NAVIDAD SIN COMPLEJOS

 

Lillian Calm escribe: “He llegado incluso a viajar por Internet hacia campañas de marketing concebidas para celebrar la Navidad y solo me he encontrado con viejos pascueros, modelos ataviadas con un sombrero a lo Santa Claus, adornos preciosísimos para colgar del árbol de Navidad, pero como que todos parecen gritar: ¡disimulemos! ¡Aquí no ha nacido nadie!”.

Desde hace muchos diciembres un elemento me llama poderosamente la atención: la ausencia del personaje principal. Del protagonista. O, más bien, del Protagonista con P mayúscula.

Esto, confieso, ya se me ha vuelto en una especie de fijación. Me preocupa calibrar cuánto de lo que veo u oigo tiene relación con lo que celebramos…. Pero en el conteo siempre me va mal, con lo que he llegado a deducir que, a mi parecer, hay un complejillo dando vueltas y no vayan a pensar que… ¿Qué? Precisamente que nace el Niño Dios.

He llegado incluso a viajar por Internet hacia campañas de marketing concebidas para celebrar la Navidad y solo me he encontrado con viejos pascueros, modelos ataviadas con sombreros a lo Santa Claus, adornos preciosísimos para colgar del árbol de Navidad, pero como que todos parecen gritar: ¡disimulemos! ¡Aquí no ha nacido nadie!

 

Obviar al personaje central

Y los gobernantes de los países más disímiles, año a año, no dejan de omitir un saludo de Navidad en que, por supuesto, lo más importante parece ser obviar al personaje central. Políticos y publicistas se las ingenian para transformarse así en verdaderos prestidigitadores que saben esconder, en el fondo del sombrero, la verdadera Causa de toda esta algarabía que vivimos una semana antes de fin de año y que no por nada es una de las fiestas más importantes que podemos celebrar desde el planeta Tierra.

Por eso que me llegaron al alma las palabras de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Ayuso, cuya trayectoria no he seguido para nada. Sin embargo encontré su intervención de hace ya unas cuatro semanas (desde que comenzó el tiempo litúrgico del Adviento, para esperar la Navidad) tan sin complejos, que pensé que estaba obligada a reproducir en mi columna algunos de esos párrafos en esta Navidad.

Dijo Isabel Ayuso desde la Puerta del Sol, situada en el centro mismo de Madrid, al inaugurar uno de los tantos belenes, pesebres o nacimientos (el término da lo mismo) que se levantan en esa ciudad:

“Curioso: hasta los más descreídos celebran. Celebran, ¿qué? El nacimiento de Dios entre los hombres. Por eso hay un parón si no mundial, casi mundial y en su saludo de Navidad los gobernantes no creyentes (o a quienes les conviene aparecer como no creyentes) hacen esfuerzos ímprobos por obviar la razón de las razones. De por qué hay que celebrar”.

¡Pero si es lo mismo que yo pienso!, me dije.

 

"Adviento” significa venida

Siguió Isabel Ayuso: “La palabra "adviento” significa venida, y con la emoción que produce siempre la anticipación por la llegada de alguien querido, esperamos la celebración de la Pascua de Navidad, del paso de Dios por la tierra que nace y se hace Hombre y, como nosotros, sufre y disfruta, muere y según la creencia cristiana, resucita para llevar la salvación a  todos los hombres”. 

Luego:

“Si con la Epifanía, con la popular fiesta de los Reyes Magos, el cristianismo se hace católico, esto es, universal, y el hombre celebra por primera vez que Dios llega a todos los pueblos y razas, con el propio Cristo, con su encarnación como hombre, Dios mismo se incorpora a la historia humana, a este barco de siglos en que vamos todos. Dios humano e histórico como nosotros, Esto, se tenga fe o no es un hecho que cambió para siempre cómo nos vemos y como vivimos. Porque como vio Julián Marías, ‘si el mismo Dios se hizo hombre es que hombre es lo mejor que se puede ser’; la dignidad del ser humano colocaba el listón en lo más alto. No había vuelta atrás en la necesidad de considerar cada vida humana como algo precioso, insustituible; nadie está de más en este mundo y ninguna vida vale menos ni merece menos ser vivida”.

 

Miramos a Ucrania

Agrego otros párrafos suyos:

“Cada año frente al Belén (pesebre) digo unas palabras sobre el sentido de la Navidad, sobre por qué cada año celebramos algo que es mucho más importante que las vacaciones, los regalos, las luces. Corremos el riesgo de perder el sentido de quiénes somos, de dónde venimos. Los adultos nos frustramos a veces de no disfrutar la Navidad como cuando éramos niños. Pero entonces miramos a Ucrania, a estas gentes hermanas, refugiadas aquí en Madrid o allí, en mitad de la guerra, y vemos cómo celebran con dignidad y con júbilo la Navidad. O recordamos a los cristianos perseguidos por el mundo (… ) a las personas que están solas…

“Pero el Niño Dios nace en Belén un año más, y el mensaje es el de Paz en la Tierra. La familia se declara sagrada , la promesa es la salvación, el perdón, la vida eterna; y el mandamiento único, el amor. Amaos los unos a los otros.

“Y ese mensaje cristiano, se tenga o no fe, es el que impregna nuestra forma de vida: la caridad, la piedad, el perdón, la tolerancia, el cuidado a los enfermos, la ayuda a los vulnerables, el respeto a la vida humana, la dignidad de la mujer, la satisfacción de compartir y de hacer el bien…".

No quiero dejar de citar un último párrafo en esta Nochebuena:

“Juan Pablo II se preguntaba: ‘¿Se puede apartar a Cristo de la Historia de cada nación? ¿Se le puede apartar de la Historia de Europa? De hecho, ¡sólo en Él -seguía diciendo el Papa- todas las naciones y la humanidad entera pueden cruzar el umbral de la esperanza!”.

Me sobrepasé en citas pero, total, no es la primera vez que me pasa y para mí estas palabras son una buena forma de desearle, a todos, una santa Navidad.

 

Lillian Calm

Periodista

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