DESDE ABITINA AL CHILE DE HOY

 

Lillian Calm escribe: “Quienes determinaron un aforo de cinco personas para asistir a misa (a diferencia de esos choclones que se aglomeran en ferias, supermercados, buses y metro, por poner solo algunos ejemplos), sin duda tienen que haber conocido la importancia que esta tiene para un católico. Incluso he llegado a pensar que porque lo saben han actuado como han actuado y, de paso, han tenido buen cuidado en burlar sutilmente fallos de la Corte Suprema”.

No sé si mi razonamiento será algo errado, pero pienso que hace muy poco, cuando aún gozábamos de plena1º libertad de culto en Chile, algunas mentes sectarias deben haber fraguado cómo cercenarlo.

Y lo lograron.

Quienes determinaron un aforo de cinco personas para asistir a misa (a diferencia de esos choclones que se aglomeran en ferias, supermercados, buses y metro, por poner solo algunos ejemplos), sin duda tienen que haber conocido la importancia que esta tiene para un católico. Incluso he llegado a pensar que porque lo saben han actuado como han actuado y, de paso, han tenido buen cuidado en burlar sutilmente fallos de la Corte Suprema.

No vale la pena, pienso, enzarzarse en polémicas con mentes sectarias. Eso sí, mientras ese mezquino aforo persiste en tantas comunas, quiero recordar un texto elocuente de por sí, que llama no solo a defender la misa presencial sino que viene a recordarnos que en cuanto se abran las compuertas tenemos que dejar todo sucedáneo virtual al que peligrosamente podemos haber empezado a acostumbrarnos, para llenar las iglesias. Y llenarlas como nunca lo estuvieron antes de la pandemia.

Aquí me callo y transcribo párrafos (no son pocos, pero valen la pena) de esas palabras que en abril de 2005 -un mes diez días después de haber sido elegido Papa-, Benedicto XVI, uno de los más grandes teólogos de las últimas décadas, pronunció al clausurar en Bari el XXIV concilio eucarístico italiano.

 

“Este Congreso eucarístico, que hoy se concluye, ha querido volver a presentar el domingo como ‘Pascua semanal’, expresión de la identidad de la comunidad cristiana y centro de su vida y de su misión. El tema elegido, ‘Sin el domingo no podemos vivir’, nos remite al año 304, cuando el emperador Diocleciano prohibió a los cristianos, bajo pena de muerte, poseer las Escrituras, reunirse el domingo para celebrar la Eucaristía y construir lugares para sus asambleas”.

Y prosiguió:

“En Abitina, pequeña localidad de la actual Túnez, cuarenta y nueve cristianos fueron sorprendidos un domingo mientras, reunidos en la casa de Octavio Félix, celebraban la Eucaristía desafiando así las prohibiciones imperiales. Tras ser arrestados fueron llevados a Cartago para ser interrogados por el procónsul Anulino. Fue significativa, entre otras, la respuesta que un cierto Emérito dio al procónsul que le preguntaba por qué habían transgredido la severa orden del emperador. Respondió:   ‘Sine dominico non possumus’; es decir, sin reunirnos en asamblea el domingo para celebrar la Eucaristía no podemos vivir. Nos faltarían las fuerzas para afrontar las dificultades diarias y no sucumbir. Después de atroces torturas, estos cuarenta y nueve mártires de Abitina fueron asesinados. Así, con la efusión de la sangre, confirmaron su fe. Murieron, pero vencieron; ahora los recordamos en la gloria de Cristo resucitado”.

Luego consideró:

“Sobre la experiencia de los mártires de Abitina debemos reflexionar también nosotros, cristianos del siglo XXI. Ni siquiera para nosotros es fácil vivir como cristianos, aunque no existan esas prohibiciones del emperador. Pero, desde un punto de vista espiritual, el mundo en el que vivimos, marcado a menudo por el consumismo desenfrenado, por la indiferencia religiosa y por un secularismo cerrado a la trascendencia, puede parecer un desierto no menos inhóspito que aquel ‘inmenso y terrible’ ( Deuteronomio 8, 15)”.

Continuó:

“El Hijo de Dios, habiéndose hecho carne, podía convertirse en pan, y así ser alimento para su pueblo, para nosotros, que estamos en camino en este mundo hacia la tierra prometida del cielo (…) Necesitamos este papara afrontar la fatiga y el cansancio del viaje. El domingo, día del Señor, es la ocasión propicia para sacar fuerzas de él, que es el Señor de la vida. Por tanto, el precepto festivo no es un deber impuesto desde afuera, un peso sobre nuestros hombros. Al contrario, participar en la celebración dominical, alimentarse del Pan eucarístico y experimentar la comunión de los hermanos y las hermanas en Cristo, es una necesidad para el cristiano; es una alegría; así el cristiano puede encontrar la energía necesaria para el camino que debemos recorrer cada semana”.

Benedicto XVI puntualizó:

“El Cristo que encontramos en el Sacramento es el mismo aquí, en Bari, y en Roma; en Europa y en América, en África, en Asia y en Oceanía. El único y el mismo Cristo está presente en el pan eucarístico de  todos los lugares de la tierra”.

Ya al terminar, señaló:

“Al congregarse en torno a la mesa eucarística, la comunidad iba formándose como nuevo pueblo de Dios. San Ignacio de Antioquía se refería a los cristianos como ‘aquellos que han llegado a la nueva esperanza’, y los presentaba como personas ‘que viven según el domingo’ ( ‘iuxta dominicam viventes’). Desde esta perspectiva, el obispo antioqueno se preguntaba:  ‘¿Cómo podríamos vivir sin él, a quien incluso los profetas esperaron?’ ( Ep. ad Magnesios, 9, 1-2)”.

Y luego:

“‘¿Cómo podríamos vivir sin él?’. En estas palabras de san Ignacio resuena la afirmación de los mártires de Abitina:   ‘Sine dominico non possumus’. Precisamente de aquí brota nuestra oración:  que también nosotros, los cristianos de hoy, recobremos la conciencia de la importancia decisiva de la celebración dominical y tomemos de la participación en la Eucaristía el impulso necesario para un nuevo empeño en el anuncio de Cristo, ‘nuestra paz’ ( Efesios 2, 14), al mundo”.

Hasta ahí algunos de los párrafos de Benedicto XVI, hoy Papa emérito, que creo necesario citar. Y por mi parte agrego una sola reflexión: yo pensaba que en Chile estábamos muy lejos de la Abitina del año 304.

 

 

Lillian Calm

Periodista

Entradas populares de este blog

AL LEER EL ALLENDE DE DANIEL MANSUY

LA ZAGA DE NILAHUE… Y TAMBIÉN DE LOS BARAONA

EL “HIPERCONECTADOS” DE UN HIPERCONECTADO