PREGUNTAS PARA GEORGE SHULTZ

 

Lillian Calm escribe: “Señor Shultz: ¿por qué no ha incluido a Chile en ninguna de sus giras a América Latina? Y, por otra parte, ¿cree que están dadas las garantías necesarias para el próximo plebiscito que se realizará en Chile?”.

Era agosto de 1988. En esos años Chile estaba castigado, marginado, dejado de lado, y los “grandes” de la política internacional llegaban solo hasta Argentina. No cruzaban los Andes.

Una mañana me encontraba en el diario, de cabeza en el computador, cuando el director me pidió una misión de esas que podrían llamarse imposibles pero al día siguiente me daría cuenta de que en periodismo, a la larga o a la corta, todo es posible.

George Shultz, el secretario de Estado de Estados Unidos (lo fue del gobierno de Ronald Reagan durante casi siete años), había llegado a Buenos Aires y al día siguiente daría una conferencia de prensa en la sede de su embajada. ¿Por qué no aprovechaba de ir a preguntarle por qué no venía a Chile?

Esa misma tarde me encontré de sopetón en Argentina, pero la Embajada de Estados Unidos en ese país me daba con las puertas en las narices. Los periodistas nacionales (trasandinos, se entiende) y extranjeros (yo estaría entre ellos) se habían inscrito con mucha antelación.

Si bien no me lo confesaron, ya habían sido investigados por una avanzada llegada desde Washington y el “no” era “no” sin excepciones posibles. Pero yo no tenía tiempo para pensar en deprimirme… y finalmente logré entrar. Se lo debo a las gestiones que hizo a lo amiga una eficacísima funcionaria de nuestra embajada en Buenos Aires a quien yo conocía bien y que, a su vez, trataba mucho a la secretaria del embajador de Estados Unidos. Esta última, a título personal, le sugirió que yo me presentara al día siguiente sin credencial -ya estaban todos repartidos- sino solo acompañada de mi pasaporte.

A las cinco de la tarde estaba fijada la conferencia de prensa, pero a las cuatro y media ya éramos bastantes los periodistas que ahí, en las afueras de la sede diplomática, hacíamos fila. El control fue estrictísimo y de acuerdo con una lista previa cada profesional iba siendo llamado desde el interior. Entré mágicamente y en un gran hall, sobre una inmensa alfombra azulina, funcionarios de la avanzada personal de Shultz, junto al perro policial Sam (inquirí su nombre) revisaban uno a uno los equipos periodísticos.

El secretario de Estado antes de responder las preguntas de los periodistas se refirió a la “extraordinaria oportunidad” que se le había dado en sus dos días de permanencia en el país anfitrión y le agradeció al Presidente Raúl Alfonsín.

Yo ya no oía. Solo quería hacer mi pregunta y sobre todo tener la posibilidad de hacerla.

Shultz seguía hablando de la “excelente relación que existe entre los Estados Unidos y Argentina…”.

La seguridad era férrea. Shultz se había instalado en un pódium, más atrás incluso de una barrera acordonada. ¿El modus operandi? Era el mismo secretario de Estado quien ante las insistentes solicitudes de los periodistas que levantaban la mano para captar su atención iba dando la palabra.

No fui capaz de oír la primera pregunta. Tampoco su respuesta. Luego levanté la mano, o más bien el brazo, y me encontré haciéndole la segunda pregunta:

-Señor Shultz: ¿Por qué no ha incluido a Chile en ninguna de sus giras a América Latina? Y, por otra parte, ¿cree que están dadas las garantías necesarias para el próximo plebiscito que se realizará en Chile?

Sentí que se producía cierto asombro en la sala, pero me respondió y trascribo aquí la traducción oficial de la embajada, que fue tal cual como se publicó al día siguiente en el diario donde yo trabajaba:

“Yo no he incluido a Chile como no he incluido a otros países, porque no he tenido el tiempo. No sé si usted ha mirado mi itinerario, pero en cuestión de unos diez días, incluyendo un fin de semana, voy a ir a uno… dos… tres… cuatro… cinco… seis… siete… ocho… nueve… diez países diferentes. O sea que realmente he estado bien ocupado y por eso es que no he ido a Chile. Ahora, en cuanto al plebiscito, nosotros queremos… -y yo no quiero emitir ningún juicio al respecto- pero sí queremos que haya una expresión política plena y justa en Chile (‘ a full and fair political expression in Chile’)”.

Y pasó a la tercera pregunta.

Si conseguí mi cometido, estoy consciente, se lo debo a dos motivos: a la ayuda que recibí de esa funcionaria chilena que estuvo dispuesta a llamar a la secretaria de la Embajada de Estados Unidos para que yo pudiera asistir a la conferencia de prensa a pesar de no tener el credencial ad hoc… y, siempre lo he pensado, yo iba vestida con una chaqueta color calipso y al levantar la mano por supuesto el calipso destacaba aventajado.

El título de la entrevista, publicada el 4 de agosto de 1988, fue simplemente la pregunta que le había formulado a Shultz: “¿Por qué no viene a Chile?”.

Recuerdo hoy este episodio después de leer que Georg Shultz murió recién hace unos días, a los cien años, tras desempeñarse en altos cargos con los presidentes Dwight Eisenhower y Richard Nixon , y ser secretario de Estado de Ronald Reagan.

Pero la verdadera gracia de esta columna es que, aunque me fue difícil, pude encontrar estas declaraciones entre todos mis añejos papeles.

 

Lillian Calm

Periodista

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