MUY LIBRE DESDE MI CONFINAMIENTO

 

Lillian Calm escribe: “…decidí encauzar mi encierro leyendo sobre la libertad. Recordé entonces unas páginas que había tenido entre mis manos cuando yo creía que era absolutamente libre, porque salía cuando quería, a donde quería y cómo quería. Pero, ¿ por qué eso era libertad y no lo que estoy viviendo o, más bien,  estamos viviendo, ahora?

Desde mi encierro me he hecho un firme propósito: no sentirme encerrada. Y no solo porque he comenzado a leer lo que no he leído, a escribir lo que no he escrito, a ordenar lo que no he ordenado, sino simplemente porque soy libre.  Tan libre como lo soy, también, para dolerme enormemente ante las muertes que ya va dejando esta pandemia no solo en forma impersonal, sino con nombres y apellidos de amigos de amigos, lo que temo cada vez se va a ir haciendo más frecuente.

¿El primero? Martín, amigo de infancia de grandes amigos míos de Salamanca.

¿Cómo puede una persona libre sentirse encerrada?

Y para reforzarme en esta convicción decidí encauzar mi encierro comenzando por releer páginas sobre la libertad. Recordé entonces unas que había tenido entre mis manos cuando yo creía que era absolutamente libre, porque salía cuando quería, a donde quería y cómo quería. Pero, ¿por qué eso era libertad y no lo que estoy viviendo o, más bien, estamos viviendo, ahora?

Muchos son lo autores que nos hablan de libertad. Pero en este parón deliberado comencé por repasar, entre otros, unos escritos que me han servido para sentirme desde el encierro más libre que nunca. Pertenecen a la teóloga alemana Jutta Burgraff.

Doctora en Psicopedagogía por la Universidad de Colonia y en Sagrada Teología por la Universidad de Navarra, en 1987 fue designada por el Papa san Juan Pablo II perito en el Sínodo Ordinario de Obispos que versó sobre “La vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo”.

Y es entre sus escritos donde encontré el que se titula “La libertad: don y tarea”. Esta vez solo me quedaré en el comienzo de este estudio, simplemente porque basta y sobra.

Al responder a la interrogante ¿qué es la libertad?, considera que “en una primera aproximación, podemos decir que la libertad es apertura al infinito. Es la capacidad radical de ser protagonistas de nuestra vida”.

Y explica que “es un inmenso don que pone en juego todas nuestras potencias y marca decisivamente nuestro carácter y destino. Podemos relacionarla, por un lado, con alegría y amor, con las ansias hacia la plenitud, hacia Dios; y, por el otro, con la desesperación, la angustia y el absurdo. La libertad permite alcanzar la máxima grandeza, pero también incluye la posibilidad de un desvío completo. Tiene que ver con la autorrealización y con la autodestrucción del hombre”.

O lo uno o lo otro. Y es aquí donde Jutta Burgraff hace un llamado:

“Todo hombre puede ofrecer al mundo muchas sorpresas, aportar pensamientos nuevos, palabras nuevas, soluciones nuevas, actuaciones únicas. Es capaz de vivir su propia vida, y de ser fuente de inspiración y apoyo para otros. A veces, conviene recobrar la mirada del niño, para abrirnos a la propia novedad … y así descubrir el desafío que encierra cada situación. El mundo será lo que nosotros hagamos de él. Al menos,  nuestro mundo es lo que hacemos de él. Nuestra vida es lo que hacemos de ella”.

Para la teóloga alemana “somos libres, a pesar de las circunstancias adversas que nos pueden rodear e influir. Y no solo tenemos el derecho, sino también el  deber de ejercer nuestra libertad, precisamente en este mundo sutilmente tiranizante en que nos ha tocado vivir. Nadie debe convertirse en un ‘autómata’, sin rostro ni originalidad. Nadie está destinado a ser un ‘hombre-masa’. Justamente hoy es más urgente que nunca que tomemos conciencia de la gran riqueza de la vida humana y busquemos caminos para llegar a ser ‘más’ hombres, y no unas personas renuentes, asustadas y enlutadas”.

Sí, enlutados estamos hoy. También renuentes y asustados. Casi olvidando por completo que en nuestro encierro continuamos siendo libres, muy libres y, agrego yo, podemos seguir manteniendo tanto la fe como la esperanza.

Añade Jutta Burgraff:

“La pregunta clave es: ¿Para qué utilizo mi libertad? Si se carece de una meta alta que valga la pena conseguir, la libertad puede reducirse a cosas insignificantes. Una libertad cuyo único argumento consiste en la posibilidad de satisfacer las necesidades inmediatas, no es una libertad humana, sino que seguiría recluida en el ámbito animal. La libertad se mide por aquello a lo cual nos dirigimos. Cuánto más grandes son las aspiraciones, más grande es la libertad.

“Una persona se realiza y es feliz, cuando cumple la propia verdad personal. Se ‘construye’ a través de sus actos libres; es artista de su propia existencia: no solo hace cosas, sino que se hace a sí misma. Nuestra vida no es algo dado de una vez para siempre. Es un quehacer, un proyecto, que tenemos que realizar. Y cuanto más hacemos el bien, nos hacemos más libres”.

Dejemos hasta aquí, por ahora, a Jutta Burgraff.

Hay mucho que hacer, muchísimo que hacer, incluso desde nuestro confinamiento. Es cuestión de creatividad, ingenio y también responsabilidad de cada cual saber lo demasiado que podemos hacer ya, ahora (y no solo por nosotros mismos sino por los demás), desde este encierro tan singular al que todos, súbitamente, nos vemos enfrentados.

 

Lillian Calm

Periodista

Entradas populares de este blog

AL LEER EL ALLENDE DE DANIEL MANSUY

LA ZAGA DE NILAHUE… Y TAMBIÉN DE LOS BARAONA

EL “HIPERCONECTADOS” DE UN HIPERCONECTADO