LA FALLACI CRIOLLA

 

Lillian Calm escribe: “Si la evaluamos como entrevistadora, con perdón de la ministra Vallejo, me quedo con la italiana Oriana Fallaci. Hay un dicho sobre los pasteles y aquí el pastelero falló, porque estudió geografía y no se puede ser todo en la vida. Sin embargo, el desacierto es otro: la dependencia entrevistado y entrevistadora, Presidente-ministra, en el espacio Vocería en Vivo, de fabricación oficialista, que salió al aire con motivo de los 100 días de Gobierno”.

Camila Vallejo no ha sido mal evaluada como ministra Secretaria General de Gobierno. Claro, dicen algunos, al lado de la doctora Izkia Siches no hay mucho donde perderse y en eso… tienen razón.

Pero al menos yo no la voy a ponderar más de la cuenta. Si la evaluamos como entrevistadora, con perdón de la ministra Vallejo, me quedo con la italiana Oriana Fallaci. Hay un dicho sobre los pasteles y aquí el pastelero falló, porque estudió geografía y no se puede ser todo en la vida.

Sin embargo el desacierto es otro: la dependencia entrevistado y entrevistadora, Presidente-ministra, en el espacio Vocería en Vivo, de fabricación oficialista, que salió al aire con motivo de los 100 días de Gobierno.

Con esa justificación, Camila Vallejo entrevistó a Gabriel Boric, a quien hasta tuteó mermando de paso su dignidad como mandatario.

Aclaremos: no estoy diciendo que solo un periodista pueda hacer entrevistas. O buenas entrevistas. Las hacen los head hunters, los psiquiatras y psicólogos… pero ninguno de ellos pretende (ni menos busca) hacer una entrevista periodística.

Tampoco estoy diciendo que solo un periodista pueda hacer una buena entrevista. Por lo demás soy testigo de que hay periodistas (y eso que es mal visto criticar al gremio) que hacen muy malas entrevistas, es decir, que pierden (o se farrean) al entrevistado.

Pero lo que dijo basta es que una ministra entreviste a su jefe, en este caso al Presidente de la República. No solo es irrisorio porque no existe ninguna equidistancia (ambos son empleados, por decirlo así, de La Moneda) sino que denota el desconocimiento de un elemento trascendental para que una democracia sea democracia: la libertad de expresión.

Una periodista fogueada me comentó: “A mí me pareció una entrevista bananera; me hizo recordar declaraciones envasadas que ya se han hecho costumbre en la Venezuela de Maduro”.

Diría que la entrevistadora Vallejo tuvo aciertos y desaciertos: no interrumpió con prepotencia al entrevistado, como suelen hacerlo ahora algunos divos del periodismo de cuyos nombres prefiero no acordarme, pero sí opinó más de la cuenta como también suelen hacerlo ahora algunos divos del periodismo de cuyos nombres tampoco quiero acordarme.

Reconozcamos: le regaló la entrevista al entrevistado (¿se atrevió a cuestionar, en algún momento, algo que él le declaró?); y, de noticioso, este ensayo tuvo harto poco. Si hubiera que sacar una cuña o frase para el título o los subtítulos estaríamos, lo que se dice, en veremos.

En su columna dominical del diario El Mercurio, Carlos Peña alerta con respecto a “cuando quien ejerce el poder se instituye en su propio medio de comunicación”. ¿El resultado? “…una conversación predispuesta para decir algo que no es más que un evidente acto de propaganda. Pero se olvida que incluso la propaganda exige cierto pudor, cierto disimulo…”.

Sigo con Peña: “Uno de los momentos risibles de la conversación, sostenida entre el Presidente y la ministra, se produjo en los primeros minutos cuando el primero advirtió que, por supuesto, nada de lo que vendría estaba pauteado, o diseñado en sus detalles; se trataba, agregó el Presidente Boric, de una conversación espontánea, de un acto de arrojo, de una improvisación. Ese fue un acto de humorismo involuntario”.
Camila Vallejo destacó en la pseudo entrevista periodística el hecho que se hiciera esta “trasmisión en Vivo” y lo “honrada (que estaba) de entrevistarlo”; y tomó la palabra y ya casi no se la devolvió.

Con muchos “todos” y “todas”, por supuesto, hubo muy poca enjundia temática. Además, a Camila Vallejo habría que aconsejarle que no gesticule tanto con las manos porque distrae. Eso sí estaba vestida de manera discreta y no necesitó ponerse traje de noche, como se ha llegado a ver por ahí.

Pero el tuteo le falló. “Cuéntanos un poco, Presidente…”. “Lo que más podrías destacar…”.

¿Dónde quedaron las distancias?, reitero.

A mi modo de ver a ella le dio por comentar más de la cuenta. Tal vez ese espacio como ensayo poco importe. Lo terrible sería que la ministra quisiera seguir incursionando en este género periodístico.

Mi consejo, que poco le va a importar: dejemos tranquila a Oriana Fallaci en un oficio que puede parecer fácil pero que de fácil no tiene nada.

No creo que de estar todavía en este mundo, la gran periodista italiana le hubiera dado el visto bueno a esta entrevistadora diletante. A lo mejor le habría aconsejado, con su característica e inigualable franqueza, que se dedicara mejor a lo suyo: la geografía.

 

Lillian Calm

Periodista

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