Honecker?
-Nos vemos todos los días.
-¿Almuerzan juntos?
-Almorzamos y comemos juntos, salvo cuando yo tengo a esa hora –en raras oportunidades- algún compromiso de trabajo con las autoridades rusas (y, sin duda como consecuencia de ser de carrera, se reencontró con viejos conocidos en altos cargos como Boris Kolokolov, viceministro, y Yuri Fokin, casualmente encargado del Departamento Europa).
Explicó que Chile buscaba que Honecker saliera de la embajada en forma “decorosa y digna”, pero que “ya se le notificó, tiempo atrás, que debía hacer abandono de la embajada”.
Asimismo evidenció que estaba recurriendo a la persuasión (“bagaje esencial del oficio” diplomático, comentó), a las garantías de la legislación alemana y al Pacto de Derechos Civiles y Políticos (“del que son parte los tres países involucrados”).
Finalmente los Honecker salieron de la sede. Margot viajó a Chile y Erich fue trasladado a Alemania, desde donde meses más tarde logró embarcarse en un vuelo con destino a Chile.
Lillian Calm
Periodista