PURA IMAGINACIÓN PERO DESDE EL INFRAMUNDO

 

Lillian Calm escribe: “No estoy hablando de la influencia china ni de la rusa. Menos de la de Estados Unidos donde hasta el icónico tío Sam debe haber andado en las últimas semanas de tumbo en tumbo al comprobar que el suyo ya no se encuentra en las antípodas de los países bananeros. Me refiero a un inframundo diferente: al de los organismos internacionales”.

Me temo que no sea pura imaginación mía, pero ante la pléyade de candidatos presidenciales que circundan el firmamento nacional (¡hasta el gato!) vislumbro una mano foránea y muy potente. Quizás la misma mano que ahora deja su huella también a través de la ideologizada revista Time, al consagrar a Iskia Siches, presidenta del Colegio Médico, como una de las cien líderes emergentes del mundo.

También una de las candidaturas -pre presidenciales o presidenciales, para el caso da lo mismo- lanzadas al estrellato nacional tiene mucho de foránea y poco de coterránea, ya que ha sido cocinada (así se dice ahora también en el léxico político) en la médula de los organismos internacionales. Más exactamente, de organismos de Naciones Unidas que más que del bien de la humanidad que dicen favorecer, se han enzarzado en el último tiempo en campañas teñidas de muchísima influencia afín a sus propósitos. Y es ahí donde visualizo hilos que van y vienen urdiendo las directrices.

No estoy hablando de la influencia china ni de la rusa. Menos de la de Estados Unidos donde hasta el icónico tío Sam debe haber andado en las últimas semanas de tumbo en tumbo al comprobar que el suyo ya no se encuentra en las antípodas de los países bananeros.

Me refiero a un inframundo diferente: al de los organismos internacionales que, bajo una capa de altruismo y buenísimas intenciones, manejan las naciones más allá de lo que suponemos y, sobre todo, de lo que les compete.

Reitero que todo esto puede ser fruto de mi imaginación, pero lo cierto es que visualizo un gran cambullón confabulado más allá de las fronteras de Chile donde se deciden, a altísimo nivel eso sí, claves decisivas de nuestras propias pautas eleccionarias.

Me imagino que de pronto desde el otro inframundo –el de Hades, de la mitológica Grecia antigua- se hubiera mirado hacia la Tierra para detenerse en una franja de allá por el sur, y se decidiera que el nombre de la nueva gobernante fuera Paula, pero una Paula que emergiera absolutamente del establishment internacional.

Y qué mejor que desde una rama supuestamente dedicada a   trazar las políticas de las mujeres para América Latina y el Caribe (de lo que se conoce como ONU Mujeres), esa Paula aterrizara primero sutilmente y luego posicionándose cada vez con más decisión como candidata a La Moneda.

Pero eso no es todo: para redondear y concretar la performance diseñada desde hace un tiempo considerable se eligió, a la vez, a alguien que llevara el nombre de Michelle –adelantándose al reciente caso de la revista Time- para que aparentemente la elegida fuera nombrara a dedo en conjunto, eso sí y para disimular, con la propuesta de otras mujeres.

Y para demostrar que hoy las mujeres viven su emancipación, a través de ese dedazo se derrocó de un plumazo a un puñado de hombres que pugnaban por ser ellos los elegidos, quizás algunos con mejor trayectoria política que doña Paula, y que también pretendían llegar a La Moneda. Ellos se pulverizaron, tal vez porque eran hombres -lo que hoy en día está muy mal visto- y de ellos casi muy poco se volvió a hablar. Fue como si se hubieran hecho añicos.

Entonces el mundo pudo escuchar las primeras palabras de la designada por las inefables fuerzas sobrenaturales. Paula habló y dijo textualmente: “Trabajemos para cuidar nuestra democracia con la participación de todas, todos y todes”.

La línea del nuevo programa político ya estaba clara y definida: todos, todas y todes.

¿Será esto pura imaginación mía?

 

Lillian Calm

Periodista

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