EL CASO… O FRA-CASO DEPOLO

 

Lillian Calm escribe: “…resulta inexplicable que en vez de haber solicitado a Brasil el agrément para un embajador de carrera o ducho en relaciones internacionales, se haya enviado el nombre de un señor Depolo, Sebastián Depolo, que dicen los entendidos es amigo personal del Presidente Gabriel Boric. En Internet figura como dirigente de Revolución Democrática; y aficionados a las redes sociales aseguran que ha sido muy crítico hacia el Presidente Jair Bolsonaro, lo que habría causado la incomodidad de Brasilia, a la que no es necesario darle lecciones de diplomacia”.

Una antigua máxima reconoce que se dan dos propósitos al nombrar a un embajador ante el gobierno de un país extranjero: una es para prestar servicios: y, la otra, para pagar servicios prestados.

Asimismo una de las más antiguas prácticas diplomáticas consiste en solicitar el agrément (lo correcto es el término francés, que se traduce como beneplácito, y no agreement, inglés, que viene a ser acuerdo y que ha pasado a ser el término más utilizado aunque no tan exacto).

En Chile distintos gobiernos (léase militar, demócratacristianos, socialistas…), han designado en las embajadas mejor conceptuadas a apenas a uno que otro profesional de carrera, porque se ha preferido a los socios, amigos e incluso a la parentela de algunos influyentes. Pero resulta que si hay un cargo que requiere de preparación y oficio, es el diplomático.

Y un alcance que yo no habría hecho hace algunos años cuando defendía en mis escritos, a brazo partido, la profesionalización del Servicio Exterior: en estos tiempos no basta haber egresado de la Academia Diplomática para tener la preparación y el oficio necesarios. Es indispensable contar con vastos conocimientos sobre el tema y saber relacionarse con las más altas autoridades, como también con los homólogos. A veces esto último es lo más difícil para algunos, pero lo que da los mejores réditos.

Lo que también es muy importante, aunque ese ya es resorte gubernamental, es no demorar la llegada de un embajador titular. No es bien visto por el país receptor que se prolongue, por muy eficaz que sea, el que el mandamás de la representación diplomática sea un ministro consejero que haga las funciones de un encargado de negocios a. i. (léase ad interim, es decir, mientras tanto).

Y es eso lo que está sucediendo en la embajada de Chile en Brasil, país que cuenta con una de las Cancillerías más profesionales y mejor conceptuadas del mundo. Casi todos los embajadores de Itamaraty, como se la conoce, son de carrera.

Por ello resulta inexplicable que en vez de haber solicitado a Brasil el agrément para un embajador de carrera o ducho en relaciones internacionales, se haya enviado el nombre de un señor Depolo, Sebastián Depolo, que dicen los entendidos es amigo personal del Presidente Gabriel Boric. En Internet figura como dirigente de Revolución Democrática; por su parte, aficionados a las redes sociales aseguran que ha sido muy crítico hacia el Presidente Jair Bolsonaro, lo que habría causado la incomodidad de Brasilia, a la que no es necesario darle lecciones de diplomacia.

Han transcurrido dos meses y el agrément para Depolo no llega a la Cancillería chilena, lo que ha llevado a la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados a pedirle que informe sobre el tema. Incluso hay quienes piensan que detrás se ha montado una estrategia y que nuestra Cancillería esperaría que Lula asuma como Presidente de Brasil… si es que asume, pero las elecciones presidenciales son recién el 2 de octubre y el cambio de mando, el 1º de enero de 2023, lapso en que Chile y Brasil no tendrían relaciones diplomáticas a nivel de embajador.

Por lo demás no puede desconocerse que países ideológicamente distantes del Presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, tienen embajadores en Brasil: Cuba (de carrera), Nicaragua (un pariente del propio Ortega), Perú (de carrera), México (nada menos que la escritora Laura Esquivel), Argentina (el ex vicepresidente y gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli), Honduras (de carrera)… y podríamos continuar.

Hay una sola decisión sensata en este intríngulis: cambiar el nombre del candidato a embajador. Brasil no es solamente nuestro principal socio comercial y a la vez principal destino de inversiones en el exterior; es la fuente de donde proviene la mayor parte del turismo extranjero no argentino (fundamental en invierno) y tanto más… Pero lo que no hay que olvidar es que es el mayor articulador político de América (en todas las causas), al cual Chile apoyó en su postulación como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU.

No obstante, al parecer, al señor Depolo no solo lo han frenado sus declaraciones anti-Bolsonaro. Ya es vox populi que los brasileños que vinieron a la trasmisión de mando no se habrían sentido bien tratados: tuvieron solo un encuentro con Boric en el que este enfatizó las diferencias y minimizó la agenda común. Se comenta que la entonces novel Canciller no los recibió, a pesar de que ellos se lo solicitaron; les habrían hecho a propósito trasladarse a un lugar donde transcurría una manifestación contra Brasil y su Presidente; y, más encima, desde Chile hicieron todo lo posible para que el candidato opositor Lula viajara y estuviera presente en la ceremonia.

Pero eso no es todo: sobre-explotaron la presencia de la ex mandataria (y gran opositora a Bolsonaro) Dilma Rousseff . ¿Será verdad que a ella la invitaron a la recepción de La Moneda y des-invitaron a la delegación oficial? Y no era cualquier delegación: estaba integrada por el vicepresidente, Hamilton Mourão, y el secretario general de Itamaraty (segundo de la Cancillería, ex embajador en la OEA y muy conocido de la canciller Urrejola), Fernando Simas.

Para hacer relaciones exteriores hay que saber de relaciones exteriores.

 

Lillian Calm

Periodista

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