¿QUÉ PENSARÁ EL GENERAL BAQUEDANO?

 

Lillian Calm escribe: “¿Cómo explicarle cómo somos y por qué algunos que se dicen chilenos han querido convertir en cenizas las añosas pero siempre presentes páginas de nuestra historia patria? Por eso, si me preguntaran cómo es el chileno de hoy, abatida no sabría qué responder. Decían querer una nueva Constitución pero hoy demuestran que esas eran simples pamplinas. Lo que en realidad buscan es la anarquía por la anarquía”.

No sabría cómo explicarle al general Manuel Baquedano los recientes ataques que sufrió su monumento. Y dos veces: el viernes y el lunes. Ya no se trató sólo de hacer flamear falsas banderas; ya no fue lacearlo una vez más para que se derrumbara, montado en su fiel caballo Diamante; no fue simplemente pintarrajearlo con consignas foráneas.

Ahora se procuró incendiarlo.

¿Qué pensará el general Baquedano? ¿Se preguntará cómo es el chileno de hoy?

¿Identificará al chileno con un Eróstrato o un Nerón al ver a tantos apátridas, siempre encapuchados, que con algarabía pirómana desencadenan tragedias antagónicas a la más mínima humanidad?

Claro: la estatua de Baquedano no es un ser vivo, como lo fue el matrimonio Luchsinger McKay, víctima mortal e incomprensible de la furia incendiaria. Pero la memoria de Manuel Baquedano sí está viva y para la Patria significa demasiado. Baste evocar, por ejemplo, su presencia decisiva en la guerra de la Confederación Perú Boliviana o en la Guerra del Pacífico.

Reitero:

¿Qué pensará el general Baquedano del chileno de hoy? 
¿Cómo explicarle cómo somos o, más bien, cómo hemos llegado a ser y por qué algunos que se dicen chilenos han querido convertir en cenizas las añosas pero siempre presentes páginas de nuestra historia patria?

Por eso, si me preguntaran cómo es el chileno de hoy, abatida no sabría qué responder.

Decían querer una nueva Constitución pero hoy demuestran que esas eran simples pamplinas. Lo que en realidad buscan es la anarquía por la anarquía.

Hace unos años, hace algunas décadas, habría podido responder: aún conformábamos una entidad chilena articulada con una misma historia y unas mismas proyecciones hacia un futuro como nación.

Ahora soy yo la que me pregunto: ¿dónde estaban esas fatídicas tarde-noches del viernes y del lunes pasado quienes debían defender el monumento y observaban, seguramente a través de imágenes televisivas, cómo agitadores procuraban incendiar al jinete y su caballo? No pude dejar de reflexionar: sin duda hay caballos que piensan más que muchos humanos.

Me temo, lo digo una vez más, que desconozco al chileno de hoy; me cuesta describirlo porque no sé quién es. Qué valores persigue e incluso si ha llegado a tenerlos. Quizás nunca ha sabido contar con aquellos que son prioritarios para conformar una nación.

¿Será la consecuencia de esa impunidad de que desde un tiempo a esta parte gozan activistas extranjeros que buscan contagiarnos con ideologías foráneas? ¿Querrán que olvidemos cuál es nuestra propia bandera, cual nuestro escudo, cuál nuestra historia, hasta que releguemos a la nada a aquellos héroes que una vez, ya en otros siglos, afianzaron el camino de nuestra nacionalidad?

Perdóneme don Manuel, pero no soy capaz de responderle cómo es el chileno de hoy.


Lillian Calm

Periodista

Entradas populares de este blog

AL LEER EL ALLENDE DE DANIEL MANSUY

LA ZAGA DE NILAHUE… Y TAMBIÉN DE LOS BARAONA

EL “HIPERCONECTADOS” DE UN HIPERCONECTADO