UN ANIVERSARIO EN VIERNES SANTO

 

Lillian Calm escribe: “…este año se da una singular casualidad: en Viernes Santo, ese día en que vivimos la crucifixión de Jesucristo, se cumple un aniversario más de la muerte de Juan Pablo II, el 2 de abril de 2005. Pero eso no es todo. Se cumple otro aniversario desde que el Papa polaco caminó por nuestras tierras, entre el 1º y el 6 de abril de 1987”.

Cada Viernes Santo cae en una fecha diferente y ello se debe a una razón muy particular: la Semana Santa es movible porque desde el primer concilio Ecuménico, el que fue convocado en Nicea en 325, se celebra el primer domingo de luna llena después del equinoccio primaveral.

Pero este año se da una singular casualidad: en Viernes Santo, ese día en que vivimos la crucifixión de Jesucristo, se cumple un aniversario más de la muerte de Juan Pablo II, el 2 de abril de 2005. Pero eso no es todo. Se cumple otro aniversario desde que el Papa polaco caminó por nuestras tierras, entre el 1º y el 6 de abril de 1987.

Por eso pensé que si bien cualquier día es válido para traer a la memoria su pensamiento, es decir, lo que nos dijo expresamente a nosotros, qué mejor que hacerlo en estos días de Semana Santa. En esta Semana Santa en pandemia que vivimos de manera tan singular.

Sin duda a los chilenos nos hace bien recordar ese legado tan propio que nos dejó hace treinta y cuatro años. Si bien sus palabras son universales, en esos días en que recorrió nuestra Patria iban dirigidas -y van dirigidas- en especial a nosotros, los chilenos.

Y qué mejor hacerlo en estos días que son de oración y recogimiento.

 

Así, en su encuentro con los sacerdotes en la catedral les puntualizó: “Un sacerdote vale lo que vale su vida eucarística, sobre todo su Misa. Misa sin amor, sacerdote estéril, Misa fervorosa, sacerdote conquistador de almas. Devoción eucarística descuidada y no amada, sacerdocio desfalleciente y en peligro”.

En su encuentro con la juventud, esa tarde memorable en el Estadio Nacional (entonces yo calificaba al menos para pasar inadvertida entre esos convocados), el Papa dijo apuntando al rostro de Cristo: “¡Jóvenes chilenos: no tengáis miedo de mirarlo a El! Mirad al Señor: ¿qué veis? ¿Es sólo un hombre sabio? ¡No! ¡Es más que eso! ¿Es un profeta? ¡Sí! ¡Pero es más aún! ¿Es un reformador social? ¡Mucho más que un reformador!

“Mirad al Señor con ojos atentos y descubriréis en Él el rostro mismo de Dios. Jesús es la Palabra que Dios tenía que decir al mundo. Es Dios mismo que ha venido a compartir vuestra existencia. Al contacto de Jesús despunta la vida. Lejos de Él sólo hay oscuridad y muerte. Vosotros tenéis sed de vida. ¡De vida eterna! Buscadla y halladla en quien no sólo da la vida sino en quien es la Vida misma. Este es, amigos míos, el mensaje de vida que el Papa quiere trasmitir a los jóvenes chilenos: ¡Buscad a Cristo! ¡Mirad a Cristo! ¡Vivid en Cristo!

“Mirad a Cristo con valentía, contemplando su vida a través de la lectura sosegada del Evangelio; tratándole con confianza en la intimidad de vuestra oración, en los sacramentos, especialmente en la Sagrada Eucaristía…”.

En tanto en el discurso pronunciado en la sede de la CEPAL puntualizó: “Vuestros informes técnicos merecen para mí una doble consideración. Por una parte, el hecho de que no se divisen soluciones de fondo a la extrema pobreza sin un aumento substancial de la producción y, por tanto, un sostenido impulso del desarrollo económico de la región entera. Por otra parte, el que esa solución, en virtud de su largo plazo y de su dinámica interna, sea del todo insuficiente de cara a las urgencias inmediatas de los desposeídos. La situación de éstas, está pidiendo medidas extraordinarias, socorros impostergables, subsidios imperiosos. ¡Los pobres no pueden esperar!”.

Y luego: “Aun dentro del problemático contexto de la economía, la vida humana conserva, en su núcleo más íntimo y sagrado, ese carácter intangible que a nadie es dado manipular sin ofensa a Dios y daño de la sociedad entera. Defendámoslo a toda costa ante la facilidad de las ’soluciones’, fundadas en la destrucción. ¡No a la anulación artificial de la fecundidad! ¡No al aborto! ¡Sí a la vida! ¡Sí a la paternidad responsable!”.

En el Parque O’Higgins, discurso que no oí porque tuve que ser evacuada en un bus con el resto de los periodistas nacionales y extranjeros, uno que otro chorreando sangre y con los equipos destrozados, en esa tarde del “amor es más fuerte”, el Papa después de beatificar a Teresa de Los Andes, destacó la mediación que preservó la paz entre Chile y Argentina.

Rodelillo marcó el turno de la familia: “Queridos esposos y esposas de Chile, vuestra misión en la sociedad y en la Iglesia es sublime. Por eso habéis de ser creadores de hogares, de familias unidas por el amor y formadas en la fe. No os dejéis invadir por el contagioso cáncer del divorcio que destroza la familia, esteriliza el amor y destruye la acción educativa de los padres cristianos. No separéis lo que Dios ha unido…”.

En Concepción se volcó al mundo del trabajo: “El desafío que plantea hoy el trabajo humano no es sólo su organización externa, para que sea ejercido en condiciones verdaderamente humanas, sino sobre todo su transformación interior, para que sea realizado como una tarea diaria, con plenitud de sentido, esto es, de acuerdo con su significado último dentro del plan divino de salvación del hombre y del universo”.

Y, finalmente, ante los reclusos de Antofagasta y antes de dejar tierra chilena, exclamó: “La libertad que Cristo nos ofrece, comienza por el interior del hombre, se afirma ante todo en el orden moral; allí donde tienen su raíz el egoísmo, el odio, la violencia y el desorden. Cristo ha venido a redimir al hombre del pecado que lo priva de su libertad”.

Han transcurrido décadas. En este Viernes Santo –aniversario de su visita a Chile y de su muerte- recordemos con confianza su “no tengáis miedo” que, por lo demás, fue el primer consejo que nos dio en 1978 desde el balcón vaticano, apenas unos minutos después de que Karol Wojtyla había sido elegido Papa con el nombre de Juan Pablo II.


Lillian Calm

Periodista

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