MAQUIAVELO MÁS VIGENTE QUE NUNCA

 

Lillian Calm escribe: “…singularmente, no conoció a los ‘príncipes’ del siglo XXI (algunos más de peso y otros, aunque utilice un término vulgar, más bien de pacotilla), pero ya en el siglo en el que vivió sin duda tenía mucho donde inspirarse”.

No recuerdo si fue en la Universidad pero en algún momento, más por obligación que esparcimiento, tuve que  leer “El Príncipe” de Maquiavelo: un libro escrito en el siglo XVI, verdadero tratado político, que sin que siquiera se lo imaginara su autor,  se retrotrae al pasado y se proyecta al presente de nuestros días.

Más aún pareciera tener cada vez mayor vigencia.

Maquiavelo, singularmente, no conoció a los “príncipes” del siglo XXI (algunos más de peso y otros, aunque utilice un término vulgar, más bien de pacotilla), pero ya en el siglo en el que vivió sin duda tenía mucho donde inspirarse.

Decidí escribir esta columna y traer esa obra hoy a colación tras oír la homilía virtual (claro, en estos tiempos de pandemia imposible que sea presencial) de un sacerdote que no conozco y que predicaba desde Madrid.  Al referirse a quienes condenaron a Jesús me llamó la atención que recurriera a “El Príncipe” y señaló textualmente: “Maquiavelo sintetiza cómo la razón de

Estado tiene que ser aquello que dirige y mueve a los gobernantes . Y por la razón de Estado todo cabe y todo vale. En este caso la muerte de un inocente; en otros casos el sacrificio de personas que no son más que peones en la geopolítica de nuestro mundo y de nuestros países”. 

Con fuerza inquirió: “¿Cuál es la razón por la que Cristo muere en la cruz?”. Y se contestó a sí mismo: “Lo importante no es el bien común sino otros intereses (…) Se reproduce una y otra vez esa frase profética de Caifás: ‘Conviene que muera uno por el pueblo’”.

Y reafirmó: “El fin para muchos justifica los medios. Se llegó a este punto en la época de Cristo. Con anterioridad y posterioridad ha ocurrido lo mismo solo por una razón y una  causa: la ausencia de Dios”.

Explicó que cuando se saca a Dios de la vida, de la sociedad, de los parlamentos, de las leyes, entonces todo está permitido. La razón de Estado significa que lo importante no son las personas sino el Estado. Lo importante no es el bien común sino otros intereses…”.

Pensé en Chile. Estamos recién en los inicios de la pandemia y aparentemente las medidas tomadas por ahora parecen ser las correctas. Pero lo que llama la atención es cómo tantos buscan, sin disimulo, a pesar de la gravedad de la situación, sacar su tajada de este drama.

Sin ir más lejos he oído abismada declaraciones de adoctrinados presidentes de colegios profesionales y gremiales, que compiten por arrogarse la identidad del príncipe de Maquiavelo y que, sin entender mayormente las características del Covid 19 (porque esta es una pandemia que tiene abismado a los científicos del mundo entero), critican y arremeten contra cualquier decisión que se adopte sin aportar nada constructivo.  

Y para qué decir lo que ha ocurrido en la Cámara de Diputados: como si ciertos honorables no entendieran que día a día se entrega una nómina de chilenos muertos por este virus, debido a que la situación es muy grave, pierden el tiempo dedicados a “conversar” para encontrar una fórmula no contra la pandemia, sino para censurar la recientemente elegida mesa de la corporación. Ello porque de los tres miembros que la componen, dos son oficialistas.

Tiempo atrás archivé una frase de un libro escrito hace unos treinta años por el español Fernando Alcázar de Velasco. Intuí que me podría servir en algún futuro y creo que ahora es el momento.

La frase del libro “Cómo encaramarse al poder” es la siguiente: “Maquiavelo escribió para un solo hombre en tiempos principescos. Ahora hay que escribir para muchos en tiempos de vulgarización del poder”.

 

Lillian Calm

Periodista

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