CHURCHILL, VISIONARIO

 

Lillian Calm escribe: “‘La fortuna tiene el acierto de no tratar bien a quienes rompen con los usos y costumbres del pasado…’, puntualizó en una minuta -y cuando aún no terminaba la Segunda Guerra Mundial- el entonces primer ministro de Inglaterra, Winston Churchill”.

Al releer una de las tantas biografías de Winston Churchill (la escrita precisamente por el tan polémico Boris Johnson, quien llegaría a ser en este siglo XXI primer ministro como él lo fue dos veces en el XX), me quedé pegada en una minuta que escribió cuando aún no terminaba la Segunda Guerra Mundial.

Quizás en otro momento habría pasado de largo, pero me llamaron la atención dos factores (por lo demás, la biografía se titula El factor Churchill): cómo él, en medio del fragor bélico, se dio tiempo para echar para atrás una innovación mínima y, segundo, su decidida enemistad hacia las refundaciones, pues respetaba como el que más el legado de la historia.

En otras palabras actuaba sin refundar nada, pero dándole la bienvenida al mañana, ambas tendencias en que su país ha sido sin duda pionero. Y ello porque para él refundar era aberrante, aunque se tratara de nimiedades.

Así uno de los mayores estrategas que jamás hayan existido se dio tiempo, en plena guerra, para redactar la siguiente nota:

 

“Minuta personal del primer ministro

Número de serie: M 387/ A

ASUNTOS EXTERIORES

 

“1 Lo preconizado en A me resulta totalmente inaceptable. No considero que los nombres que llevan generaciones siendo familiares en Inglaterra deban alterarse para adaptarse al antojo de los extranjeros residentes en cada sitio.

“2 Cuando el nombre carezca de significado particular, debe respetarse la costumbre local. No obstante, Constantinopla no debe abandonarse, aunque para uso de unos cuantos estúpidos pueda añadirse Estambul entre paréntesis a continuación. En cuanto a Angora, nombre al que estamos acostumbrados desde hace tiempo por los gatos de Angora, me opondré con todas mis fuerzas a convertirla en Ankara.

“Deberían ustedes tener en cuenta, por cierto, la mala suerte que suele acompañar a los pueblos que cambian los nombres de sus ciudades. La fortuna tiene el acierto de no tratar bien a quienes rompen con los usos y costumbres del pasado….

“Fecho esta minuta en el día de san Jorge.

 

WSC

23.4.45”

 

Se trataba solo de meros cambios de nombres. Aparentemente una minucia, pero Churchill no la podía obviar por respeto a la historia y al pasado de Inglaterra. A las generaciones que lo habían antecedido.

 

 

Boris Johnson (como decíamos, autor en este caso de la biografía de su antecesor) anota que no debe pasarse por alto la fecha en que Churchill se hace el tiempo para escribir esta minuta, pues “los alemanes siguen peleando, los soldados británicos siguen muriendo…”.

La explicación es sencilla. Para Winston Churchill, gran hombre de Estado, junto al presente era igualmente trascendental preservar el pasado. No consideraba lógica ni útil, y ni siquiera patriótica, la necesidad de refundar lo ya fundado. Ni siquiera lo más insignificante.

A buen entendedor…

 

Lillian Calm

Periodista

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