LOS FUJIMORI, ¿UNA SAGA A LA ZAGA?

 

Lillian Calm escribe: “¿Hay verdaderamente expertos en encuestas? No me refiero solo al desprestigio de estas muestras, sino a que especialmente en el país vecino prolifera el llamado voto oculto: el elector sabe por quién va a votar pero no lo revela. ¿Temor, vergüenza, timidez.…? Solo lo exterioriza en la papeleta, bien resguardado por la cámara secreta”.

Una de las primeras lecciones que aprendí en la Escuela de Periodismo fue la de no titular con una interrogación. Por lo tanto ya este título caería por su propio peso. Sin embargo, no estoy tan de acuerdo, porque hoy la gran pregunta es quién ganará las elecciones presidenciales del próximo domingo 6 de junio en el Perú. 
Pedro Castillo llevaba la delantera en primera vuelta y lo alcanzó Keiko Fujimori. Nuevamente el desconocido Castillo la sobrepasó. Y ahora solo los separaría unos pocos puntos.

“Empate técnico”, comentan expertos en encuestas. Pero, ¿hay verdaderamente expertos en encuestas?

No me refiero solo al desprestigio de estas muestras, sino a que especialmente en el país vecino prolifera el llamado voto oculto: el elector sabe por quién va a votar pero no lo revela. ¿Temor, vergüenza, timidez.…? Solo lo exterioriza en la papeleta, bien resguardado por la cámara secreta.

 

EL QUIÉN ES QUIÉN

Castillo es un profesor de escuela y líder sindical nacido en la sierra cajamarquina. No entiende bien lo que le pregunta los periodistas. Me aseguran que tiene vínculos, o al menos asesores que tienen esos vínculos, con Sendero Luminoso, organización terrorista de corte marxista-leninista-maoísta que sembró la muerte en el Perú.

Ello hasta que un desconocido ingeniero agrónomo de ascendencia japonesa ganó las elecciones presidenciales, venciendo al conocidísimo escritor Mario Vargas Llosa (que ahora, convertido en Premio Nobel de Literatura, le ha dado su apoyo a Keiko); y fue él, Alberto Fujimori, quien le opuso resistencia al terrorismo. Hoy enfermo y encarcelado, entre otras condenas por atentar contra los derechos humanos, observa cómo su hija Keiko lucha contra Pedro Castillo por acceder, también, a la Presidencia del Perú.

De Pedro Castillo no conozco directamente absolutamente nada. De los Fujimori muchísimo porque a Alberto, el padre de Keiko, lo entrevisté por lo menos cuatro veces. La primera vez calculo, y calculo bien, Keiko tenía solo quince años.

Esa primera vez fue el mismísimo día en que el pueblo peruano le dio el triunfo. Me encontraba en Lima reporteando y cuando los escrutinios ya se inclinaban hacia el “Chinito” (como le decían por sus ojos rasgados) y los periodistas continuaban persiguiendo a Vargas Llosa, yo no tuve problema alguno en entrevistar a Alberto Fujimori, reitero, el desconocido.

Hoy su hija Keiko ya es una “conocida”, si puede decirse así: es la hija del ex Presidente Alberto Fujimori, de quien hizo las veces de Primera Dama; ha lidiado en dos contiendas presidenciales (2011 y 2016) y ahora ha pasado a segunda vuelta. Si bien secundona sus posibilidades no son menores ya que incluso fuerzas anti fujimoristas votarán por ella para evitar la asunción del ultra izquierdista, dicen que más desconocido que la mismísima Veronika (con K) Mendoza, líder de Nuevo Perú y dos veces derrotada candidata a ocupar el sillón del Palacio Pizarro.

Pero volvamos a nuestra saga. El regalón de Alberto nunca fue Keiko, sino su hijo menor Kenji, que llegó a ser congresista al igual que la madre, Susana Higuchi, y poco amigo de la hermana Keiko, también congresista.

Keiko es indefinible. Para algunos es de derecha, al menos en lo económico. Para otros tiene tras sí el fantasma del autoritarismo y la corrupción. Ella seguramente cumplirá una primera meta si es electa: indultar a su padre, enfermo y encarcelado. Sí. Es la saga Fujimori.

 

LOS ROSALES DEL PRESIDENTE

Pero lo más fascinante, porque adquiere ribetes de Perú profundo, es recordar cómo un desconocido como lo era su padre llegó a la Presidencia. Y por qué los peruanos se inclinaron por elegir a un “chino” que era japonés, y de doble nacionalidad peruana y japonesa, sin ni siquiera conocerlo.

Lo primero: los ojos rasgados producen una confusión entre chinos y japoneses, y además los chinos han sido muy bienvenidos en el Perú desde que comenzaron a llegar a esas tierras a mediados del siglo XIX y se mezclaron con sus anfitriones. Los japoneses, en cambio, emigraron recién en el siglo XX y la mezcla ha sido paupérrima.

Así, la mayoría de quienes eligieron a Fujimori lo consideraban “un chinito más”; por otra parte, el mestizo, elector mayoritario en el vecino país, prefería votar por el “Chinito” antes que por un blanco; y, más encima, esos electores individualizaban con simpatía, desde su niñez, al “chinito de la bodega de la esquina” (almacén) o del chifa (restorán). Para ellos no era un elemento extraño sino familiar.

Dicen que ese apoyo habría sorprendido al propio ingeniero agrónomo Alberto Fujimori, quien presentó su candidatura presidencial solo como un refuerzo a su candidatura a senador, ardid permitido en la legislación peruana.

En las largas conversaciones que sostuve con él hay preguntas y respuestas que resultarían hasta cierto punto surrealistas si se tratara de un mandatario occidental sin ancestros orientales.

-Usted me confidenció en una entrevista que había llegado a tener tres mil rosales cultivados con sus propias manos. Ya instalado en el Palacio Pizarro, ¿en qué están hoy día sus rosas?

-En Palacio de vez en cuando también tengo oportunidad de distraerme en la floricultura, pues hay aquí diversas plantas ornamentales, entre ellas rosas.

-¿Y es usted, el Presidente en persona, quien hoy cultiva esos rosales?

-Sí. Los he cultivado y podado personalmente y puedo afirmar que su calidad ha mejorado en forma notoria. Con el simple manejo de la poda he llegado a tener hermosas rosas aquí en Palacio.

-Pero usted se distrae más que nada con la pesca…

-…es mi hijo Kenji quien me induce a salir a pescar. ¡Y lo gracioso es que él consume el pescado casi vivito! (…) Crudito. Sin limón siquiera…

-¿Usted siente miedo, a veces?

-No. En ningún momento.

-Y,¿ miedo a la muerte?

-Tampoco.

-¿Cómo es su relación con Dios?

-Creo en Dios. Soy católico.

-¿Católico practicante?

-Practicante a medias. Trabajo sin pausa solo para el pueblo. Me debo a él.

Por supuesto, hubo también en estos encuentros con el ex Presidente Alberto Fujimori preguntas y respuestas eminentemente políticas.

Las sagas evolucionan. Por eso no creo que en esta segunda vuelta, el próximo domingo 6 de junio, si sale elegida Keiko, tras indultar a su padre se dedique como él dentro del mismo Palacio Pizarro a cultivar rosales. Al menos en esta era turbulenta ya ni siquiera tendrá tiempo.

Y si gana Castillo y Keiko queda a la zaga, intuyo que el Perú también quedará a la zaga.

 

Lillian Calm

Periodista

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