No la recibí por birlibirloque, sino porque ella me la hizo llegar. Carmen Luisa Letelier escribió una carta a un diario que hasta el día de hoy no se la ha publicado y que debe haber sido desechada, no se entiende con qué criterio, por una mente seleccionadora.
Reaccionaba con esas palabras (la Premio de Artes Musicales, Carmen Luisa Letelier) a la columna de Adriana Valdés, de cuidada redacción e inmejorable sintaxis en tiempos en que se escribe (y, para qué decir, se habla) tan tremendamente mal.
Después de todo ella, Adriana Valdés, ha sido elegida como la primera directora de la Academia Chilena de la Lengua y presidenta del Instituto Chile.
Invitaba, la columnista, “a pensar el cambio en los estilos de vida” y sostenía que “en menos de treinta años se han normalizado en todas las clase sociales comportamientos que antes se discutían apasionadamente. Los jóvenes ya no se casan, pasan a vivir juntos como parte natural de una relación, se casan más adelante si quieren establecerse y asegurar el futuro de sus hijos. A nadie se le ocurre cuestionar eso; solo en círculos extremadamente minoritarios. Las familias –bien por ellas- acogen y protegen a sus hijas cuando son madres solteras, acogen y acompañan a sus hijas e hijos homosexuales y a sus parejas. Quienes no lo hacen pierden mucho y mal, porque se van quedando solos y se dan cuenta, tarde, de haberse equivocado”.
Continuaba: “Nada de esto es fácil para nadie. No es fácil (demasiado cambio en una sola generación es como mucho para la programación neuronal). Mucho más difícil sería retroceder…”. Y venía, luego, mucho más.
La respuesta de la contralto Carmen Luisa Letelier -profesora de canto y Premio Nacional de Artes Musicales en 2010- a esa columna titulada La cuestión de los estilos de vida, no se hizo esperar pero su carta permanece inédita:
“Mi querida y admirada Adriana Valdés expone una terrible y cruda verdad: hay estilos de vida que ya ‘no se estilan’.
Sin embargo, creo, por mi experiencia personal y por mi larga vida, que hay estilos o modos de concebir la propia vida y la de los demás , que siguen siendo vigentes y esperables”.
Apunta Carmen Luisa que “he visto a demasiados jóvenes que
creían serlo para siempre -el famoso síndrome de Peter Pan-, bellos, delgados, libres, sanos sin responsabilidades, buena onda, sin un trabajo muy estable o duradero, acostumbrados a bailar, comer, tomar, viajar sin límites; sólo su deseo. Es decir, todo lo que caracteriza a nuestros millenials. Se me olvida agregar la bicicleta y el perrito. Obviamente todo esto es posible por la bonanza económica nunca antes vista, gracias al tan execrado ‘neoliberalismo’”.
Y recuerda: “Los ‘antiguos’ vivimos en épocas de gran estrechez, donde un zapato nuevo era un acontecimiento, tomar Coca-Cola o comer pollo solo era para las grandes ocasiones; una bicicleta era un artículo de lujo y para qué hablar de un auto o de un viaje al extranjero. Por lo mismo, sabíamos valorar estas experiencias, cuando teníamos la suerte de tenerlas.Y no por falta de plata, en muchos casos, sino por cultivar otra virtud que hoy día es mal mirada: ‘la austeridad’”.
Enfatiza: “Igualmente, teníamos proyectos de vida que iban más allá del próximo carrete, relaciones que podían convertirse en algo para toda la vida, respeto a nuestros padres, abuelos, tíos, mayores, profesores, que casi siempre eran más sabios que nosotros”.
Luego comenta: “El que hoy día todo esto se considere obsoleto, da mucha tristeza, porque es la base con la que se arma una vida, una familia, un proyecto de futuro que trasciende de mi propio gusto personal del momento, que toma en cuenta mi responsabilidad para con otros”.
Carmen Luisa Letelier va in crescendo: “Una familia unida y numerosa es hoy motivo de burla, una mujer dedicada a su familia es mal mirada, los hijos se consideran una molestia y se posterga su llegada a la vida hasta límites absurdos o, bien, simplemente, se les evita; o, lo que es peor, se los elimina cuando están por nacer”.
En esa carta que, reitero, permanece inédita, reflexiona: “Es innegable que hoy día el estilo de vida es otro, pero me dan mucha pena estos jóvenes de hoy. ¿Cuánto creen que tarda en pasar la vida, en llegar la vejez, la soledad, la sensación de no retorno del tiempo malgastado, de no haber construido una familia, de no dejar una huella de amor y compromiso?”.
Y concluye: “Tristes pensamientos. Solo la conciencia de una vida sacrificada y comprometida pero plena de amor, compromiso y responsabilidad, da tranquilidad frente a un futuro cada vez más corto, como en mi caso y en el de muchos otros que conozco que piensan, como yo, que esperamos llegar al Cielo y reencontrarnos con nuestros padres, abuelos y seres queridos, y que podemos ver con orgullo a nuestras familias, hijos, nueras, yernos, nietos, que nos aman y que, seguramente, venerarán nuestro recuerdo”.
Conversar con Carmen Luisa es siempre un abrir horizontes. A Adriana Valdés no la conozco personalmente pero la leo siempre, no sé si tanto por el fondo de lo que escribe, con lo que no siempre concuerdo, sino por esa redacción y por ese estilo verdaderamente invaluables.
Lillian Calm
Periodista.