PORTAZO A OCHENTA MIL PERSONAS

 

Lillian Calm escribe: “Dios no necesita que lo defiendan, pero pienso que requiere de nosotros, sus hijos, de quienes vamos todavía caminando en su Iglesia peregrinante y de quienes también caminan en otras confesiones, para que saquemos la voz. Y en estos últimos días Dios ha recibido, por decirlo así, ataque tras ataque en y desde la Convención Constitucional”.

Quizás intencionalmente dejé pasar una frase que hace unas semanas espetó la convencional Elsa Labraña: “Dios ha cometido violaciones a los derechos humanos”.

Dios no necesita que lo defiendan, pero pienso que requiere de nosotros, sus hijos, de quienes vamos todavía caminando en su Iglesia peregrinante y de quienes también caminan en otras confesiones, para que saquemos la voz.

Y en estos últimos días Dios ha recibido, por decirlo así, ataque tras ataque en y desde la Convención Constitucional. ¿O no lo es aprobar el aborto libre y con ello el asesinato a mansalva de a quienes ni siquiera se les garantiza el derecho a nacer?

Casi en esos mismos momentos María de los Ángeles Covarrubias, presidenta en Chile la fundación universal Ayuda a la Iglesia que sufre, y que con su nombre presentó una iniciativa de norma que, sumada a otras, garantizara debidamente la Libertad de Pensamiento, Conciencia y Religión (la que por supuesto superó con creces las 15.000 firmas), grabó especialmente un video que nos debe remover a todos. Dijo:

“Se le ha dado un portazo a ochenta mil personas. La Comisión de Derechos Fundamentales de la Convención Constituyente ha rechazado todas las iniciativas populares de norma que tenían como único fin garantizar la libertad de pensamiento, conciencia y religión en la nueva Constitución. Esta votación va en contra de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas”.

Y preguntó:

“¿Te imaginas vivir en un país donde no se te respete tu derecho a creer o a no creer, a actuar según tu conciencia y a no ser obligado a ir en contra de ella, a trasmitir tu fe a tus hijos? Si se busca construir una sociedad verdaderamente democrática, inclusiva, plural, justa y no discriminatoria, la nueva Constitución tiene que garantizar la libertad religiosa de todos sus habitantes. Y hoy, 10 de febrero de 2022, la Convención lo ha negado”.

No sé por qué esta grabación me llevó a bucear unas palabras que pronunció el Papa emérito Benedicto XVI en uno de sus encuentros, allá por el año 2006. No sé si tienen que ver, pero al menos yo y con mucha esperanza pienso que sí tienen que ver.

Las transcribo:

“En el siglo de la Reforma, la Iglesia católica parecía en realidad casi acabada. Parecía triunfar esa nueva corriente, que afirmaba:  ahora la Iglesia de Roma se ha acabado. Y vemos que con los grandes santos, como Ignacio de Loyola, Teresa de Ávila, Carlos Borromeo, y otros, la Iglesia resurgió. Encontró en el concilio de Trento una nueva actualización y una revitalización de su doctrina. Y revivió con gran vitalidad. Lo vemos también en el tiempo de la Ilustración, en el que Voltaire dijo:  ‘Por fin se ha acabado esta antigua Iglesia, vive la humanidad’. Y ¿qué sucedió, en cambio? La Iglesia se renovó. En el siglo XIX florecieron grandes santos, hubo una nueva vitalidad con tantas congregaciones religiosas:  la fe es más fuerte que todas las corrientes que van y vienen.

“Lo mismo sucedió en el siglo pasado. Hitler dijo en cierta ocasión:  ‘La Providencia me ha llamado a mí, un católico, para acabar con el catolicismo. Sólo un católico puede destruir el catolicismo’. Estaba seguro de contar con todos los medios para destruir por fin al catolicismo. Igualmente la gran corriente marxista estaba segura de realizar la revisión científica del mundo y de abrir las puertas al futuro:  ‘La Iglesia está llegando a su fin, está acabada’. Pero la Iglesia es más fuerte, según las palabras de Cristo. Es la vida de Cristo la que vence en su Iglesia”.

No tengo nada más que agregar.

 

 

Lillian Calm

Periodista

Entradas populares de este blog

IGNORANCIA SUPINA

LA ZAGA DE NILAHUE… Y TAMBIÉN DE LOS BARAONA

FRAY FRANCISCO VALDÉS, PIONERO DE LA MEDIACIÓN PAPAL