LECTURA PARA GATOS

 


Lillian Calm escribe: “El Jota movió la cabeza de un lado a otro y me pareció que una vez más se sentía definitivamente escéptico frente a las caídas que comete el hombre… sobre todo, me comentaba, tratándose de funcionarios que trabajan para el Estado”.

Hace unos días el Jota, el mayor de mis dos gatos, me contó que en el mare magnum de noticias de los últimos días, que han ido desde Trump hasta Rodrigo Delgado, había tres que le habían llamado especialmente la atención. No quería que pasaran demasiado inadvertidas.

Dos sucedieron en Chile y una en Gran Bretaña.

Las dos primeras, que le hicieron dudar una vez más del ser humano, aquí van:

-La primera: tres funcionarios de la PDI fueron dados de baja por quedarse al parecer nada menos que con la mitad del botín que recuperaron de un ladrón que, a su vez, lo había sustraído de una sucursal bancaria.

-La segunda: funcionarios que se desempeñan en la administración pública en distintas reparticiones habrían accedido al beneficio de quinientos mil pesos -el mentado Bono de la Clase Media o Bono Aporte Fiscal- sin cumplir con los requisitos para ello, es decir, con la disminución de un 30% en sus ingresos como consecuencia de la emergencia sanitaria.

El Jota movió la cabeza de un lado a otro y me pareció que una vez más se sentía definitivamente escéptico frente a las caídas que comete el hombre… sobre todo, me comentaba, tratándose de funcionarios que trabajan para el Estado.

Y en contraste me mostró una noticia que tenía bien guardada y que había aparecido en la prensa a comienzos de agosto. Un funcionario público había sido condecorado por sus servicios al Reino de Su Majestad Británica: Palmerston.

Qué diferencia con los casos chilenos que acabamos de citar.

Se equivocan quienes piensan que Palmerston es el mismo que desempeñó dos veces el cargo de Primer Ministro de la Reina Victoria y que, además, fue ministro del Interior y secretario de Estado para las relaciones exteriores y de la mancomunidad. Craso error, pues ese fue el vizconde y este es… el gato.

Sí: el gato Palmerston.

Y la prueba está en que si uno entra ahora a Google poniendo el vocablo Palmerston encontrará muchísimo del gato y poco o casi nada del vizconde… de quien, no lo ocultamos, lleva el nombre el gato.

Vamos a los hechos: el diplomático británico Sir Simon Gerard McDonald, quien detenta el larguísimo título de Subsecretario Permanente en la Oficina de Asuntos Exteriores y de la Commonwealth, y Jefe del Servicio Diplomático, recibió una carta firmada con dos patas de gato en que el remitente, el propio Palmerston (gato), le dice que si bien ha tele trabajado desde su casa en estos tiempos de pandemia, ha llegado el momento de su retiro; que después de conocer a dignatarios de todo el mundo siente dejar ese ambiente pero que seguirá siendo desde donde esté un embajador de la causa.

Asimismo recuerda que su cargo consistía en perseguir y eliminar los ratones de esa significativa dependencia, y asegura haberlo hecho con éxito. Ahora quiere retirarse al campo tras cuatro años de arduo trabajo.

Pero no solo los medios británicos informaron de la dimisión.Excelsior de México, por ejemplo, anotó: “Luego de cuatro años de servicio, Lord Palmerston, un gatito encargado de cazar ratones para el servicio británico, fue jubilado y pasará el resto de su vida descansando”. Por su parte, Clarín, de Buenos Aires, tituló: “Se jubila Palmerston, el gato diplomático inglés: se va con un video de despedida, honores y fama”.

Y más adelante: “Confiesa que echará de menos ‘el ajetreo y el bullicio de la oficina’. También extrañará escuchar los pasos de un embajador y correr a su escondite ‘para ver quién es’. Por otra parte, su maniobra característica de ‘fingir estar dormido’ mientras escucha las conversaciones de todos los diplomáticos extranjeros, será ‘una gran pérdida’ para la recopilación de los servicio secretos de inteligencia británica”.

El gato Palmerston tenía en el momento de jubilar 105.000 seguidores en Twitter y no hay que confundirlo con Larry, el gato de Downing Street, residencia del Primer Ministro, que cuenta con 356.000 seguidores en la redes sociales.

Hacía mucho tiempo que yo no veía a mi gato Jota (cuyo verdadero nombre es Francisco José) tan interesado en una noticia.

Pero también lo eclipsó, y para mal, otra que apareció en El Mercurioy que daba a conocer que llegaría a librerías una fábula política titulada algo así como El país de los ratones Mouseland, en inglés), inspirada en un discurso que en la década del cuarenta pronunció el activista canadiense Tommy Douglas.

Según la publicación, en el país de los ratones mandan los gatos: cada cinco años hay elecciones pero solo se eligen gatos, no importa de qué color sean ni que sus propósitos coincidan con los de los ratones, hasta que de pronto estos deciden actuar unidos.

El Jota, que jamás ha visto un ratón, encontró que el texto tiene un tinte sumamente politizado, y hastiado con la violencia que desde hace más de un año no le ha sido indiferente, me pidió que no comprara el libro. Que al menos a él le basta con leer a través de la prensa las movidas de la clase política chilena.

Con eso ya tiene, ya tenemos, más que suficiente.





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