TIEMPO PARA PENSAR; TIEMPO PARA REZAR

 

Lillian Calm escribe: “Me quedo con algunos párrafos de ese capítulo sobre Europa en que, curiosamente o no tan curiosamente, me di de bruces con Chile, a pesar de que ni siquiera es mencionado. Y podemos comprobar cómo hace sentido la frase cuando cambiamos en forma imaginaria los vocablos y decimos Chile donde dice Europa .”.

Semana Santa. Fui incapaz, lo reconozco, de escribir una columna a ras de tierra. Es, aunque para muchos ya no lo parece, tiempo para pensar; tiempo para rezar. Y por eso tal vez me detengo aquí en una curiosa experiencia que me acaba de ocurrir.

Hace apenas unos días decidí retomar un libro que leí hará un par de años: Se hace tarde y anochece. Es una entrevista que el periodista francés Nicolas Diat le hace en poco más de cuatrocientas páginas al cardenal Robert Sarah, entonces prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

Un paréntesis importante: el cardenal procede de una familia animista de Guinea y, como tantos conversos, sabe hablar claro, muy claro.
Quizás por ese dolor más que lacerante que en estos días a todos nos produce Ucrania me fui directamente a un capítulo que, recuerdo, la primera vez que lo leí ya me impresionó muchísimo: La crisis de Europa. Esas páginas llevan por titulo El derrumbe de la verdad, la decadencia moral y los extravíos políticos.
Me quedo con algunos párrafos de ese capítulo sobre Europa en que, curiosamente o no tan curiosamente, me di de bruces con Chile, a pesar de que ni siquiera es mencionado. Y podemos comprobar cómo hace sentido la frase cuando cambiamos en forma imaginaria los vocablos y decimos Chile donde dice Europa .

Señala el cardenal Sarah:

“Con los años el problema de Europa, pese a su desarrollo económico, se ha ido agravando cada vez más. Los avances científicos y tecnológicos, la abundancia de bienes materiales, la disolución de toda identidad propia ha cegado a Europa, la han desequilibrado, la han hecho orgullosa, irreligiosa y atea. El hombre o la estructura que reniega de sus raíces y deja de reconocer el ser que le es propio renuncia a sí mismo o padece de amnesia (…) Es como si Occidente se odiara a sí mismo y estuviera dispuesto a suicidarse”.

 

“Europa quiere abrirse a todas las culturas -cosa que puede ser muy loable y fuente de riqueza- y a todas las religiones del mundo, pero ya no se quiere a sí misma. Basta observar la pobreza de conocimientos de la propia lengua materna que muestran las nuevas generaciones”.

 

“Se crean nuevos nombres, pero mucho cuidado con definirlos con precisión. Ya no sabemos qué es un hombre y qué es una mujer. El sexo ha dejado de ser una realidad objetiva. La familia, el matrimonio y la persona humana se redefinen una y otra vez”.

 

“Todas las civilizaciones que ignoran la insigne dignidad de la persona humana acaban desapareciendo. Hoy, como en tiempos del Imperio Romano, Europa manipula, comercia y juega con la vida del hombre, generando con ello las condiciones de su desaparición”.

 

“El rechazo a la vida, la muerte de los niños no nacidos, de los discapacitados y de los ancianos, la destrucción de la familia y de los valores morales y espirituales: este es el primer acto suicida de toda una población. Asistimos impotentes a la decadencia de una civilización…”.

 

Insisto: lo que más me llama la atención es que no se diga Chile en vez de Europa. Puede ser porque el cardenal Robert Sarah todavía no ha venido a vernos.

 

 

Lillian Calm

Periodista

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