BERRINCHES ANTE EL REGRESO A CLASES
Lillian Calm escribe: “… hoy mi tema es otro: la influencia que los parvulitos del berrinche ejercen sobre esos profesores que dedicados prioritariamente a dirigir a los colegiados parecen imitarlos al llevar la contra a todo lo que se les propone… incluso -como hemos observado recientemente a través de sus declaraciones-, a asistir a clases presenciales, lo que por lo demás no debería ser materia de debate pues se deja a criterio de los apoderados”.
Reconozco que de un tiempo a esta parte he perdido bastante tiempo en un nuevo hobby: revisar y hasta coleccionar las declaraciones de los presidentes del Colegio de Profesores. En realidad el presidente es uno, pero digo “los” porque acaban de cambiar y, si recurrimos al mismo vocablo, aún no se ven los cambios.
Más aún, y puede parecer
extraño, percibo una gran influencia de algunos párvulos sobre quienes
tendrían que hacer de la enseñanza su profesión. Pero no me refiero a
cualquier párvulo, sino solo a aquellos taimados y con pataleta que se
echan al suelo, patean y gritan “no y no y no” al menor estímulo
externo.
Sin recurrir a psicólogos infantiles sino por mí misma -que dicho
sea de paso no tengo absolutamente nada de psicóloga, pero si
experiencia de vida-, he comprobado que el problema de esos niños
(salvo, por supuesto, alguna patología) no está en los párvulos mismos,
sino en los padres que son dominados por la criatura pues esta ya ha
aprendido que basta un berrinche de esos que solo ellos saben
protagonizar para doblegar a sus progenitores.
Desde siempre me ha
encantado el mundo de los niños, pero me produce indignación que sus
padres se escuden en ellos cuando se suceden los berrinches alegando que
el retoño les salió con un carácter fuerte, cuando son los mismos
progenitores los que no los saben dominar ni menos enseñar.
Pero hoy mi tema es otro: la influencia que los parvulitos del
berrinche ejercen sobre esos profesores que dedicados prioritariamente a
dirigir a los colegiados parecen imitarlos al llevar la contra a todo
lo que se les propone… incluso -como hemos observado recientemente a
través de sus declaraciones-, a asistir a clases presenciales, lo que
por lo demás no debería ser materia de debate pues se deja a criterio de
los apoderados.
Aquí nadie está poniendo en tela de juicio la educación on line, a distancia, vía zoom o como se le llame. Pero, ¿dónde queda la sociabilidad, tan importante en los primeros años?
La pandemia llegó para quedarse por largo tiempo. Así opinan reconocidos científicos autores de sesudas investigaciones y no simplemente porque el excelentísimos señor presidente del Colegio de Profesores determine que solo a mitad de año será otra cosa… será otra cosa. Puede que sí, puede que no, pero las nuevas generaciones deben educarse ya.
Esa monserga de “es que no están dadas las condiciones”, desgraciadamente ha llegado a ser la actitud invariable del Colegio de Profesores, sea quien sea su mandamás y ante cualquier medida o mínima sugerencia que emane del Ministerio de Educación.
Y ello a pesar de que el titular ha señalado que si se hace necesario nuevamente suspender las clases, ello se va a hacer. Pero no. Oídos sordos y berrinches: … que no están las condiciones.
Y, ¿cómo van a estar las condiciones si estamos en pandemia? Se trata entre todos de ponerle empeño y arrastrar el carro o las generaciones del mañana nos lo echarán en cara para siempre.
Mientras el Ministerio traza directrices, los mandamases del Colegio (que por lo demás no representan para nada al grueso de los profesores de Chile), sin racionalidad alguna, se asemejan al parvulito que se tira al suelo mientras reitera su “no y no y no”.
Me parece que muchas directivas gremiales han perdido toda capacidad de análisis y este ya ni siquiera es un problema racional.
¿Sera ideológico-político?
Me temo que sí. Al menos tiene toda la pinta.
Lillian Calm
Periodista